La madrugada del 18 de marzo se tornó crítica para diversos municipios de la provincia de Málaga, en particular para la barriada de Campanillas y las localidades de Almogía y Álora, tras el desbordamiento del embalse de Casasola. Las intensas lluvias de los últimos días han elevado de manera alarmante el nivel de los embalses, superando los 310 hectómetros cúbicos, y amenazando con provocar inundaciones devastadoras en la región.
Desde la madrugada, el embalse ha continuado su ascenso, alcanzando un volumen de 351 metros cúbicos por segundo a las ocho de la mañana, cifra que supera en más de 100 metros cúbicos la capacidad que puede manejar la cuenca. El diputado de Seguridad, Manuel Marmolejo, confirmó que muchas familias han sido evacuadas de sus hogares como medida preventiva ante la creciente amenaza de inundaciones. Ayer por la tarde, la Junta dio la orden de 368 desalojos en varias zonas vulnerables, además de suspender las clases en los centros educativos de Campanillas, donde la seguridad de los estudiantes es prioritaria.
Las primeras imágenes que han trascendido muestran un panorama desolador en Almogía, donde las calles se han convertido en ríos y el acceso está cortado en la zona de Arroyo Coche. Los vecinos, que han estado en constante alerta, ahora enfrentan la realidad de la inundación, mientras los equipos de emergencia trabajan arduamente para prestar asistencia y evaluar los daños. En Álora, la situación no es menos preocupante, ya que se han reportado varios incidentes relacionados con el aumento del caudal.
El embalse de Casasola, que ha crecido más de 2 hectómetros cúbicos durante la noche, se encuentra al borde de su nivel de resguardo, lo que representa un peligro significativo. La preocupación se extiende a otros cauces en situación crítica; el Guadalhorce a su paso por Cártama está experimentando un flujo que alcanza casi 1.000 metros cúbicos por segundo, colocándolo en estado de alerta roja. Asimismo, otros cauces como el Guadiaro en Cortes de la Frontera y el Grande en Las Millanas están igualmente alertados, mientras que el nivel de los ríos Genal en Jubrique y Benamargosa presentan una situación crítica pero controlada.
Las autoridades locales han instado a la población a mantener la calma y seguir las instrucciones de los servicios de emergencia. Las condiciones de las vías de acceso se están deteriorando rápidamente, lo que está complica la llegada de ayuda a las zonas más afectadas. Los servicios de emergencias se encuentran en estado de alerta y realizarán evaluaciones continuas para hacer frente a las consecuencias de estas inusuales precipitaciones que han desatado una crisis hídrica en Málaga.
Este evento extremo subraya la necesidad de un mayor enfoque en la gestión sostenible de recursos hídricos y en la adaptación al cambio climático, que amenaza con agudizar fenómenos meteorológicos de este tipo y poner en riesgo a las comunidades locales. A medida que la tormenta continúa y las consecuencias se profundizan, los malagueños se preparan para afrontar lo que pueda venir, unidos en la incertidumbre y la resiliencia ante este desafío ambiental.
El desbordamiento del embalse de Casasola y las posteriores inundaciones en Málaga no son solo un fenómeno natural; son un claro reflejo de la fragilidad de nuestra infraestructura y la necesidad urgente de revisar nuestra gestión hídrica. En un contexto de **cambio climático**, donde las lluvias torrenciales se han vuelto más frecuentes e intensas, resulta alarmante que infraestructuras críticas sigan operando al límite de su capacidad. La evacuación de **368 familias** es un recordatorio doloroso de que muchas veces la prevención es ignorada hasta que las aguas peligrosamente amenazan nuestras vidas y propiedades. La falta de planificación y la inadecuada adaptación a condiciones climáticas adversas han dejado a muchas comunidades vulnerables, lo que plantea preguntas inquietantes sobre la preparación de las autoridades y su disposición para abordar estos retos de forma proactiva.
Sin embargo, este evento también debe ser visto como una oportunidad para que las instituciones locales pidan cambios significativos en cómo se gestionan los recursos hídricos. Es hora de que la Junta de Andalucía adopte un enfoque más **sostenible y resiliente**, priorizando no solo las soluciones técnicas, sino también un marco normativo que favorezca la **adaptación al cambio climático** en la región. Invertir en infraestructuras que no solo resistan fenómenos extremos, sino que también preserven y gestionen el agua de manera consciente es el primer paso hacia una Málaga más segura. Además, la movilización de los ciudadanos para mantener un entorno más consciente y colaborativo frente a este tipo de crisis es igualmente crucial. Ante estos acontecimientos, solo podemos esperar que se conviertan en la chispa que encienda un debate más amplio sobre sostenibilidad y responsabilidad social en nuestra provincia.
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