El curso político ha comenzado con un choque de trenes en la derecha española. Alberto Núñez Feijóo, líder del Partido Popular, ha marcado distancias con Vox y su líder, Santiago Abascal, en una rueda de prensa celebrada ayer en Aranjuez. En un contexto marcado por encuestas que auguran un avance significativo de Vox a costa del PP, Feijóo ha lanzado una doble ofensiva: una propuesta de reforma electoral audaz y un llamamiento al voto útil para garantizar un cambio de gobierno.
La propuesta estrella de Feijóo consiste en una reforma legal que impediría la prórroga de los Presupuestos Generales del Estado por dos ejercicios consecutivos. De no lograrse un acuerdo para las cuentas públicas en dos años seguidos, se disolverían las Cortes y se convocarían elecciones generales. Esta medida, calificada por algunos analistas como un «órdago a la grande», busca evitar la parálisis política y forzar a los partidos a buscar consensos en materia presupuestaria. Sin embargo, también implica un riesgo considerable, ya que podría abocar al país a elecciones anticipadas en un momento de incertidumbre económica y social.
Pero la propuesta de reforma electoral no es la única arma que Feijóo ha esgrimido para combatir el auge de Vox. Consciente de que las encuestas reflejan un trasvase de votos del PP hacia la formación de Abascal, el líder popular ha intensificado su discurso en temas clave como la inmigración y el campo, buscando recuperar el terreno perdido. En este sentido, Feijóo ha asegurado que España es «una nación con las puertas abiertas a la delincuencia» y ha criticado la política agraria común (PAC) de la Unión Europea, mostrando su disposición a votar en contra de sus colegas populares europeos si no se defienden los intereses del campo español.
Sin embargo, el mensaje central de Feijóo ha sido un llamamiento al voto útil. «La única posibilidad de que haya un cambio de Gobierno en España es que el Partido Popular tenga los votos suficientes para poder gobernar», ha afirmado, alentando a los votantes de Vox a optar por la «papeleta azul» que, a su juicio, garantiza la alternancia política. En este sentido, Feijóo ha insistido en que, aunque Vox recupere los 52 escaños que ya obtuvo en 2019, el crecimiento del PP hasta los 150 diputados le sitúa en una posición de ventaja para liderar un futuro gobierno.
La estrategia de Feijóo no está exenta de riesgos. Al marcar distancias con Vox, el líder del PP podría perder el apoyo de aquellos votantes que se sienten más identificados con el discurso de Abascal. Sin embargo, Feijóo confía en que la moderación y la centralidad le permitirán atraer a un electorado más amplio y consolidar al PP como la principal fuerza política de la derecha española. La batalla por el liderazgo de la derecha ha comenzado y las próximas semanas serán cruciales para determinar quién se alzará con la victoria.
La ofensiva de Feijóo, disfrazada de propuesta de reforma electoral, revela una preocupante miopía estratégica. Intentar doblegar a Vox a través de una amenaza de repetición electoral es un acto de desesperación que ignora la creciente desafección ciudadana hacia la clase política en su conjunto. ¿Acaso no percibe el PP que esta maniobra podría interpretarse como un chantaje, alejando aún más a los votantes desencantados que buscan alternativas fuera del bipartidismo tradicional? La propuesta, más allá de su aparente intención de desbloquear la gobernabilidad, parece un burdo intento de reafirmar el liderazgo del PP en una derecha cada vez más fragmentada, un cálculo político que podría salirle caro.
El llamamiento al «voto útil» es la cantinela de siempre, un recurso manido que subestima la inteligencia del electorado. Feijóo parece olvidar que el auge de Vox no se debe únicamente a una cuestión de tácticas electorales, sino a la incapacidad del PP de ofrecer respuestas convincentes a las inquietudes de una parte significativa de la sociedad. Su tardío coqueteo con temas como la inmigración y el campo, en un intento burdo de recuperar votantes, solo evidencia la falta de un proyecto sólido y consistente. Reducir la política a una simple batalla por el poder, ignorando las causas profundas del descontento social, es un error que la derecha española ya ha pagado caro en el pasado y que, de persistir en esta senda, volverá a lamentar.
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