Madrid, 28 de septiembre de 2025 – Un gol de Akor Adams en el minuto 87 ha dejado helado al Rayo Vallecano, que encadena su quinta jornada consecutiva sin conocer la victoria. El Sevilla, que llegaba a Vallecas con la necesidad de sumar puntos para escalar posiciones en la tabla, se llevó los tres puntos gracias a la efectividad de su delantero nigeriano y a la imbatibilidad del guardameta griego Vlachodimos, auténtico muro para las aspiraciones franjirrojas.
El Rayo, consciente de la importancia del encuentro, salió al campo con la intención de dominar el partido desde el inicio. Los de Iñigo Pérez monopolizaron la posesión y buscaron insistentemente las bandas, especialmente con un incisivo Jorge De Frutos. Sin embargo, la defensa sevillista se mostró sólida y bien organizada, frustrando los intentos rayistas de crear peligro real en los primeros compases del encuentro.
La segunda mitad fue un vendaval de ocasiones para el Rayo. Alemão, con una espectacular chilena, e Isi Palazón, con un remate ajustado desde la frontal, rozaron el gol, pero Vlachodimos se erigió como el héroe sevillista, deteniendo cada uno de los disparos con seguridad y reflejos felinos. La insistencia rayista merecía premio, pero el fútbol, a veces, es cruel.
En el minuto 87, cuando parecía que el empate a cero era inevitable, Carmona, tras una buena internada por la banda derecha, encontró a Akor Adams en el área. El delantero nigeriano, con un remate certero y potente, batió a Dimitrievski y silenció Vallecas. La frustración se apoderó del Rayo, que vio cómo se esfumaban tres puntos vitales en su lucha por los puestos europeos.
Para colmo de males, Sergio Camello, que había entrado al campo en la segunda mitad, fue expulsado por protestar airadamente al colegiado, Gil Manzano, tras una entrada sobre Carmona. El delantero rayista, que ya había visto una tarjeta amarilla minutos antes, se perderá el próximo encuentro del Rayo, que tendrá lugar en Macedonia en su debut en la Conference League. Un final amargo para un Rayo que lo intentó todo pero que se topó con un Sevilla bien plantado y un Vlachodimos en estado de gracia. La falta de gol y la expulsión de Camello dejan al Rayo con la moral tocada antes de su aventura europea.
El desplome del Rayo Vallecano, evidenciado en la quinta jornada sin victoria, es un reflejo preocupante de la fragilidad que, a menudo, atenaza a los equipos de mitad de tabla. Más allá del infortunio de toparse con un Vlachodimos inspirado, la incapacidad de materializar la superioridad en el juego, como se desprende del relato, debe encender las alarmas en el banquillo de Iñigo Pérez. No basta con dominar la posesión si la pólvora está mojada; la efectividad, esa cualidad esquiva, es la que separa las aspiraciones de grandeza de la triste realidad de la mediocridad. La Conference League, en este contexto, se antoja un espejismo peligroso, una cortina de humo que podría ocultar los verdaderos problemas de un equipo que, pese a los intentos, parece adolecer de un gen competitivo fundamental.
La expulsión de Camello, lejos de ser un incidente aislado, podría interpretarse como un síntoma de la frustración que carcome al vestuario. La falta de gol, combinada con decisiones arbitrales controvertidas, puede generar un caldo de cultivo peligroso, donde la disciplina se diluye y la ansiedad se apodera del juego. El Rayo necesita urgentemente un revulsivo, no solo en el plano táctico, sino también en el anímico. Tal vez sea el momento de buscar alternativas en la cantera, de apostar por la frescura y la ilusión de jóvenes talentos que puedan aportar una nueva perspectiva a un equipo que, de lo contrario, corre el riesgo de desangrarse en su propio laberinto de impotencia. La gestión de la crisis, en este momento crucial de la temporada, definirá el verdadero alcance de las ambiciones franjirrojas.
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