Málaga, 10 de octubre de 2025. La concesión del Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado, figura clave de la oposición venezolana, ha desatado una tormenta política en España. Lejos de unirse a las felicitaciones internacionales, Podemos e Izquierda Unida han reaccionado con virulencia, calificando la decisión de "inaceptable" y acusando a Machado de "golpista". La controversia reaviva el debate sobre la postura de estos partidos ante el régimen de Nicolás Maduro y su impacto en la política española.
La respuesta más estridente ha llegado de la mano de Pablo Iglesias, exlíder de Podemos, quien no ha dudado en recurrir a comparaciones polémicas para expresar su indignación. En un mensaje incendiario en la red social X, Iglesias ironizó sobre la posibilidad de haber concedido el premio a figuras históricas controvertidas, minimizando la importancia del reconocimiento a Machado. "Se lo podrían haber dado directamente a Trump o incluso a Adolf Hitler a título póstumo", escribió, evidenciando la magnitud de su descontento.
Ione Belarra, actual líder de Podemos, se sumó a las críticas, argumentando que el premio ha perdido su valor al ser otorgado a personas que, según su criterio, promueven la desestabilización política. "El Nobel de la Paz ahora lo reciben golpistas y criminales de guerra", declaró Belarra, cuestionando la credibilidad de las instituciones internacionales. Javier Sánchez Serna, también miembro destacado de la dirección de Podemos, acusó al premio de ser una herramienta de la "guerra fría" occidental, al servicio de intereses políticos particulares.
Izquierda Unida, por su parte, también ha expresado su desacuerdo con el galardón. Antonio Maíllo, líder de la formación, lamentó que se haya ignorado a otras personalidades e iniciativas que, a su juicio, merecían más el reconocimiento en un contexto global marcado por conflictos y crisis humanitarias. "En un contexto bélico global, con un genocidio en Palestina (…) había suficientes personalidades donde el Nobel habría tenido más sentido", aseveró Maíllo.
La reacción de Podemos e IU no es una sorpresa. Ambos partidos han mantenido una postura ambivalente hacia el régimen de Nicolás Maduro, cuestionada en numerosas ocasiones por su legitimidad democrática. La comunidad internacional ha denunciado repetidamente las irregularidades en las elecciones venezolanas y la persecución de la oposición, pero Podemos e IU han evitado condenar abiertamente al gobierno chavista.
Este posicionamiento ha generado críticas dentro y fuera de España. Se ha recordado la estrecha relación de algunos líderes de Podemos con el régimen venezolano, especialmente en los años previos a la fundación del partido, cuando ejercieron labores de asesoría. La defensa de Maduro y el ataque a Machado revelan, según sus detractores, una doble vara de medir en materia de derechos humanos y democracia.
La polémica por el Nobel de la Paz a María Corina Machado pone de manifiesto las profundas divisiones ideológicas en la política española y la complejidad de las relaciones internacionales. Mientras la mayoría de los líderes mundiales celebran el reconocimiento a una figura clave en la lucha por la democracia en Venezuela, Podemos e IU se desmarcan con un ataque furibundo que alimenta la controversia y reabre viejas heridas.
La virulencia con la que Podemos e IU han reaccionado ante el Nobel de la Paz concedido a María Corina Machado no solo resulta predecible, sino que confirma la persistencia de una miopía ideológica que daña la credibilidad de la izquierda española. En lugar de celebrar, aunque sea con reservas, el reconocimiento a una figura que encarna la lucha por la democracia en Venezuela, se opta por el ataque visceral, refugiándose en un discurso que equipara la disidencia política con el golpismo. Esta actitud, lejos de contribuir a un debate constructivo sobre la compleja situación venezolana, perpetúa la polarización y alimenta la desconfianza hacia un sector político que parece incapaz de distanciarse críticamente de regímenes autoritarios, incluso cuando estos violan sistemáticamente los derechos humanos. La pregunta que surge es si esta defensa a ultranza de lo indefendible responde a convicciones ideológicas profundamente arraigadas o a la sombra de oscuros compromisos del pasado.
Más allá de las justificaciones ideológicas, la controversia generada por este Nobel revela una profunda inconsistencia ética en el discurso de ciertos sectores de la izquierda española. Mientras se exige una condena firme y unánime de las violaciones de derechos humanos en otros contextos geopolíticos, se minimizan o justifican las cometidas por el régimen de Maduro. Antonio Maíllo, al lamentar que el Nobel no se haya concedido a figuras que luchan en otros conflictos, indirectamente invalida la lucha que Machado lleva años librando, ignorando que la defensa de la democracia y los derechos humanos debería ser un imperativo universal, sin importar el color político del opresor. Esta selectividad moral mina la legitimidad de Podemos e IU para erigirse como defensores de los valores progresistas y los aleja de un electorado cada vez más sensibilizado con la defensa incondicional de la dignidad humana. En un mundo interconectado, la coherencia ética es un valor en alza y la incoherencia, un lastre difícil de superar.
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