En un Madrid otoñal donde las hojas caen y las investigaciones judiciales se agitan, el Gobierno central se encuentra una vez más en el ojo del huracán. La Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, con su meticuloso trabajo de investigación, ha entregado un nuevo atestado que ha sacudido los cimientos de la política nacional. Esta vez, el foco se centra en la figura de Ángel Víctor Torres, actual ministro de Política Territorial y ex presidente de Canarias, quien se ve involucrado en la trama de compra de mascarillas durante los primeros y caóticos meses de la pandemia.
El informe de la UCO revela una serie de mensajes entre Koldo García, el controvertido asesor del ex ministro José Luis Ábalos, y el propio Ángel Víctor Torres. En estas comunicaciones, según el atestado, se aprecia un insistente interés del entonces presidente canario en agilizar el pago a la empresa suministradora de las mascarillas, una empresa vinculada a la trama liderada por Víctor de Aldama. La cuestión que planea sobre estos mensajes es si el interés de Torres respondía a la legítima necesidad de asegurar el suministro de material sanitario en un momento crítico, o si, por el contrario, se trataba de una presión indebida para favorecer a los implicados en la trama.
Desde La Moncloa, la respuesta no se ha hecho esperar. Fuentes gubernamentales minimizan el impacto de las revelaciones, argumentando que no existe «ningún delito ni ninguna cosa grave» que pueda desestabilizar al Gobierno. Se insiste en que las conversaciones reveladas ya eran conocidas, habiéndose abordado en el Parlamento de Canarias y en la comisión de investigación del Senado. La versión oficial busca proyectar una imagen de calma, restando importancia a lo que consideran una mera «relación con un asesor de confianza de un ministro».
Sin embargo, la oposición no parece dispuesta a dejar pasar la oportunidad de erosionar la imagen del Gobierno. Las acusaciones de opacidad y falta de transparencia se han intensificado, y se exige una investigación exhaustiva para esclarecer el papel exacto de Ángel Víctor Torres en la trama. La controversia no solo amenaza con desgastar la figura del ministro, sino que también pone en entredicho la gestión de la pandemia por parte del Gobierno, un tema especialmente sensible en un momento en el que la sociedad aún recuerda con dolor los peores momentos de la crisis sanitaria. La trama Koldo, lejos de desinflarse, sigue generando ondas expansivas que alcanzan las más altas esferas del poder.
El goteo incesante de revelaciones sobre la trama Koldo, ahora salpicando directamente a La Moncloa a través de la figura de Ángel Víctor Torres, ex presidente canario, resulta no solo preocupante, sino profundamente desmoralizador. **No se trata ya de un caso aislado de corrupción, sino de una metástasis que parece haber colonizado parte de la administración pública**. Minimizar el impacto de estas comunicaciones, calificándolas de simples «relaciones con un asesor», es un insulto a la inteligencia de la ciudadanía y una muestra de la arrogancia con la que algunos políticos afrontan las exigencias de transparencia. La respuesta del Gobierno, lejos de disipar las sombras, alimenta la sospecha de un encubrimiento que solo beneficia a los culpables y erosiona la confianza en las instituciones democráticas.
Más allá de las responsabilidades penales que la justicia deberá determinar, lo realmente grave es la pérdida de legitimidad que este tipo de escándalos provoca. **¿Cómo puede un Gobierno que se dice progresista abanderar la lucha contra la corrupción si sus propios miembros están bajo sospecha?** La ciudadanía, y especialmente la malagueña que sufrió con particular intensidad la crisis sanitaria, merece una explicación clara y convincente sobre el papel de Ángel Víctor Torres y otros implicados. No basta con esperar a que la justicia actúe; es fundamental que el Gobierno asuma su responsabilidad política y ofrezca garantías de que este tipo de situaciones no se repetirán. De lo contrario, la distancia entre la clase política y la sociedad no hará sino aumentar, alimentando el desencanto y el caldo de cultivo para populismos de todo signo.
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