La costa malagueña ha experimentado en los últimos días un fenómeno climatológico extraordinario, marcado por una semana de intensas lluvias que han traído consigo un alivio al crítico estado de los embalses de la provincia. Esta situación, impensable hace apenas un año, representa un cambio positivo en la gestión del agua, con casi 250 hectómetros cúbicos ya acumulados en los embalses, frente a los escasos 97 hm³ que se registraban en marzo de 2024.
Las primeras horas de este lunes se vieron acompañadas de un aumento significativo en los cauces de los ríos malagueños. El Guadalhorce, que durante la madrugada había elevado su caudal, se encontraba en alerta naranja en Bobadilla y Cártama, con una profundidad que superaba los tres metros y un impresionante flujo de 43,88 metros cúbicos por segundo. La situación, aunque preocupante, es un indicativo del buen estado hídrico que se empieza a vislumbrar.
A pesar del optimismo que generan los constates aumentos en los niveles de agua, las autoridades han alertado sobre la realidad de escorrentías y arrastres potencialmente peligrosos. A medida que el agua caída sobre las riberas malagueñas se desplaza, la preocupación por la sedimentación y la turbidez crece, lo que imposibilita el uso inmediato de los enlaces hídricos para el abastecimiento urbano. En este contexto, el río Campanillas y el Genal siguen en un nivel de alerta, mientras que el Turón mantiene un flujo controlado, aportando buenos niveles al embalse del Conde de Guadalhorce.
El balance que dejan las lluvias en la provincia es complejo. Si bien el almacenamiento de agua es alentador, no se debe perder de vista que llueve sobre mojado, y muchos cauces, pese a estar en niveles que no ponen en riesgo inminente a la población, requieren de un estricto seguimiento. Las distintas estaciones de aforo, como las ubicadas en Aljaima y Las Millanas, reportan cifras que revelan un caudal significativo, al tiempo que enfatizan la necesidad de precaución ante posibles desbordamientos.
La agricultura y el desarrollo sostenible de Málaga se encuentran en un punto crucial. Si las lluvias continúan en este tenor, los embalses podrían estabilizar el abastecimiento durante la sequía estacional. La reducción de la dependencia de barcos cisterna para el suministro de agua es ahora una meta más alcanzable gracias a las recientes precipitaciones. Las autoridades locales, junto con los servicios de protección civil, están en la cúspide de una labor vital: garantizar la seguridad de los ríos y el bienestar de sus ciudadanos mientras la naturaleza muestra —una vez más— su majestuosa fuerza.
Así, Málaga inicia una semana que, aunque marcada por el clima invernal, brinda un rayo de esperanza hacia un futuro más equilibrado en el manejo de sus recursos hídricos. La historia de la lucha contra el agua, que hace apenas un año estaba en desventaja, ahora se torna a favor de quienes habitan en esta soleada y ahora revitalizada costa.
La reciente serie de intensas lluvias que ha sacudido la costa malagueña ha traído consigo un rayo de esperanza en el crucial ámbito de la gestión hídrica, transformando un panorama que antes se presentaba desolador. Sin embargo, es imperativo que este evento climático no nos induzca a la complacencia. Si bien la acumulación de casi 250 hectómetros cúbicos en los embalses es un dato alentador, debemos recordar que el agua es un recurso finito y la sostenibilidad de su gestión aún está en entredicho. Las afirmaciones de que el peligro de desbordamientos ha disminuido son positivas, pero el estado actual de los ríos, como el Guadalhorce y el Genal, nos recuerda que las preocupaciones ambientales persisten, y es fundamental asegurarse de que los sistemas de alerta y gestión sean efectivos y proactivos.
Sin duda, la posibilidad de reducir la dependencia de barcos cisterna para el abastecimiento de agua es un avance significativo, pero esto debe ir acompañado de una reflexión más profunda sobre cómo se utilizan nuestros recursos hídricos y cómo se prevé su gestión a largo plazo. La agricultura y el desarrollo sostenible, pilares indispensables para el futuro de Málaga, requieren un enfoque que no solo contemple la disponibilidad de agua, sino también el impacto medioambiental y las necesidades de una creciente población. Como ciudadanos, debemos exigir un compromiso decidido de las autoridades para crear un modelo hidrológico resiliente que no dependa de las fluctuaciones climáticas. En este sentido, la lluvia puede ser un símbolo de renovación, pero solo si se le permite ser parte de una estrategia bien planificada y ejecutada.
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