La reciente serie de lluvias en Málaga ha sido un bálsamo para una provincia que, hace solo un año, enfrentaba la inquietante realidad de la sequía extrema. En comparación con los 97 hectómetros cúbicos que albergaban los embalses en marzo de 2024, ahora han superado los 211 hectómetros cúbicos, marcando un importante cambio en la situación hídrica de la región. Sin embargo, a pesar de este alivio, persisten disparidades en la distribución del agua, siendo la Axarquía la más afectada, aún bajo condiciones críticas de escasez.
En la Costa del Sol Occidental, las crecidas de ríos como el Guadalmansa y Guadalmina han impulsado a los gestores de embalses a actuar con prudencia. Las operaciones de control, que han resultado en desembalses intermitentes, se han llevado a cabo para manejar el aumento del caudal en estos ríos. Fuentes de la Junta de Andalucía afirmaron que esta semana se realizaron aperturas preventivas en las presas de derivación del embalse de La Concepción, una acción que refleja la necesidad de una gestión meticulosa y adaptativa ante la variabilidad meteorológica.
A pesar de los incrementos en los niveles de los embalses, la preocupación persiste, especialmente en la Axarquía, donde la falta de precipitaciones ha mantenido a la región en el nivel más crítico de escasez. Los registros de lluvia en otras áreas han sido significativos, pero no suficientes para revertir los efectos de meses de sequía intensa. Durante los últimos días, se registraron hasta 61 litros por metro cuadrado en los medidores del Guadalmansa, lo que se traduce en un cambio favorable en el aporte hídrico de las cuencas.
La embalsa de La Concepción, que ha alcanzado el 80% de su capacidad, plantea un dilema en la gestión del agua, dado que los 57 hectómetros cúbicos de su capacidad no son suficientes para manejar los aportes de los ríos que la alimentan. Mientras tanto, el Gobierno andaluz ya ha puesto en marcha un proyecto a largo plazo para la construcción de la presa de Gibralmedina, diseñada para ampliar significativamente la capacidad de almacenamiento de agua. Sin embargo, su ejecución parece lejana y no está prevista para los próximos años.
La crecida del río Turón, que ha afectado el embalse de La Encantada, es un recordatorio de que la gestión hídrica no es solo una cuestión de acumular agua, sino también de mitigar riesgos. En la última semana, se registraron hasta 273 litros por metro cuadrado en dicha zona, lo que llevó a un desagüe controlado para asegurar la seguridad en las localidades circundantes, como Cártama y Alhaurín de la Torre. Esta dinámica de desembalses controlados es crucial para evitar inundaciones y garantizar que el agua recogida beneficie a las áreas que más lo necesitan.
Así, Málaga, aunque aliviada por las lluvias, debe navegar con atención la gestión del agua en medio de un panorama climático cada vez más incierto. Las lecciones aprendidas de esta sequía deberían impulsar no solo la renovación de las infraestructuras hídricas, sino también una estrategia más robusta y sostenible para asegurar que las futuras generaciones cuenten con recursos hídricos suficientes.
La reciente serie de lluvias en Málaga ha traído cierto alivio a una provincia que sufría las severas consecuencias de la sequía. Sin embargo, lo que esta situación pone de relieve es la fragilidad del sistema hídrico actual, que, a pesar de un crecimiento notable en los embalses, sigue siendo insuficiente para garantizar un suministro equitativo. La disparidad en la distribución del agua, especialmente en la Axarquía, nos recuerda que no basta con acumular recursos; es fundamental que la gestión hídrica adopte un enfoque más inclusivo y sostenible. ¿Qué acciones concretas se están tomando para asegurar que aquellos que llevan meses padeciendo escasez vean una solución real? La verdadera resiliencia no se logrará solo con la lluvia ocasional, sino con una planificación a largo plazo que contemple tanto las sequías como las inundaciones, fenómenos cada vez más frecuentes en un contexto de cambio climático.
De igual manera, la inminente construcción de la presa de Gibralmedina, aunque necesaria para aumentar la capacidad de almacenamiento, parece un parche a un problema estructural que requiere una revisión más profunda del modelo hídrico andaluz. Fomentar una gestión meticulosa y adaptativa no solo implica obras físicas, sino también una educación de la ciudadanía sobre el uso responsable del agua y políticas que incentiven la conservación. Preguntémonos: ¿estamos realmente preparados para enfrentar un futuro donde el agua podría no ser un recurso garantizado? Es crucial que las autoridades, además de actuar ante momentos de crisis, desarrollen estrategias efectivas que contemplen la planificación a largo plazo y que genuinamente prioricen el bienestar de toda la población malagueña. Sin un cambio radical en nuestra mentalidad y nuestras acciones, el alivio que sentimos hoy podría convertirse en una ilusión pasajera en un futuro no tan lejano.
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