El panorama económico de Perú se pinta con optimismo tras el anuncio del ministro de Economía y Finanzas, José Arista, quien ha proyectado que la ejecución de obras públicas alcanzará los 60.000 millones de soles (equivalente a aproximadamente 15.873 millones de dólares) durante el año 2025. Este anuncio llega cargado de buenas noticias, al confirmarse que la inversión privada también se posicionará por encima de los 50.000 millones de dólares, marcando un hito en las expectativas de desarrollo nacional.
En 2024, el Gobierno peruano ya había logrado superar los 57.000 millones de soles en la ejecución de obras públicas, estableciendo una base sólida para el crecimiento proyectado. Arista subrayó que la agencia estatal Proinversión adjudicó contratos que sumaron más de 8.000 millones de dólares y prevé que para este año y el próximo, las adjudicaciones alcancen los 16.000 millones de dólares. “Estamos trabajando de manera decidida para modernizar la infraestructura del país y potenciar el desarrollo económico”, declaró el ministro en una reciente rueda de prensa.
El crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) también ha sido un aspecto destacado, marcando un incremento del 3,93% en noviembre pasado y consolidando un ciclo de crecimiento que abarca ya ocho meses. Esta recuperación se ve respaldada por el desempeño positivo de sectores vitales como la pesca, la manufactura primaria y el agropecuario, aunque el ministro advirtió que algunos sectores críticos, como el minero y servicios financieros, todavía enfrentan retos significativos.
En un momento en que la economía mundial enfrenta desafíos, Arista resaltó que la balanza comercial de Perú mantiene un superávit que favorece la estabilidad del tipo de cambio del dólar y contribuye a un alto nivel de reservas internacionales, que actualmente ascienden a 82.000 millones de dólares. Este contexto no solo favorece a los inversores, sino que también facilita un mercado de alimentos con precios estables, un aspecto crucial para el bienestar de la población.
Cabe destacar que el índice de empleo en Lima, que alberga a un tercio de la población nacional, ha mostrado signos de optimismo con un aumento del 4,6% en la población ocupada en 2024 y un ligero descenso del desempleo que se sitúa en 6,4%. Esto sugiere que las políticas económicas están empezando a traducirse en beneficios concretos para los ciudadanos, quienes también han visto un incremento en su ingreso promedio mensual, ahora fijado en 2.035 soles.
Con todo, la administración de Arista se muestra confiada en que las cifras positivas continúen y que el país pueda mantener este rumbo favorable que resalta tanto la inversión pública como la privada. «Estamos trabajando arduamente para que cada inversión se traduzca en un desarrollo real y palpable para todos los peruanos», concluyó el ministro, reflejando el compromiso del Gobierno con el avance económico de Perú.
La reciente proyección de doble inversión en obras públicas y privada en Perú, que asciende a cifras históricas como 60.000 millones de soles y 50.000 millones de dólares respectivamente, podría interpretarse como un signo de optimismo en un contexto global incierto. Sin embargo, es crucial adoptar una postura crítica frente a esta situación. Las cifras no siempre se traducen en beneficios tangibles para la población. Si bien el crecimiento del Producto Interno Bruto y la mejora en el empleo son alentadores, persiste la pregunta de si esta inversión realmente alcanzará a los sectores más vulnerables de la sociedad o si se quedará en manos de unos pocos. La advertencia del ministro sobre sectores críticos como el minero y servicios financieros nos recuerda que la prosperidad económica no se distribuye equitativamente y que ciertos estratos sociales pueden seguir quedando rezagados, incluso en un panorama de crecimiento aparentemente robusto.
Además, aunque la balanza comercial muestra un superávit y los precios de los alimentos se mantienen estables, debemos cuestionar la sustentabilidad de este optimismo. La dependencia de sectores primarios como la pesca y la agricultura puede ser un arma de doble filo. La variabilidad climática y las condiciones internacionales pueden poner en peligro esta estabilidad. Por ello, es fundamental que el Gobierno peruano, guiado por Arista, centre sus esfuerzos no solo en cantidades de inversión, sino en calidad de inversión. Las iniciativas deben estar vinculadas a un desarrollo sostenible y equilibrado que procure el bienestar social integral, garantizando no solo más empleo, sino también formando ciudadanos preparados para un futuro que podría no ser tan favorable. La historia nos enseña que la clave no radica únicamente en inflar los números, sino en construir una solidez económica que contemple la equidad social como un objetivo primordial, para que verdaderamente cada peruano pueda disfrutar de los frutos del esfuerzo colectivo.
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