La Comisión Europea ha sacado a la luz preocupantes hallazgos que evidencian cómo China impone obstáculos injustos a los productores de dispositivos médicos de la Unión Europea en su acceso a contratos gubernamentales. Estos descubrimientos provienen de la primera investigación llevada a cabo bajo el nuevo Instrumento de Contratación Pública Internacional (IPI), que busca garantizar igualdad de oportunidades para las empresas europeas en mercados externos. Publicado esta semana, el informe refleja la urgencia de abordar las barreras comerciales que limitan el potencial de los exportadores europeos en el sector de la salud.
El comisario de Comercio, Maros Sefcovic, subrayó el compromiso de la UE por mantener relaciones comerciales transparentes y justas con China, enfatizando que “la apertura debe ser recíproca”. En contraste con la accesibilidad que tienen los non-EU suppliers para competir por contratos en Europa, las empresas del bloque comunitario se enfrentan a un mar de restricciones en el gigante asiático, donde predominan las políticas de “comprar productos chinos” que priorizan la adquisición de bienes nacionales.
El informe detalla que las entidades gubernamentales chinas implementan un complicado sistema de certificación y aprobación, donde apenas se permite que los productos extranjeros entren en juego. Esto se traduce en una serie de barreras que, según subraya el documento, han incrementado desde la introducción de la Estrategia Made in China 2025. Esta política establece la ambiciosa meta de que los hospitales chinos compren hasta el 70% de sus dispositivos médicos de fabricación local para 2025, excluyendo efectivamente a los competidores europeos.
Ejemplos concretos ilustran esta tendencia alarmante: en la provincia de Guangdong, la aprobación de dispositivos médicos importados cayó drásticamente de 132 en 2019 a solo 46 en 2021. Estas cifras evidencian un clima hostil hacia las empresas europeas, que ahora deben navegar en un entorno comercial cada vez más restrictivo, donde el 87% de las licitaciones examinadas en un análisis reciente impone restricciones a los productos extranjeros.
Ante esta situación, la UE está considerando una serie de contramedidas para restablecer la equidad en el comercio. La importancia de las industrias de tecnología médica en Europa es indiscutible, reflejando un 11% de sus actividades comerciales hacia China en 2022. Sin embargo, la Comisión ha dejado claro que las medidas deberán ser contundentes, pudiendo incluir exclusiones de empresas chinas de contratos gubernamentales europeos, así como límites en las licitaciones que excedan ciertos valores.
Esto podría marcar un punto de inflexión en las relaciones comerciales entre la UE y China, indicando una posible escalada en la tensión comercial. La necesidad de equilibrar las condiciones de competencia se convierte en una prioridad, mientras que el diálogo constructivo se plantea como una vía para abordar estas controversias. Un portavoz de la Comisión afirmó que las soluciones deberán ser aceptables para ambas partes, pero que sin resultados concretos, todas las opciones estarán sobre la mesa.
La atención y las acciones que siga la UE en esta materia no solo definirán el futuro del comercio de dispositivos médicos, sino que también servirán como un termómetro para la salud de las relaciones comerciales entre una de las economías más poderosas del mundo y el bloque europeo.
La reciente advertencia de la Comisión Europea sobre las prácticas restrictivas de China en la contratación pública de dispositivos médicos no solo resalta la inequidad en el acceso a los mercados, sino que también pone de manifiesto la necesidad imperiosa de una revisión crítica del sistema comercial global. Es innegable que la política de “comprar productos chinos” desincentiva la competencia leal y pone en jaque a las empresas europeas que han demostrado en múltiples ocasiones su capacidad innovadora y su compromiso con la calidad. La Estrategia Made in China 2025 se erige como un claro símbolo de esta tendencia proteccionista, que no solo limita las oportunidades de negocio para los exportadores europeos, sino que también abre la puerta a un futuro marcado por la desconfianza y el distanciamiento comercial. Al priorizar la producción local a expensas de la calidad y la innovación, China no solo está perjudicando a las empresas extranjeras, sino también al progreso tecnológico y médico necesario para un desarrollo equilibrado en el sector de la salud.
Sin embargo, la respuesta de la UE ante esta adversidad es igualmente crucial. Si bien es necesario tomar medidas concretas para equilibrar las condiciones de competencia, la exclusión de empresas chinas de los contratos gubernamentales europeos debería ser considerada como una última instancia, no como una primera respuesta. La UE posee un capital político y económico significativo que podría utilizar para fomentar un diálogo constructivo con Pekín, buscando alternativas que aborden tanto las barreras comerciales como la necesidad de un comercio justo y recíproco. La posibilidad de implementar medidas como limites en las licitaciones o incentivos para que las empresas chinas respeten prácticas comerciales más abiertas debe ser sopesada cuidadosamente. La solución no es simplemente cerrar puertas, sino abrir espacios para la colaboración, que permita un desarrollo sostenible en el campo médico que beneficie a ambos lados y que, a la larga, establezca un modelo más equitativo y propuesto para el comercio internacional.
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