La primera borrasca del año, conocida como Garoé, ha hecho su entrada en la provincia de Málaga, generando expectativas encontradas entre los residentes. A pesar de que se anticipan lluvias generalizadas, los meteorólogos advierten que la intensidad de las precipitaciones será menor en comparación con otras regiones andaluzas. En líneas generales, se esperan aguaceros débiles en la capital y sus alrededores, dejando a Málaga en una situación de moderada incertidumbre climática.
Según el director del Centro Meteorológico de Málaga, Jesús Riesco, el fenómeno comenzará a influir en el tiempo local a partir de esta tarde, cuando un frente se desplace desde el oeste hacia el este de la provincia. Aunque se prevén lluvias, estos frentes se encontrarán debilitados al cruzar la región. Riesco apunta que las zonas más afectadas serán la Serranía de Ronda y Estepona, además de la comarca de Antequera, donde se anticipan precipitaciones locales moderadas gracias a la interacción con un río atmosférico.
Por su parte, José Luis Escudero, experto en el blog Tormentas y Rayos, dilucida que la acumulación de agua podría variar entre 10 y 15 litros por metro cuadrado en la capital y los alrededores del Guadalhorce, mientras que en la Serranía y la costa occidental se podrían registrar entre 20 y 30 l/m2. Las expectativas, sin embargo, son aún más generosas para las provincias de Huelva y Sevilla, que podrían experimentar más de 200 litros por metro cuadrado.
Un aspecto positivo que trae consigo Garoé es el aumento de temperaturas en Málaga, que se situarán por encima de lo habitual para esta época del año. Este fenómeno se debe a la llegada de un flujo atlántico que transporta aire más templado, lo que podría ofrecer a los malagueños una sensación más primaveral en medio del invierno. Sin embargo, la alegría puede ser agridulce, ya que la falta de precipitaciones significativas podría prolongar la sequía en zonas necesitadas de agua.
El martes, la situación de las lluvias cambiará nuevamente, ya que se prevé que la provincia quede fuera de las precipitaciones más importantes, que se desplazarán más al norte beneficiando a Huelva, Sevilla y Córdoba. No obstante, el miércoles podría traer algún chaparrón débil en el interior, especialmente en Antequera, lo que deja la puerta abierta a una semana de cambios climáticos. Al final de la semana, se anticipan nuevas borrascas, proveyendo la posibilidad de precipitaciones más abundantes.
El impacto de Garoé servirá de recordatorio de la variabilidad del clima en Málaga, donde a pesar de las predicciones, siempre hay lugar para la sorpresa. Con la esperanza de que las lluvias lleguen y los campos de la provincia reciban el agua que necesitan, los malagueños observan el cielo, esperando que esta borrasca no se quede en una mera anécdota en el historial meteorológico de la región.
La llegada de Garoé a Málaga podría parecer una promesa de renovación, con su ligera brisa de lluvias y temperaturas elevadas, sin embargo, es un recordatorio de la creciente incertidumbre climática que enfrenta nuestra región. A pesar de las expectativas de *precipitaciones débiles* y su escasa eficacia frente a la implacable sequía que afecta a muchas zonas rurales, no podemos obviar que los fenómenos meteorológicos actuales son una manifestación inquietante de la irregularidad que el cambio climático ha sembrado en nuestras vidas. La *desigualdad en la lluvia* entre provincias andaluzas no se percibe solo como una cuestión de calor y agua: es una advertencia sobre la necesidad de priorizar políticas que aseguren un consumo sostenible de este recurso vital y que den respuesta a la vulnerabilidad de nuestras tierras agrícolas. La situación exige atención y acción, no una aceptación pasiva de las limitaciones de esta borrasca, que puede quedar como una mera nota al pie en nuestro historial meteorológico.
A pesar de la posibilidad de disfrutar de una *sensación primaveral* en enero, es crucial reflexionar sobre la dicotomía de nuestras alegrías climáticas, que vienen acompañadas de un trasfondo de tensión hídrica. La falta de lluvias significativas significa que la dependencia de episodios como Garoé se convierte en un juego arriesgado. Esto nos lleva a cuestionar la sostenibilidad de nuestras prácticas actuales en la gestión de recursos hídricos y el modo en que la comunidad se prepara para estos cambios cada vez más frecuentes. Es imperativo que expertos y responsables políticos trabajen juntos para crear una estrategia agroclimática que no solo contemple las precipitaciones como un recurso, sino que las sitúe en el contexto más amplio del *cuidado del medio ambiente*, la agricultura sostenible y la adaptación al clima cambiante. Solo entonces estaremos verdaderamente preparados para enfrentar lo impredecible, más allá de lo que pueda ofrecernos la próxima borrasca.
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