Málaga amanece este 15 de octubre de 2025 con la confirmación de una realidad que pesa en los bolsillos de sus habitantes: el coste de la vida sigue en ascenso. Los últimos datos del INE revelan un IPC interanual del 3,4% en septiembre, superando en tres décimas el registro de agosto y catapultando a la provincia a un preocupante ranking: el de las seis regiones españolas donde más se inflan los precios. Un dato que, sin duda, pone a prueba la capacidad de adaptación de las familias malagueñas.
La subida generalizada, que a nivel nacional alcanza el 3%, su nivel más alto desde febrero, no es una simple estadística. Se traduce en una presión tangible en cada compra, en cada factura. En Málaga, el problema se agudiza, especialmente en dos frentes: la vivienda y la energía. Los gastos asociados a estos bienes esenciales se han disparado un 3,4%, superando la media nacional y reflejando un panorama donde el acceso a un hogar y al suministro energético se vuelve cada vez más complicado. La dependencia de los combustibles y la electricidad, sumada a un mercado inmobiliario tensionado, configuran un cóctel explosivo para el bolsillo del ciudadano medio.
Pero la inflación no solo se siente en las facturas. El vestido y el calzado también están contribuyendo significativamente a la escalada de precios. Con un aumento del 8,2% en Málaga, muy por encima del 0,8% nacional, la renovación del guardarropa de otoño-invierno se ha convertido en un lujo. El encarecimiento de los textiles, unido a la demanda estacional, explica este incremento que afecta especialmente a las familias con niños en edad escolar. Ir a la moda en Málaga, este año, costará más caro que nunca.
Afortunadamente, no todo son malas noticias. La inflación subyacente, esa que excluye los vaivenes de la energía y los alimentos frescos, se mantiene estable en el 2,4%, un dato que el Ministerio de Economía valora positivamente, considerándolo en línea con los objetivos del Banco Central Europeo. Además, el aceite de oliva, producto estrella de la gastronomía andaluza, ha experimentado un notable abaratamiento del 43% en el último año, ofreciendo un pequeño respiro en la cesta de la compra. Sin embargo, este descenso se ve contrarrestado por la subida de otros productos básicos como el café, que se ha encarecido un 19,9%. La lucha contra la inflación es una batalla constante, con frentes que se abren y se cierran, pero que, en Málaga, sigue presentando un panorama desafiante.
La confirmación de una inflación del 3,4% en Málaga no debería pillar a nadie por sorpresa, aunque no por ello deja de ser preocupante. Más allá de las cifras, lo que realmente duele es la erosión constante del poder adquisitivo de las familias malagueñas. El espejismo de un aceite de oliva más barato palidece ante el encarecimiento generalizado de la vivienda, la energía y hasta la ropa. No basta con celebrar una inflación subyacente controlada si la realidad cotidiana de muchos ciudadanos es la de un presupuesto familiar cada vez más ajustado. Se necesitan medidas concretas y contundentes, no solo para frenar la subida de precios, sino también para proteger a los más vulnerables.
El dato más alarmante, sin duda, es el aumento del 8,2% en el precio de la ropa y el calzado. ¿Acaso la moda se ha convertido en un bien de primera necesidad? No, lo que este incremento revela es una insensibilidad alarmante hacia las necesidades básicas de las familias. Vestir a los niños para el colegio, por ejemplo, se convierte en un lujo inalcanzable para muchos. Urge, por tanto, una política de precios más justa y una mayor transparencia en la cadena de suministro textil. No podemos permitir que la especulación y la ambición desmedida sigan empobreciendo a la clase media y baja de Málaga. La complacencia no es una opción, la acción es imprescindible.
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