Madrid se despide de uno de sus personajes más polémicos y mediáticos: Emilio Rodríguez Menéndez, fallecido hoy a los 75 años en el Hospital Central de la Cruz Roja, San José y Santa Adela. El letrado, conocido por defender a figuras tan extravagantes como El Dioni o la Dulce Neus, y por sus propios encontronazos con la justicia, deja tras de sí un legado marcado por la controversia, los titulares escandalosos y un peculiar estilo que lo convirtió en un rostro habitual de la crónica social y judicial española. Su fallecimiento, tras varias semanas de ingreso hospitalario, cierra un capítulo en la historia de la abogacía española, un capítulo escrito con tinta de escándalo y ribetes de excentricidad.
Rodríguez Menéndez, nacido en Madrid el 16 de octubre de 1950, construyó su carrera a base de casos mediáticos, defendiendo a personajes que, de una u otra forma, copaban portadas. Desde Dionisio Rodríguez, El Dioni, el guardia de seguridad que protagonizó uno de los robos más sonados de la historia reciente, hasta Nieves Soldevilla, la dulce Neus, condenada por el asesinato de su marido, pasando por los policías implicados en la desaparición de El Nani, su trayectoria se caracterizó por la elección de clientes cuyas causas, a menudo perdidas de antemano, garantizaban su presencia en los medios. Su defensa de Antonio David Flores, en el marco de la tormentosa separación del ex guardia civil y Rocío Carrasco, es otro ejemplo de su querencia por el foco mediático. Parecía que el abogado valoraba más la notoriedad que el éxito jurídico, cultivando un perfil de abogado estrella que no dejaba indiferente a nadie.
Pero la vida de Rodríguez Menéndez no se limitó a la defensa de otros. Él mismo se vio envuelto en numerosos procesos judiciales, acumulando condenas y protagonizando rocambolescas fugas. La condena por el caso del vídeo sexual contra Pedro J. Ramírez, ex director de El Mundo, marcó un antes y un después en su carrera. Su huida a Argentina, luego a Portugal, y finalmente su detención en España, se convirtieron en un culebrón mediático que eclipsó, incluso, algunos de los casos que él mismo defendía. A esta condena se sumaron otras por bigamia y fraude fiscal, sumando una abultada cuenta pendiente con la justicia.
Más allá de los tribunales, Rodríguez Menéndez intentó dejar su impronta en otros ámbitos. Su aventura como propietario del diario Ya fue efímera y poco fructífera. Sus incursiones en la política tampoco lograron el éxito esperado. Sin embargo, su figura, controvertida y singular, permanecerá en la memoria colectiva como la de un abogado que, para bien o para mal, nunca pasó desapercibido. Con su fallecimiento, se cierra un capítulo en la crónica negra y rosa de España, un capítulo protagonizado por un personaje que, a pesar de sus sombras, supo construir un personaje único e inconfundible.
Madrid se despide de uno de sus personajes más polémicos y mediáticos: Emilio Rodríguez Menéndez, fallecido hoy a los 75 años en el Hospital Central de la Cruz Roja, San José y Santa Adela. El letrado, conocido por defender a figuras tan extravagantes como El Dioni o la Dulce Neus, y por sus propios encontronazos con la justicia, deja tras de sí un legado marcado por la controversia, los titulares escandalosos y un peculiar estilo que lo convirtió en un rostro habitual de la crónica social y judicial española. Su fallecimiento, tras varias semanas de ingreso hospitalario, cierra un capítulo en la historia de la abogacía española, un capítulo escrito con tinta de escándalo y ribetes de excentricidad.
Rodríguez Menéndez, nacido en Madrid el 16 de octubre de 1950, construyó su carrera a base de casos mediáticos, defendiendo a personajes que, de una u otra forma, copaban portadas. Desde Dionisio Rodríguez, El Dioni, el guardia de seguridad que protagonizó uno de los robos más sonados de la historia reciente, hasta Nieves Soldevilla, la dulce Neus, condenada por el asesinato de su marido, pasando por los policías implicados en la desaparición de El Nani, su trayectoria se caracterizó por la elección de clientes cuyas causas, a menudo perdidas de antemano, garantizaban su presencia en los medios. Su defensa de Antonio David Flores, en el marco de la tormentosa separación del ex guardia civil y Rocío Carrasco, es otro ejemplo de su querencia por el foco mediático. Parecía que el abogado valoraba más la notoriedad que el éxito jurídico, cultivando un perfil de abogado estrella que no dejaba indiferente a nadie.
Pero la vida de Rodríguez Menéndez no se limitó a la defensa de otros. Él mismo se vio envuelto en numerosos procesos judiciales, acumulando condenas y protagonizando rocambolescas fugas. La condena por el caso del vídeo sexual contra Pedro J. Ramírez, ex director de El Mundo, marcó un antes y un después en su carrera. Su huida a Argentina, luego a Portugal, y finalmente su detención en España, se convirtieron en un culebrón mediático que eclipsó, incluso, algunos de los casos que él mismo defendía. A esta condena se sumaron otras por bigamia y fraude fiscal, sumando una abultada cuenta pendiente con la justicia.
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