En una jornada marcada por la tensión política, la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil ha puesto contra las cuerdas al ex ministro de Transportes, José Luis Ábalos, y su círculo más íntimo. Un informe «demoledor», según fuentes judiciales, revela detalles escabrosos sobre una trama que operaba, presuntamente, desde el corazón del ministerio. Los nombres de Patricia Uriz, ex esposa del asesor Koldo García, y Víctor Ábalos, hijo del ex ministro, resuenan con fuerza en una investigación que podría tener consecuencias devastadoras para el Partido Socialista.
La sombra de la corrupción se extiende como una mancha de aceite, salpicando incluso las relaciones familiares. Según el informe de la UCO, Patricia Uriz actuaba como una suerte de correo humano, recogiendo «sobres» procedentes de Ferraz, la sede del PSOE, y entregándolos a su pareja, Koldo García. Un flujo constante de dinero en efectivo que, según los investigadores, terminaba engrosando una «caja B» controlada por la trama. La pregunta que resuena ahora en los pasillos de la política es: ¿quién daba las órdenes desde Ferraz?
Pero el rol más llamativo es el de Víctor Ábalos, descrito en el informe como «el custodio». La UCO sospecha que el hijo del ex ministro era el encargado de vigilar el dinero de la trama y, lo que es aún más sorprendente, de gestionar ingresos procedentes de Colombia. Transferencias bancarias, pagos en efectivo y hasta un piso en Valencia a nombre de una empresa del hijo, External Programmes Consulting SL, habrían servido para canalizar fondos hacia José Luis Ábalos. La investigación apunta a un posible delito de blanqueo de capitales, con ramificaciones internacionales.
La UCO no pasa por alto un detalle inquietante: un viaje a Colombia en diciembre de 2022, en el que José Luis Ábalos, Koldo García y Víctor Ábalos coincidieron con Andrea y Rocío Ábalos Perles, las hijas del último matrimonio del ex ministro. ¿Un viaje familiar o una operación encubierta para mover fondos ilícitos? Los investigadores no descartan ninguna hipótesis.
El informe revela conversaciones intervenidas a Koldo García en las que instaba a José Luis Ábalos a pedir dinero a su hijo para «la pensión del niño». Un eufemismo que, según la UCO, ocultaba la verdadera naturaleza de los pagos: la provisión de fondos al margen de los ingresos declarados del ex ministro. La trama se complica con cada nueva revelación, y la pregunta que se hacen muchos es: ¿hasta dónde llegará la investigación?
Las revelaciones de la UCO han generado una ola de indignación en la opinión pública y han puesto al PSOE en una situación muy delicada. La oposición exige explicaciones contundentes y no descarta pedir la comparecencia de José Luis Ábalos en el Congreso de los Diputados. La sombra de la corrupción amenaza con eclipsar la agenda política y socavar la confianza de los ciudadanos en las instituciones. El caso Ábalos se ha convertido en una bomba de relojería que podría tener consecuencias impredecibles para el futuro del país.
La noticia sobre el caso Ábalos, lejos de ser un mero escándalo político más, supone un doloroso recordatorio de la fragilidad de la ética en el poder. La presunta implicación de familiares directos, como su hijo y la ex esposa de Koldo García, en un entramado de sobres y movimientos opacos de capital, no solo empaña la imagen del Partido Socialista, sino que mina la confianza ciudadana en la integridad de las instituciones. Más allá de las responsabilidades individuales que se depuren judicialmente, este caso exige una profunda reflexión sobre los mecanismos de control y transparencia necesarios para prevenir la corrupción, especialmente en los puestos de responsabilidad. La ciudadanía malagueña, hastiada de casos similares, merece una clase política que rinda cuentas y actúe con ejemplaridad.
Si bien es crucial esperar al desarrollo completo de la investigación y a las resoluciones judiciales pertinentes, la información que emerge desde la UCO dibuja un escenario preocupante. La supuesta «caja B» en el Ministerio de Transportes y los viajes a Colombia levantan serias dudas sobre la gestión de los recursos públicos y la influencia de intereses privados en la toma de decisiones políticas. No basta con que el PSOE se desmarque de Ábalos; debe implementar medidas internas que garanticen la probidad y la transparencia en todos los niveles del partido. La respuesta a este escándalo no puede ser únicamente reactiva; debe ser proactiva, sentando las bases de una cultura política basada en la ética y el servicio público genuino, si realmente se pretende recuperar la confianza perdida.
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