La tensión entre el PP y Vox escala a niveles insospechados tras las celebraciones del 12 de Octubre. Lo que comenzó como una justificación por parte de Santiago Abascal de su ausencia en el desfile de la Fiesta Nacional, ha derivado en un cruce de acusaciones con Alberto Núñez Feijóo que amenaza con resquebrajar la ya delicada relación entre ambos partidos. Desde Vox no se han hecho esperar las respuestas a las palabras de Feijóo, quien equiparó la ausencia de Abascal en el desfile con la de Bildu y los independentistas, desatando una tormenta política que sacude los cimientos de la derecha española.
La réplica de Abascal ha sido contundente y cargada de ironía. "¿Que Feijóo se atreva a compararme a mí precisamente con Bildu? Es algo que me deja perplejo", declaró el líder de Vox. Abascal no dudó en recordar el desplante de Feijóo al Rey en la apertura del Año Judicial, acusándolo de aplicar una doble vara de medir: "Cuando Feijóo lo hace, quiere que todos le aplaudamos, y cuando lo hago yo resulta que hacemos lo mismo que Bildu", reprochó con vehemencia, añadiendo un ácido: "El señor Feijóo se ha debido dar un golpe en la cabeza, porque yo no lo entiendo". Las declaraciones de Abascal evidencian una profunda brecha entre ambos líderes, alimentada por la desconfianza y la competencia por el electorado conservador.
Más allá de la comparación con Bildu, Abascal también arremetió contra la estrategia de "voto útil" del PP, acusando a Feijóo de "estafar" a sus votantes. "La única pinza con la que estoy preocupado es con la que tienen muchos votantes del PP en la nariz: son estafados por Feijóo con la idea del voto útil", sentenció, dejando claro que no está dispuesto a ceder ni un ápice de su espacio político. El líder de Vox advirtió a Feijóo de los peligros de centrarse demasiado en Vox, sugiriendo que la obsesión por el partido de Abascal podría llevar al PP a estrellarse. "Está bien mirar por el retrovisor por seguridad, pero si miras todo el rato por el retrovisor te puedes estrellar", avisó.
A pesar del tono elevado del enfrentamiento, Abascal minimizó las posibles consecuencias en la relación entre ambos partidos, especialmente en las comunidades autónomas donde el PP depende de Vox para aprobar sus presupuestos. "No soy una persona que porque le hagan una crítica se enfada y dice ‘pues ahora no te apruebo presupuestos’", aseguró, aunque queda por ver si esta crisis tendrá un impacto real en la estabilidad de los gobiernos autonómicos. La política española, una vez más, se ve envuelta en una tormenta de acusaciones y reproches que amenazan con dinamitar los puentes entre dos partidos llamados a entenderse. El tiempo dirá si este nuevo episodio es solo un choque pasajero o el principio de una ruptura definitiva.
El cruce de acusaciones entre Abascal y Feijóo, más allá del espectáculo mediático, revela una profunda crisis de identidad dentro del espectro conservador español. La incapacidad de ambos líderes para tejer una estrategia común, acentuada por la constante competencia por el mismo nicho de votantes, proyecta una imagen de debilidad y división que beneficia, paradójicamente, a sus adversarios políticos. Esta dialéctica estéril, centrada en reproches personales y acusaciones mutuas, desdibuja las verdaderas preocupaciones de la ciudadanía y diluye la posibilidad de ofrecer soluciones concretas a los problemas reales de Málaga y de España.
Es lamentable que el debate político se reduzca a una guerra de egos y estrategias cortoplacistas. La obsesión por el «voto útil» y las comparaciones incendiarias no contribuyen en absoluto a la necesaria estabilidad política que precisa nuestra comunidad. Si ambos partidos aspiran a liderar una alternativa sólida, deben dejar de mirarse por el retrovisor y empezar a construir un proyecto común, basado en el respeto mutuo y la búsqueda de acuerdos que beneficien al conjunto de la sociedad. De lo contrario, la fragmentación y la polarización seguirán siendo la tónica dominante, condenando a Málaga a un futuro incierto y plagado de oportunidades perdidas.
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