Este fin de semana, el embalse de La Concepción ha sido protagonista de una serie de maniobras controladas y necesarias para garantizar la seguridad hídrica de la provincia. Desde el pasado viernes, las compuertas de la presa se han abierto para permitir el desembalse de agua ante el aumento de las reservas, que ha llegado a situaciones críticas. La imagen que representa esta operativa —el agua fluyendo hacia el mar—, refleja la falta de capacidad de almacenamiento y plantea interrogantes sobre la gestión de recursos en una región donde el agua es un bien tan preciado.
La presidente de la Junta de Andalucía, en una reciente visita a la provincia, ha instado a la toma de decisiones “valientes y sostenibles” en lo que respecta a la infraestructura hídrica. Con el embalse operando al 82% de su capacidad, y niveles que flaquean entre los 47,1 y 47,2 hectómetros cúbicos, la situación exige un equilibrio urgente entre la entrada y salida de agua. A medida que avanzaba el sábado, se decidió aumentar el alivio a 15 metros cúbicos por segundo para tratar de controlar estos niveles, lo que podría dar paso a un nuevo aumento más tarde en la jornada.
A pesar de que el ayuntamiento ha adoptado medidas para mitigar riesgos, la región se enfrenta a una problemática aún mayor: la imposibilidad de trasvasar agua bruta desde La Concepción hacia Martínez y Viñuela debido al estado de las tuberías. Esto se produce en un contexto donde ya se ha diseñado un plan millonario para mejorar la abonanza hídrica, comenzando por Benalmádena. Sin embargo, este plan es insuficiente si no se aborda la modernización de la Estación de Tratamiento de Agua Potable (ETAP) del Verde, un cuello de botella que limita la capacidad de distribución.
Con el vuelco en la política hídrica, la Junta de Andalucía y Acosol han comenzado la planificación de un gran contrato de 35 millones con el objetivo de construir dos grandes depósitos que resuelvan los problemas de presión en el suministro. Sin embargo, las voces críticas instan a una urgencia mayor, pues ya se ha constatado que la continuación del uso de los pozos de Fuengirola y Guadalmansa no puede ser una solución a largo plazo.
Mientras tanto, los malagueños se preguntan cómo esta situación puede afectar su día a día. Con una población que depende tanto de las fuentes de agua potable, el aviso de que la potabilizadora cercana es insuficiente lleva a la preocupación colectiva. Tras la paralización de un proyecto vital hace quince años, ahora se anhela que la retoma de este, junto a otras iniciativas, materialice rápidamente en mejoras tangibles para el suministro en la Costa. En conclusión, se vuelve imperativo que se implemente un sistema de gestión hídrica que no solo sostenga el presente, sino que procure un futuro sostenible para Málaga.
La situación del embalse de La Concepción representa no solo un desajuste alarmante en la gestión hídrica de Málaga, sino también un síntoma de la inacción crónica que ha marcado la política regional en torno al agua. Mientras las compuertas de la presa se abren para aliviar una situación crítica, la escena es un recordatorio de que la falta de capacidad de almacenamiento se ha convertido en un problema recurrente y, en muchos aspectos, evitable. En un contexto donde la sostenibilidad es más que un lema, es desconcertante que las autoridades no hayan dado respuestas eficaces a las necesidades hídricas de una población cada vez más creciente y dependiente de recursos limitados. La tardanza en la implementación de proyectos clave, como la modernización de infraestructuras vitales, pone de manifiesto una falta de visión a largo plazo que se traduce en un riesgo real para el bienestar de los malagueños.
Aunque el anuncio de un nuevo contrato de 35 millones para construir depósitos y mejorar la presión del suministro es un paso positivo, surge la pregunta de si estos esfuerzos llegarán a tiempo para evitar que la crisis del agua se convierta en una constante en la vida cotidiana de los residentes. La apuesta por un sistema hídrico sostenible requiere no solo inversión, sino también un cambio en la cultura de la gestión del agua, que incluya medidas inmediatas para la recuperación y modernización de las infraestructuras existentes. En este sentido, la verdadera valentía que la presidente de la Junta ha invocado debería manifestarse en una respuesta decidida y rápida ante la crisis, no solo en promesas de futuro. La salud hídrica de Málaga no debe ser solo un tema de debate, sino un compromiso urgente y colectivo que garantice el acceso a un recurso vital para todos.
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