La aparente calma del Atlántico que baña las costas de Tenerife se ha visto perturbada por una tormenta burocrática que amenaza el bienestar de dos orcas, Wikie y su cría Keijo. La sombra de la incertidumbre se cierne sobre su futuro, atrapados en un limbo legal tras la decisión de las autoridades francesas de prohibir los espectáculos con cetáceos, una ley aplaudida por los defensores de los animales, pero que ha desatado un complejo rompecabezas logístico y ético.
Desde 2021, el reloj corría en contra de Wikie y Keijo, habitantes del Marineland Antibes, el parque marino más grande de Europa. Diversas opciones de reubicación se barajaron, incluyendo santuarios marinos en Canadá y parques acuáticos en Japón. Sin embargo, el Ministerio de Transición Ecológica francés priorizó un destino europeo, fijando sus ojos en el Loro Parque de Tenerife, un centro de renombre internacional con una sólida reputación en el cuidado de animales.
Pero la esperanza se ha visto frustrada por un informe negativo de la Autoridad Científica (CITES) española, que ha impedido el traslado. Lo que ha encendido la indignación en el Loro Parque es la opacidad que rodea este informe. El zoológico, amparándose en su derecho al acceso a la información ambiental, solicitó conocer el contenido de dicho informe, pero la respuesta se ha demorado, lo que ha llevado a la institución a presentar un contencioso administrativo contra CITES y un requerimiento ante el Consejo de Transparencia y Buen Gobierno.
Wolfgang Kiessling, presidente del Grupo Loro Parque, ha manifestado su incredulidad ante la situación. «Nuestro parque ha recibido innumerables reconocimientos internacionales por su excelencia en bienestar animal», declara Kiessling. «No parece creíble que se pretenda cuestionar nuestra labor a través de un informe inexistente y que no se dé acceso a la información científica que justifique tal recomendación».
La trayectoria del Loro Parque en el rescate y rehabilitación de animales es innegable. El caso de Morgan, la orca sorda rescatada en Holanda, es un ejemplo paradigmático. Su llegada al parque no solo le brindó una nueva oportunidad de vida, sino que también impulsó la investigación en métodos de comunicación innovadores para cetáceos con discapacidad auditiva. Además, el parque ya alberga a Adan y Tekoa, lo que les acredita como expertos en el cuidado de orcas.
La pregunta que resuena en el Loro Parque y entre los defensores de los animales es: ¿qué motivos reales subyacen a la negativa de CITES? ¿Se trata de una valoración objetiva basada en datos científicos o existen otros intereses en juego? La falta de transparencia y la demora en la entrega del informe alimentan las sospechas y dificultan la búsqueda de una solución que garantice el bienestar de Wikie y Keijo.
El futuro de estas dos orcas pende de un hilo. Mientras tanto, el Loro Parque se mantiene firme en su compromiso de ofrecer un hogar seguro y digno a los animales que lo necesiten, pero la sombra de la duda planea sobre un proceso que debería priorizar el bienestar animal por encima de cualquier otra consideración. La batalla legal y mediática ha comenzado, y el tiempo apremia para Wikie y Keijo, dos seres sintientes que merecen una oportunidad de vivir en un entorno adecuado.
La opacidad que rodea la negativa al traslado de Wikie y Keijo al Loro Parque es, cuando menos, inquietante. Más allá de la defensa legítima de los derechos de los animales, que nadie discute, el bloqueo basado en un informe CITES cuya información se niega a compartir suscita serias dudas sobre la imparcialidad del proceso. Si la autoridad científica esgrimiera datos sólidos que demostraran la incapacidad del Loro Parque para albergar a estas orcas, ¿por qué ocultarlos? La transparencia, piedra angular de cualquier decisión pública, brilla por su ausencia, alimentando suspicacias sobre posibles presiones políticas o ideológicas que poco o nada tienen que ver con el bienestar animal.
Si bien es cierto que el debate sobre la idoneidad de mantener cetáceos en cautividad es legítimo y necesario, instrumentalizar la protección animal para fines que escapan al mero cuidado de Wikie y Keijo resulta, paradójicamente, perjudicial para ellas. El empecinamiento en negar al Loro Parque la posibilidad de ofrecer un hogar a estas orcas, sin justificación transparente, se asemeja a un castigo preventivo que podría ser más dañino que beneficioso. En lugar de apostar por soluciones pragmáticas que prioricen el bienestar inmediato de los animales, se prefiere mantenerlas en un limbo burocrático que erosiona la confianza en las instituciones y obstaculiza la búsqueda de alternativas viables.
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