La Mesa del Parlamento de Andalucía, controlada por mayoría absoluta del PP, ha aprobado una nueva regulación para el uso de la sala de prensa que ha desatado una ola de críticas y acusaciones de censura. A partir de ahora, el acceso a este espacio estará severamente restringido, limitándose a diputados, miembros del Consejo de Gobierno y titulares de órganos de extracción parlamentaria. La medida, que según fuentes de la Presidencia del Parlamento busca "ordenar el espacio", ha sido interpretada por la oposición y colectivos periodísticos como un intento de silenciar voces disidentes y obstaculizar el acceso a la información.
La principal controversia reside en la restricción del acceso a plataformas, colectivos y entidades civiles, quienes hasta ahora podían utilizar la sala de prensa, con la invitación de un parlamentario, para exponer temas de actualidad. Bajo la nueva normativa, cualquier excepción deberá ser autorizada por la Mesa del Parlamento o la Presidencia, otorgando un poder de veto al partido gobernante sobre la difusión de información relevante para la ciudadanía. Este cambio, según Rafael Rodríguez, presidente de la Asociación de la Prensa de Sevilla, supone un "absoluto control político" y desplaza la capacidad de gestión de la Dirección de Comunicación del Parlamento, el órgano idóneo para tramitar estas solicitudes.
El Colegio Profesional de Periodistas de Andalucía (CPPA) ha alzado su voz, denunciando la falta de consulta a los representantes del sector en la elaboración de estas nuevas normas. Exigen la suspensión de la medida y la participación activa del Colegio en la definición de un marco regulatorio que garantice el derecho a la información veraz. La comparación con la reforma del reglamento del Congreso, donde el CPPA sí está involucrado, subraya la incongruencia de la situación en Andalucía.
Desde el PSOE-A, la portavoz adjunta Ángeles Férriz ha calificado la decisión como una "cacicada" y un acto de "censura como una catedral" por parte del "régimen de Moreno Bonilla." Acusan al gobierno andaluz de limitar la acción de los grupos políticos y de intentar "callar la voz de la sociedad civil andaluza". Esta postura refleja la profunda desconfianza que genera la medida en la oposición, que ve en ella un intento de controlar el flujo de información y restringir el debate público.
La justificación oficial de "ordenar el espacio" no convence a los críticos, quienes temen que esta medida marque un precedente peligroso para la libertad de prensa y la participación ciudadana en la vida política andaluza. La memoria de José Carlos Pipo Picchi Perelló, quien abogó por una regulación clara pero no necesariamente restrictiva, resuena en este debate. La pregunta que queda en el aire es si esta nueva normativa representa un avance hacia una mayor transparencia y eficiencia, o un retroceso hacia un modelo más controlado y opaco. El tiempo dirá si el Parlamento Andaluz ha cerrado sus puertas a la sociedad civil o si, por el contrario, encontrará un camino para equilibrar el orden y la libertad de expresión.
La decisión del Parlamento Andaluz de restringir el acceso a la sala de prensa, aparentemente bajo el pretexto de «ordenar el espacio», huele más a un intento de controlar la narrativa que a una genuina preocupación por la eficiencia administrativa. Si bien es cierto que cualquier institución tiene derecho a regular sus espacios, la eliminación del acceso a colectivos y entidades civiles –previa invitación de un parlamentario– levanta serias dudas sobre la voluntad real de la mayoría absoluta del PP de mantener un diálogo abierto con la sociedad. No se trata de negar la necesidad de unas normas claras, sino de cuestionar la oportunidad y la forma de una medida que, inevitablemente, genera desconfianza y alimenta la percepción de que se busca silenciar voces críticas.
La falta de consulta al Colegio Profesional de Periodistas de Andalucía (CPPA) en la elaboración de estas normas es, cuanto menos, sorprendente. ¿Cómo se puede justificar la implementación de una regulación que afecta directamente al trabajo de los periodistas sin contar con su opinión experta? Esta omisión, sumada a las duras críticas de la oposición y las advertencias de colectivos periodísticos, deja al descubierto una preocupante desconexión entre el Parlamento y la realidad social. Más allá de las justificaciones oficiales, la medida corre el riesgo de ser percibida como un retroceso en la transparencia y un obstáculo para la pluralidad informativa en Andalucía. El tiempo dirá si esta decisión fortalece o debilita la confianza de la ciudadanía en sus instituciones.
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