A pesar de que la temporada navideña ha llegado a su fin, las decoraciones festivas aún permanecen en el Centro Histórico de Málaga, generando una mezcla de nostalgia y ironía entre los viandantes. En particular, la Plaza de la Marina sigue siendo secularmente el escenario predilecto para las luces y ornamentos navideños, que ahora permanecen como un eco de la celebración que fue. La ciudadanía se pregunta, con un tono de desdén, cuánto tiempo más permanecerán estos restos de festividad en la plaza, que ya se apresta para retomar su ritmo cotidiano.
Lejos de ser un mero inconveniente estético, los adornos navideños desentonan con una realidad más seria que persiste en la zona. Un deterioro alarmante de las aceras en la Plaza de la Marina y otras áreas adyacentes, como la calle Santa María y Alcazabilla, refleja un estado de abandono que afecta no solo la imagen de la ciudad, sino también la seguridad de sus peatones. Las baldosas levantadas y los baches se convierten en un peligro latente, especialmente para los más vulnerables, como las personas mayores y los padres con carritos de bebé.
El mal estado del acerado ha sido tema recurrente en las conversaciones de los malagueños, quienes claman por una intervención urgente. A pesar de los múltiples avisos a las autoridades, la percepción es que las denuncias se esfuman en la burocracia, mientras el deterioro continúa su avance. Los vecinos de la zona sienten que sus quejas están siendo ignoradas, y una sensación de impotencia crece ante la pasividad de quienes deben actuar.
Además de las aceras, un semáforo en la conexión entre la Plaza de la Marina y Muelle Uno es fuente de frustración para los transeúntes, en particular para los mayores. Según la opinión de quienes utilizan a diario este cruce, el tiempo de espera es insuficiente. «Dura apenas 28 segundos, y no solo eso: el flujo constante de turistas complica aún más la situación. No puedes dar un paso seguro sin sentirte presionado», menciona la esposa de un antiguo vecino, que ya ha perdido la cuenta de las veces que ha escrito a la administración local.
Este semáforo, que debería ofrecer una solución, se convierte en un hándicap para la movilidad y la comodidad de los viandantes. Las quejas continúan resonando, pero hasta el momento parecen ser solo susurros en el viento de la burocracia municipal.
Las luces de Navidad pueden estar apagadas, pero los retos que enfrenta el Centro Histórico de Málaga parecen más urgentemente iluminados que nunca. La promesa de una ciudad que respira historia y cultura se ve empañada por problemas de infraestructura que requieren atención inmediata. Como ciudadanos, es nuestro deber mantener la presión para que estos temas no se queden en el ámbito anecdótico, sino que se conviertan en prioridades reales para el bienestar de todos. Solo así podremos garantizar que Málaga brille con la luz de su esencia, más allá del parpadeo de unos adornos navideños que, aunque simbólicos, pronto se convertirán en un recuerdo olvidado.
Es innegable que la Navidad trae consigo un aire de alegría y celebración, pero las luces fugaces de estas festividades no pueden eclipsar la realidad alarmante del abandono en el Centro Histórico de Málaga. Las decoraciones que cada año embellecen nuestras plazas pronto se convierten en un recordatorio de lo efímero y superficial de las promesas municipales. Los ciudadanos, lejos de disfrutar de la nostalgia, se enfrentan a un paisaje urbano deteriorado, donde las aceras agrietadas y llenas de baches imponen un riesgo real para quienes transitan por ellas. Es hora de que nuestras autoridades despierten de su letargo burocrático y comprendan que un centro histórico vibrante no solo se construye con ornamentación temporal, sino que requiere de una inversión constante en infraestructura y seguridad para sus habitantes y visitantes.
La frustración palpable de los malagueños ante la inacción frente a estos problemas es un reflejo de un modelo de gestión que parece haber abandonado su deber primordial: cuidar del bienestar de la comunidad. El semáforo deficiente entre la Plaza de la Marina y Muelle Uno representa un síntoma más de una falta de sensibilidad hacia las necesidades diarias de las personas. Si bien es positivo que la ciudad se esfuerce por potenciar su imagen turística, no podemos permitir que esto ocurra a expensas de la calidad de vida de los que aquí residen. La solución no radica únicamente en la ornamentación, sino en priorizar las verdaderas necesidades de la ciudadanía. En un Málaga que aspira a ser un referente cultural, es crucial que tanto los gobernantes como nosotros, los ciudadanos, exijamos una atención que trascienda festividades y que ilumine los problemas estructurales que requieren de acción y compromiso reales.
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