El presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, ha lanzado un renovado llamamiento a la unidad y la cohesión política en su mensaje de fin de año, subrayando la necesidad de abandonar la «crispación delirante» que, según él, ha permeado el panorama político actual. En un discurso desde el Palacio de Fuensalida en Toledo, el dirigente socialista ha instado a todos los actores políticos, tanto del propio PSOE como del PP, a dejar de lado las actitudes frentistas y populistas, y a centrarse en el consenso y el diálogo.
A medida que se aproxima el 50 aniversario de la muerte de Francisco Franco y la conmemoración de la transición a la democracia en España, García-Page ha recordado que la mejor forma de honrar este hito es «imitando aquella época» donde prevalecieron «muchos acuerdos y comprensión mutua». Este mensaje llega en un momento en el que la polarización política parece estar en su punto más álgido, y el presidente ha advertido que cualquier celebración de la transición no puede hacerse “la mitad contra la otra mitad”, abogando por un entendimiento que propicie la convivencia.
En su intervención, el líder regional ha hecho énfasis en que el mantenimiento de la cohesión social es «la mayor garantía» para enfrentar a aquellos que atacan la igualdad y buscan privilegiar a ciertos grupos o territorios. Aunque sin nombrar directamente a los partidos independentistas, sus palabras apuntan claramente hacia ellos, instando a que la «inmensa mayoría de los españoles» se encuentre unida en la defensa de un objetivo común. «Debemos sentirnos orgullosos de vivir en el mismo país que dejaron como legado quienes se sacrificaron por nuestro bienestar», afirmó.
García-Page también ha tenido un gesto de solidaridad hacia las víctimas de la dana que azotó varias localidades en su comunidad y en la Comunidad Valenciana a finales de octubre. Recordó el deber del Gobierno regional de «transformar el dolor» de aquellos afectados en un propósito de rápida recuperación y apoyo, resaltando que «se pueden hacer bien las cosas en medio de un dolor inmenso».
En paralelo, el presidente de la Xunta de Galicia, Alfonso Rueda, centró su mensaje en el avance educativo, recordando la histórica medida que ha hecho que la educación en Galicia sea gratuita en todas sus etapas desde 2024. Rueda destacó que la educación no debe estar condicionada por las circunstancias económicas de las familias, afirmando que tanto la vocación como el talento deben ser los únicos criterios que guíen el acceso a la formación académica.
A medida que el año llega a su fin, ambos líderes políticos —García-Page y Rueda— han utilizado sus plataformas para ofrecer visiones de futuro enfocadas en la unidad y el progreso. García-Page ha posicionado su deseo de un 2025 más colaborativo, mientras que Rueda se ha comprometido a seguir cumpliendo con la voluntad del pueblo gallego, reafirmando su compromiso en la búsqueda del bienestar común dentro del marco de la Constitución.
El llamamiento a la unidad por parte de Emiliano García-Page es un eco necesario en un contexto de creciente polarización que amenaza con socavar los cimientos de nuestra convivencia democrática. Es evidente que la articulación del diálogo y el consenso debe ser la prioridad en un tiempo en que las divisiones políticas se intensifican, y la retórica de la crispación se ha convertido en el modus operandi de muchos actores en el panorama español. Sin embargo, esta noble intención, aunque loable, carece de eficacia si no se traduce en acciones concretas que promuevan verdaderamente la cohesión social y den respuesta a las demandas de una ciudadanía harta de discursos vacíos y promesas incumplidas. La política no debe ser solo retórica; la construcción de un espacio común requiere una voluntad genuina de abandono de las tácticas confrontativas que predominan en la actualidad.
Además, es fundamental entender que la alusión de García-Page a la «inmensa mayoría de los españoles» puede resultar problemática si se utiliza como una herramienta para silenciar a las minorías o ignorar las realidades socioeconómicas diversas que conviven en nuestro país. En un momento en que el sufrimiento de quienes han sido marginados o ignorados se intensifica, una llamada a la unidad que no integre estas voces se convierte en un ejercicio puramente simbólico. La clave podría estar en promover un entendimiento inclusivo que desafíe no solo a los adversarios políticos, sino también a los esquemas establecidos que perpetúan desigualdades. En lugar de mirar al pasado en busca de ejemplos de consenso, quizás deberíamos fijar la vista en el futuro, ideando nuevas formas de acercamiento que involucren a todos los sectores de la sociedad española, sin dejar a nadie atrás.
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