El escenario político internacional se ha visto agitado tras las recientes declaraciones del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, quien ha criticado abiertamente las tarifas «exorbitantes» impuestas por Panamá en el uso del Canal, un punto estratégico para el comercio marítimo estadounidense. En un mensaje publicado en su red social, Truth Social, Trump manifestó su descontento, sugiriendo que, de no ajustarse estas tarifas a lo que considera justos, Estados Unidos podría reclamar la devolución del canal.
Trump, quien asumirá la presidencia el próximo 20 de enero, no se mostró reticente al recordar los beneficios que, según él, Estados Unidos ha otorgado a Panamá desde la construcción del canal. En sus palabras, resuena un profundo sentimiento de reivindicación hacia lo que él considera un «manejo imprudente» del canal por parte del país centroamericano. «Las tarifas que cobra Panamá son ridículas», declaró, argumentando que el >más de 70% del tráfico del canal corresponde a embarcaciones estadounidenses.
La crítica de Trump se extendió hasta el legado del expresidente Jimmy Carter, quien, según señala el republicano, «regaló» el control del canal a Panamá a un precio irrisorio. Trump considera que esta decisión ha resultado en un manejo injusto hacia los intereses estadounidenses, sugiriendo que Panamá no debería cargar tarifas desmesuradas sobre un país que ha demostrado gran generosidad.
La referencia a la importancia del Canal de Panamá para la economía global no es meramente retórica. Trump subrayó que un funcionamiento seguro y eficiente del canal es crucial no solo para el comercio estadounidense, sino también para el despliegue rápido de la Armada. «No permitiríamos que cayera en manos equivocadas», enfatizó, dejando claro que la seguridad y la cooperación no son negociables en su visión de la relación bilateral.
Con el telón de fondo de una creciente tensión entre las economías subyacentes, las afirmaciones de Trump sugieren que su administración podría adoptar una postura más agresiva en materia de comercio internacional y relaciones exteriores, especialmente en lo que concierne a acuerdos previos y tratados. La amenaza de una «devolución» del canal, aunque suene controvertida y casi histórica, podría marcar el inicio de un periodo de confrontación en las relaciones bilaterales entre Estados Unidos y Panamá.
En definitiva, las palabras de Trump no solo buscan resonar entre sus partidarios, sino que también funcionan como un claro aviso a Panamá sobre lo que podría estar en juego; una relación que se ha mantenido complicada desde la transferencia del control del canal hace más de cuatro décadas. Con esta nueva administración, el futuro de esa gestión se presenta incierto, y la comunidad internacional observa con atención los posibles movimientos que marcarán la pauta de las relaciones comerciales en el continente.
Las recientes declaraciones de Donald Trump sobre el Canal de Panamá no solo son una muestra de su tendencia al nacionalismo económico, sino que también evidencian una falta de comprensión sobre la complejidad de las relaciones internacionales. La amenaza de reclamar la soberanía sobre el canal es un anacronismo que evoca épocas pasadas donde la fuerza y la intimidación regían las dinámicas entre naciones. Es fundamental recordar que la transferencia del control del canal a Panamá fue un hito en la historia de la soberanía nacional, un acto que buscaba reconocer el derecho de un país a administrar sus propios recursos. La retórica de Trump no solo desdibuja este proceso histórico, sino que también podría deteriorar la diplomacia que se ha construido a lo largo de las últimas décadas.
Además, el enfoque unilateral y coercitivo que propone Trump es peligroso en un contexto internacional cada vez más interconectado. En lugar de amenazar con la devolución del canal, Estados Unidos debería buscar vías diplomáticas que promuevan un diálogo constructivo con Panamá. La cooperación en el manejo de este recurso estratégico es más beneficiosa a largo plazo que cualquier intento de coacción. Por lo tanto, es crucial que el nuevo gobierno de Estados Unidos repiense su estrategia hacia América Latina, abandonando las tácticas de presión y favoreciendo un marco de respeto y entendimiento mutuo. Las palabras de Trump, aunque pretenden sonar como una defensa de los intereses estadounidenses, en última instancia, ponen en riesgo la integridad de las relaciones bilaterales en un mundo que necesita más colaboración y menos confrontación.
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