La alegría ha invadido la provincia de Málaga tras el anuncio del tercer premio de la Lotería de Navidad, el 11.840, que ha repartido un total de 350.000 euros por varias localidades, con especial eco en la comarca de la Axarquía. Este sorteo ha brindado una bocanada de esperanza y felicidad a muchos malagueños, en un momento del año donde las ilusiones son más palpables que nunca.
En El Burgo, un pintoresco pueblo de apenas 1.700 habitantes, la única administración de lotería ha sido protagonista de momentos de emoción. Su responsable, Remedios García, no ocultó su satisfacción al confirmar que el 11.840 había dejado huella en su localidad. «Es una gran felicidad poder repartir un premio así en nuestro pueblo», expresó García, quien representa la esperanza de muchos vecinos que han soñado con este golpe de suerte.
La suerte también ha sonreído a Benajarafe, un bello núcleo de Vélez-Málaga que, a pesar de su cercanía al mar, ha traído grandes sonrisas. Ágeda Claros, responsable de la administración que combina su labor con un estanco, destacó la importancia de este premio para la comunidad: «Con la sequía que tenemos, son muchas las familias vinculadas a la agricultura que están pasando por un momento complicado. Este premio puede ser un alivio», subrayó, recordando que su administración ya había vendido parte del ‘Gordo’ en 2018, lo que ha consolidado su reputación como un lugar de buena suerte.
La racha afortunada ha continuado en Benagalbón, en el municipio de Rincón de la Victoria, donde Enrique Bonilla, responsable de la única administración de este pequeño núcleo, se mostró «contentísimo» de haber repartido un premio relevante por primera vez. «Este es un día que recordaré siempre», afirmó Bonilla, quien celebra el impacto positivo que este tipo de premios puede generar en la comunidad.
Más allá de la Axarquía, el 11.840 también se ha dejado sentir en otros puntos de la provincia, como en Málaga capital, donde se vendió en una administración de la calle Cristo de la Epidemia. En la Costa del Sol, localidades como Torremolinos, Estepona y Manilva recibieron su parte de felicidad, demostrando que la suerte puede estar al alcance de todos. En Manilva, el número fue vendido en el núcleo de San Luis de Sabinillas, contribuyendo a una jornada memorable para sus residentes.
La Lotería de Navidad siempre trae consigo un halo de esperanza y la posibilidad de transformar vidas a través de la suerte. Este año, la Axarquía ha destacado como una de las grandes afortunadas, celebrando un premio que no solo significa dinero, sino también oportunidades de mejorar la calidad de vida de muchas familias. Mientras las celebraciones continúan, los malagueños ya empiezan a hacer planes con sus nuevos recursos, todo en el espíritu festivo que caracteriza a estas fechas tan queridas.
La celebración en la Axarquía tras la llegada del tercer premio de la Lotería de Navidad, el 11.840, revela un fenómeno social complejo que merece una reflexión más allá de la alegría efímera. Es innegable que el desembarco de esta fortuna ha brindado un soplo de esperanza y mejora a muchas familias, especialmente en localidades golpeadas por desafíos económicos y climáticos, como ocurre en el caso de Benajarafe, donde la agricultura se ha visto diezmada por la sequía. Sin embargo, esta suerte repentina plantea preguntas sobre la dependencia que construimos en torno a la lotería como solución a problemas estructurales. La euforia momentánea puede ocultar la necesidad de plantear políticas públicas más sostenibles que fomenten un desarrollo equilibrado y una diversificación económica capaz de ofrecer una salida real y no solo temporal a la precariedad de muchas comunidades malagueñas.
Asimismo, es significativo observar cómo la narrativa en torno a la Lotería de Navidad se convierte en un gran relato de sueños cumplidos que, si bien es emocionante, ignora las tensiones que persisten en el tejido social. Aplaudir el «suerte» sin matices puede trivializar la lucha diaria de aquellos que, sin un billete premiado, siguen enfrentando serias dificultades económicas. En este sentido, el impulso que da el premio a la comunidad podría transformarse en una oportunidad para que los habitantes de la Axarquía reflexionen sobre la verdadera naturaleza de la prosperidad y se cuestionen cómo utilizan esa fortuna: ¿se invertirán en proyectos que ayuden a forjar un futuro más sólido, o se disipará en consumos inmediatos? La responsabilidad recae no solo en aquellos que reciben el premio, sino también en la comunidad que debe aprender a gestionar y capitalizar dicha alegría en términos de progreso y solidaridad.
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