El año 2024 se cerrará con cifras alarmantes en el Caribe y América Latina, donde las autoridades sanitarias han notificado un récord de 12,6 millones de casos sospechosos de dengue, un aumento desproporcionado respecto a los 4,2 millones de casos del año anterior. Este inesperado brote ha sido calificado por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) como el más grave desde que se iniciaron los registros en 1980, evidenciando no solo la proliferación del virus, sino también el impacto devastador que el cambio climático está teniendo en la salud pública.
El director de la OPS, Jarbas Barbosa, subrayó en una reciente conferencia que el aumento de las temperaturas, junto con eventos climáticos extremos como sequías e inundaciones, son factores determinantes en la propagación de este virus transmitido por mosquitos. A esto se suman problemas inherentes a la urbanización descontrolada y un saneamiento deficiente, creándose un caldo de cultivo ideal para la reproducción de los mosquitos Aedes aegypti, responsables de la transmisión del dengue.
Las consecuencias de esta crisis no son solo numéricas. Hasta la fecha, se han registrado más de 7.700 muertes atribuibles al dengue en la región, una cifra que marca un dramático aumento respecto a las 2.467 muertes del año pasado. Brasil lidera la lista con más de 10 millones de casos, y países como Argentina y México no se quedan atrás, con cifras alarmantes que reflejan una situación de emergencia sanitaria. En el caso de Estados Unidos, los estados de California, Florida y Texas han reportado casos de transmisión autóctona, lo que indica un expansión preocupante del dengue a zonas donde antes no se presentaban.
La OPS ha recomendado a los países afectados que implementen estrategias de control y prevención, entre las que destaca la eliminación de los criaderos de mosquitos. En Puerto Rico, por ejemplo, se han intensificado las campañas de conciencia pública, fomentando a los ciudadanos a deshacerse del agua estancada, un lugar ideal para la reproducción de mosquitos. Asimismo, el Gobierno de Trinidad y Tobago ha comenzado a multar a propietarios cuyas propiedades se conviertan en criaderos, una medida que busca frenar la ola de infecciones.
Un aspecto particularmente inquietante de este aumento en los casos de dengue es el impacto en niños y jóvenes. Más de un tercio de los casos registrados en países como Costa Rica, México y Paraguay han afectado a niños menores de 15 años, con un alarmante número de muertes infantiles en Guatemala. La OPS ha culpado a la falta de inmunidad adquirida en la población infantil y a la letalidad que puede derivar de infecciones repetidas, lo que plantea un gran desafío para sistemas de salud ya sobrecargados.
Mientras la OPS introduce vacunas en países como Brasil y Argentina, su eficacia parece estar limitada a aquellos que ya han estado expuestos al virus. Dado que los suministros son escasos, las estrategias de prevención continúan siendo cruciales. "Si no hay mosquito, no hay dengue", afirmó Thais dos Santos, asesora de la OPS, resaltando la necesidad de un enfoque colectivo en la lucha contra esta enfermedad devastadora.
En este contexto de crisis, la voz de la comunidad es fundamental para revertir la situación. La colaboración entre autoridades sanitarias y ciudadanos puede marcar una diferencia significativa en la lucha contra el dengue, un virus que, a pesar de ser prevenible, sigue cobrando vidas en un mundo cada vez más afectado por el cambio climático.
La alarmante escalada de casos de dengue en las Américas, con **12,6 millones de casos sospechosos** este año, subraya no solo la trágica realidad de la salud pública en la región, sino también la imperante necesidad de repensar las estrategias de control sanitario frente a los efectos del **cambio climático**. Es inaceptable que, en un mundo que ha visto avances significativos en la medicina y la tecnología, continuemos enfrentando crisis de salud provocadas por un vector tan prevenible como el mosquito Aedes aegypti. Aunque se han implementado campañas de prevención y control, como la **eliminación de criaderos**, estas resultan insuficientes ante un sistema sanitario que debe hacer frente a desafíos estructurales mucho más profundos, como la **urbanización descontrolada** y un **saneamiento deficiente** que parecen estar gripados en el olvido administrativo.
Además, es inquietante que las soluciones propuestas hasta ahora parezcan ser parches temporales en lugar de un plan de acción integral. La situación de los más vulnerables, en especial los **niños menores de 15 años**, merece una atención prioritaria y una respuesta más decidida de todos los actores involucrados. La **inmunidad adquirida** limitada y la creciente letalidad del dengue en infecciones repetidas solo añaden un nuevo foco de urgencia al debate. Si el enfoque colectivo se centra en la colaboración entre ciudadanos y gobiernos, es fundamental que la **comunidad está informada y capacitada** para participar activamente. De lo contrario, esta crisis no sólo seguirá cobrando vidas, sino que se convertirá en un ciclo vicioso donde la salud pública pende de un hilo por la falta de acción coordinada y efectiva. La pregunta que debemos hacernos es: ¿estamos realmente preparados para afrontar esta creciente amenaza, o nos resignamos a ser espectadores de un desastre anunciando?
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