La emblemática calle San Andrés, antaño corazón vibrante del distrito de Salitre, se ha convertido en un escenario de abandono y desidia que clama por atención urgente. Lo que una vez fue una arteria vital, hoy exhibe con crudeza los signos de una degradación que preocupa y enfurece a sus residentes y comerciantes. La imagen, captada recientemente por nuestros fotógrafos, es un testimonio visual de la realidad que se vive día a día.
Las aceras, antaño testigos de paseos tranquilos y encuentros vecinales, ahora se presentan cubiertas de una pátina pegajosa y manchas oscuras, producto de la acumulación de suciedad y la irregularidad en los servicios de limpieza viaria. Los contenedores, a menudo desbordados, se convierten en focos de insalubridad que emanan olores nauseabundos, haciendo casi imposible transitar sin sortear residuos y desperdicios. La falta de mantenimiento constante, denuncian los vecinos, ha transformado la calle en un espacio hostil y poco atractivo. Los comerciantes, por su parte, ven cómo esta situación ahuyenta a potenciales clientes, afectando negativamente a sus negocios.
Pero la suciedad no es el único enemigo que acecha en la calle San Andrés. Una creciente plaga de cucarachas ha invadido portales, bajantes e incluso se atreve a pasearse a plena luz del día por las aceras, generando una profunda sensación de asco y preocupación entre los vecinos. La situación, que se extiende a zonas aledañas como la Avenida de las Américas, ha alcanzado niveles alarmantes, convirtiendo la vida cotidiana en una pesadilla para los residentes. «Ya no podemos ni abrir las ventanas por miedo a que entren», lamenta María, propietaria de una tienda de ultramarinos en la zona.
La paciencia de los vecinos se agota. Cansados de promesas incumplidas y de la falta de respuesta por parte de las autoridades, exigen medidas urgentes y efectivas para solucionar este problema. «Necesitamos una limpieza más frecuente, campañas de desinfección y un plan integral de control de plagas», clama Julia, residente de la calle San Andrés. La comunidad vecinal se ha organizado para presionar a las autoridades locales, exigiendo una respuesta contundente que devuelva la dignidad y la salubridad a su barrio. El futuro de la calle San Andrés, y de todo el distrito de Salitre, depende de la voluntad política y la capacidad de las autoridades para abordar este problema de manera integral y definitiva.
La degradación de la calle San Andrés no es un caso aislado, sino un síntoma alarmante de una Málaga que, deslumbrada por el brillo turístico, parece olvidar sus barrios y a sus vecinos. ¿De qué sirve una ciudad escaparate si sus entrañas, sus arterias vitales, se gangrenan por la desidia y la falta de inversión? El abandono de esta calle, con la proliferación de suciedad y plagas, es una bofetada a la gestión municipal, un recordatorio de que el desarrollo urbano no puede concentrarse solo en el centro histórico y las zonas de moda. Es hora de un replanteamiento estratégico, de una redistribución de recursos que priorice la calidad de vida de todos los malagueños, no solo la de aquellos que atraen al turismo masivo.
Más allá de la comprensible desesperación vecinal, la situación de la calle San Andrés exige una reflexión profunda sobre el modelo de ciudad que estamos construyendo. No basta con promesas vacías y parches superficiales; se necesita un plan integral que aborde las causas estructurales del problema. ¿Por qué los servicios de limpieza no son eficientes? ¿Qué medidas se están tomando para controlar las plagas de forma sostenible? ¿Cómo se fomenta la participación ciudadana en la gestión del espacio público? La respuesta a estas preguntas determinará si Málaga se convierte en una ciudad habitable para todos, o se resigna a ser un parque temático para turistas, con barrios relegados a la marginalidad y el olvido. El Ayuntamiento debe asumir su responsabilidad y demostrar con hechos que la dignidad de sus ciudadanos es su máxima prioridad.
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