La provincia de Málaga se enfrenta a una dolorosa realidad: la violencia machista sigue cobrándose vidas a un ritmo alarmante. En menos de un año, cuatro mujeres – Lina, Pilar, Zunilda y Eva – han sido asesinadas, dejando tras de sí un reguero de dolor y consternación en la sociedad malagueña. Estas tragedias, lejos de ser casos aislados, son un crudo reflejo de la persistencia de un problema estructural que requiere una respuesta contundente y coordinada.
El sistema VioGén, herramienta esencial en la protección de las víctimas, tiene registradas a más de 5.000 mujeres bajo seguimiento en Málaga, la segunda cifra más alta de Andalucía. Sin embargo, la existencia de cerca de 40.000 casos inactivos y las valoraciones de riesgo consideradas insuficientes por algunas víctimas, evidencian las limitaciones del sistema y la necesidad de perfeccionar los mecanismos de protección. La complejidad de la violencia de género exige una atención integral y una respuesta adaptada a las necesidades de cada víctima.
El caso de Lina, asesinada a pesar de haber denunciado amenazas, pone de manifiesto la importancia de una correcta evaluación del riesgo y la necesidad de no minimizar ninguna forma de violencia. Su solicitud de orden de alejamiento fue rechazada por considerar que no existían indicios de maltrato físico, una decisión que lamentablemente tuvo consecuencias fatales. La historia de Eva, asesinada presuntamente por su marido octogenario, revela que la violencia machista no conoce edad ni condición social. Zunilda, una fisicoculturista asesinada presuntamente por su marido, y Pilar Amaya, una mujer que se ganaba la vida aparcando coches, son otros dos nombres que se suman a esta lista interminable de víctimas. Cada una de estas mujeres tenía una vida, unos sueños y una familia que ahora llora su pérdida.
La situación de los menores expuestos a la violencia de género es especialmente preocupante. Casi la mitad de las mujeres protegidas por el sistema VioGén tienen menores a su cargo, y 42 de ellos se encuentran en situación de riesgo. El Ministerio del Interior advierte de una «especial combinación de indicadores» que multiplica la probabilidad de que la violencia se extienda a los hijos o derive en agresiones muy graves o letales. Es fundamental garantizar la protección de estos niños y niñas, ofreciéndoles apoyo psicológico y recursos para superar el trauma.
La violencia de género es un problema que nos concierne a todos. Es necesario que la sociedad malagueña se movilice para erradicar esta lacra, denunciando cualquier forma de violencia, apoyando a las víctimas y exigiendo a las instituciones una respuesta contundente y eficaz. Solo así podremos construir una sociedad más justa e igualitaria, donde las mujeres puedan vivir libres de miedo y violencia.
La repetición trágica de nombres como Lina, Pilar, Zunilda y Eva no es solo un titular más en eldiariodemalaga.es, sino un espejo que refleja la persistente ineficacia de nuestro sistema para proteger a las mujeres. Que más de 5.000 malagueñas estén bajo el paraguas del VioGén, con casi 40.000 casos inactivos, pinta un cuadro desolador de una burocracia saturada y, en ocasiones, sorda al clamor desesperado de quienes buscan amparo. La frialdad de las estadísticas, las valoraciones de riesgo insuficientes y los protocolos que fallan demuestran que el problema no es la falta de leyes, sino la aplicación y la interpretación que se hace de ellas. Se necesita un replanteamiento radical, comenzando por una formación más profunda y empática de los profesionales involucrados, desde los agentes de policía hasta los jueces, para que comprendan la magnitud de la amenaza y actúen con la celeridad y contundencia que exige cada caso.
El futuro de Málaga, y de cualquier sociedad que aspire a la justicia, se juega en la protección de sus menores. Que casi la mitad de las mujeres protegidas por VioGén tengan hijos a su cargo, con 42 de ellos en situación de riesgo, es una bomba de relojería que debemos desactivar urgentemente. No basta con proteger a la madre; es imperativo ofrecer a estos niños y niñas un refugio seguro, apoyo psicológico y la garantía de un futuro lejos del ciclo de violencia. Invertir en su bienestar emocional y social es la única forma de romper la cadena de transmisión del machismo y construir una Málaga donde las generaciones venideras crezcan en igualdad y respeto. La protección de estos menores no es solo una obligación moral, sino una inversión estratégica en un futuro libre de violencia de género.
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