El 7 de febrero de 2025 marca el 88 aniversario de uno de los episodios más trágicos de la historia de España: La Desbandá. Este evento, que refleja la desesperación y el sufrimiento de miles de civiles, ha sido oficialmente reconocido como Lugar de Memoria Democrática, un acto que simboliza una justa reivindicación histórica para aquellos que vivieron en carne propia la brutalidad de la Guerra Civil.
En esta fecha, el Boletín Oficial del Estado ha publicado la declaración formal que conmemora la huida de aproximadamente 300.000 personas que, aterradas por la inminente entrada de las tropas franquistas en Málaga, emprendieron un angustioso éxodo hacia Almería. Este acontecimiento, conocido también como "La Huía", es recordado por el terror que significó para una población civil que, al mismo tiempo que trataba de preservar su vida, se convirtió en el blanco de bombardeos devastadores.
La decisión de declarar La Desbandá como Lugar de Memoria Democrática surge de un expediente iniciado por la Dirección General de Memoria Democrática, tras años de investigación que han puesto de relieve la magnitud de esta tragedia. Este acto no solo busca honrar la memoria de aquellos que sufrieron, sino que también evidencia la necesidad de mantener vivo el recuerdo de violaciones sistemáticas de derechos humanos, que en este contexto se conciben como un punto de inflexión en la consideración de la población civil como un objetivo militar.
La declaración resalta impactantes singularidades de este episodio, pues los bombardeos fueron constantes y aterradores. La antigua carretera N-340, apodada por muchos como "la carretera de la muerte", fue escenario de una salvaje persecución y una masacre que marcaría para siempre a quienes lograron sobrevivir, así como a sus descendientes. Las historias de coraje y resistencia se entrelazan con las de dolor y pérdida, y es esta dualidad la que hace necesario recordar y reconocer el sufrimiento humano.
El reconocimiento de lugares emblemáticos como el Peñón del Cuervo, donde miles de personas iniciaron su travesía, o los vestigios de artillería que aún se pueden observar en Rincón de la Victoria, refuerza la importancia de los espacios físicos en la memoria colectiva. Estos puntos, marcados por la historia, se convierten en memoriales que invitan a reflexionar sobre el impacto de la desesperación humana y la barbarie en tiempos de guerra.
Esta conmemoración no debe considerarse solo un acto simbólico, sino un llamado a la reconciliación y la reflexión sobre los horrores de la guerra. El reconocimiento de La Desbandá actúa como faro que guía hacia una sociedad más consciente y crítica sobre su pasado, recordando que la memoria histórica no solo pertenece a quienes padecieron en aquel entonces, sino también a las futuras generaciones que deben aprender de las lecciones que nos dejó la historia.
En un mundo donde la paz y los derechos humanos son valores fundamentales, el homenaje a las víctimas de La Desbandá es un paso esencial hacia la verdad y la justicia, proponiendo que la memoria del pasado se convierta en cimiento para un presente y un futuro más dignos.
El reconocimiento de La Desbandá como Lugar de Memoria Democrática es un acto que, sin duda, merece ser celebrado en nuestra sociedad. Sin embargo, no podemos caer en el peligro de desdibujar este evento en un mero ritual de recuerdo. Al conmemorar el sufrimiento de aproximadamente 300.000 personas que decidieron huir en medio de un bombardeo indiscriminado, debemos también cuestionar el papel que juega el Estado en el reconocimiento de tales tragedias. La memoria histórica no puede limitarse a actos simbólicos o a la colocación de placas; debe traducirse en políticas que aseguren que lecciones del pasado, como la de La Desbandá, informen y guíen nuestra conducta presente y futura. Es una existencia compleja la que se despliega entre la memoria y la acción, donde la responsabilidad del Estado incluye la educación y la promoción de una cultura de paz y respeto a los derechos humanos.
Además, es crucial que la conmemoración de La Desbandá no actúe como un justificante para la polarización política que aún persiste en España. Al rendir homenaje a las víctimas, existe el riesgo de que las narrativas se fragmenten, transformando este acto en un campo de batalla ideológico. Para honrar realmente a quienes sufrieron, es fundamental fomentar un espacio donde se entrelacen las historias de dolor sin caer en el sectarismo. La historia debe ser un puente y no un muro; así, el reconocimiento de este trágico episodio puede servir para construir un futuro donde la reconciliación y la paz sean los pilares fundamentales. Es en esta dualidad —el reconocimiento del dolor y la búsqueda de reconciliación— donde radica la fortaleza del significado de La Desbandá, un legado que se extiende más allá de lo conmemorativo hacia la construcción de una sociedad más justa y compasiva.
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