La trama que salpica al exministro Ábalos continúa generando ondas expansivas en la política nacional. Hoy, 16 de octubre de 2025, Koldo García, exasesor y figura clave en la trama de presunta corrupción, se ha acogido a su derecho a no declarar ante el Tribunal Supremo. La expectación era máxima, especialmente tras la declaración de Ábalos el día anterior, pero García, fiel a su estrategia de hermetismo judicial, optó por el silencio, alegando falta de acceso a las grabaciones que sustentan las acusaciones.
El fiscal jefe de Anticorrupción, Alejandro Luzón, no tardó en señalar la flagrante contradicción entre la locuacidad de García ante los medios y su mutismo en la sede judicial. Un contraste que no pasó desapercibido y que alimenta aún más las sospechas sobre su implicación en la trama. La abogada de García, Leticia de la Hoz, intentó justificar el silencio de su cliente aludiendo a un supuesto «acoso mediático», incluso mencionando aspectos de su relación con su expareja, también investigada, un argumento que fue rápidamente cortado por el magistrado Leopoldo Puente.
Lo que sí resuena con fuerza en los pasillos del Supremo son los detalles del informe de la Guardia Civil, donde se revela el presunto lenguaje en clave utilizado por García para referirse a entregas de dinero en efectivo de origen «opaco». Las «chistorras» (billetes de 500 euros), los «soles» (200 euros) y las «lechugas» (100 euros) se han convertido en el nuevo argot de la corrupción, según la investigación. Las conversaciones interceptadas entre García y su exesposa, Patricia Úriz, sobre «folios» y el conteo de «chistorras» y «lechugas», complican aún más la defensa del exasesor.
Por el momento, y al igual que sucedió con Ábalos, la Fiscalía no ha solicitado prisión provisional para Koldo García, al no apreciar riesgo de fuga o destrucción de pruebas. Sin embargo, ocho de las nueve acusaciones populares personadas sí han pedido al juez que reconsidere la situación procesal de García y decrete su ingreso en prisión. La decisión final del magistrado se espera en las próximas horas.
El silencio de Koldo García ante el Supremo, lejos de ser un acto de prudencia legal, resuena como una confesión implícita en el imaginario colectivo. En una sociedad hastiada de eufemismos y justificaciones banales, la estrategia del mutismo se antoja un insulto a la inteligencia, una burla que alimenta la desconfianza hacia la clase política y sus entramados. Que la defensa recurra al «acoso mediático» como coartada, tratando de desviar la atención hacia aspectos personales, evidencia una carencia argumentativa preocupante y una falta de respeto hacia la función primordial de la prensa: informar y fiscalizar el poder. La insistencia en obviar las grabaciones que supuestamente incriminan a García, alegando falta de acceso, huele a maniobra dilatoria, un intento desesperado de ganar tiempo en un contexto legal cada vez más asfixiante.
Más allá de las consecuencias judiciales que recaerán sobre los implicados, la trama Koldo expone una metástasis moral que socava los cimientos de nuestra democracia. El lenguaje en clave – «chistorras», «lechugas» – no es solo un tecnicismo legal, sino un síntoma de la banalización del mal, de la normalización de la corrupción como un código compartido entre cómplices. ¿Cuántas «chistorras» y «lechugas» seguirán circulando bajo la mesa, alimentando la impunidad y la desigualdad? La respuesta a esta pregunta no reside únicamente en las sentencias judiciales, sino en la capacidad de la sociedad civil para exigir transparencia, rendición de cuentas y una regeneración ética profunda. Solo así podremos desterrar la cultura del amiguismo y el clientelismo que, lamentablemente, sigue impregnando las instituciones de nuestro país.
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