Málaga, 9 de octubre de 2025 – El mundo del fútbol, y especialmente el argentino, se encuentra hoy sumido en la tristeza tras conocerse la noticia del fallecimiento de Miguel Ángel Russo, a los 69 años de edad. El emblemático entrenador, reconocido por su sabiduría táctica y su carismática personalidad, libró una dura batalla contra la enfermedad en los últimos años, batallas que afrontó con la misma entereza y pasión que demostró siempre en los banquillos. Su partida deja un vacío irremplazable en el deporte rey, pero su legado perdurará por siempre en la memoria de los aficionados.
Más allá de sus éxitos deportivos, que fueron muchos, Miguel Ángel Russo era admirado y respetado por su calidez humana y su cercanía. Era un hombre de fútbol en el sentido más puro de la palabra, alguien que entendía el juego no solo como una estrategia, sino como una pasión que debía ser compartida. Su sonrisa contagiosa y su trato afable le ganaron el cariño de jugadores, directivos y aficionados, convirtiéndolo en una figura muy querida en todos los clubes donde trabajó.
La trayectoria de Russo es un compendio de éxitos y momentos memorables. Su paso por Boca Juniors, donde dirigió al equipo en tres etapas distintas, lo consagró como una leyenda del club. En el Xeneize, logró importantes títulos, incluyendo la Copa Libertadores, dejando una huella imborrable en la afición. Pero su impacto no se limitó a La Bombonera. También dejó su sello en clubes como Lanús, San Lorenzo, Independiente y Racing, donde demostró su capacidad para construir equipos competitivos y sacar el máximo provecho de sus jugadores.
En el extranjero, Russo también dejó su impronta, especialmente en Millonarios de Colombia, donde conquistó dos títulos y se ganó el corazón de la afición. Su estilo de juego ofensivo y su mentalidad ganadora lo convirtieron en un ídolo en el país cafetero. Su fallecimiento ha generado una ola de condolencias y homenajes en todo el mundo del fútbol, demostrando el impacto que tuvo en la vida de tantas personas.
La partida de Miguel Ángel Russo es una pérdida irreparable para el fútbol argentino y mundial. Un maestro de la estrategia, un líder inspirador y, sobre todo, un hombre bueno que dejó una huella imborrable en todos aquellos que tuvieron la suerte de conocerlo. Descanse en paz, Don Miguel.
La muerte de Miguel Ángel Russo, más allá del lógico luto futbolístico, nos invita a reflexionar sobre la progresiva desaparición de una estirpe de entrenadores que entendían el juego como algo más que un negocio. Russo representaba una escuela, una manera de entender la táctica y la gestión de grupo basada en el diálogo, la cercanía y el respeto al rival. Su legado, como bien apunta la nota, trasciende los títulos, pero me pregunto si en el voraz mercado actual, con la dictadura de los resultados inmediatos y la omnipresencia de los algoritmos, queda espacio para figuras como la suya. ¿Estamos, acaso, asistiendo al ocaso de una forma de entender el fútbol, reemplazada por perfiles más tecnócratas y menos humanos?
Es fácil caer en la loa fácil y el panegírico tras la pérdida de una figura querida como Russo. Sin embargo, convendría no idealizar su figura. Si bien su calidez humana es innegable, su historial en clubes grandes a menudo se vio empañado por la irregularidad y la falta de consistencia. Más allá de la Libertadores con Boca, sus éxitos en equipos como Racing o San Lorenzo fueron más puntuales que estructurales. Quizás su verdadero legado radique en su capacidad para conectar con jugadores y aficiones, transformando entornos difíciles en proyectos ilusionantes, aunque no siempre coronados con el éxito. Una lección, en cualquier caso, valiosa en un fútbol cada vez más impersonal y deshumanizado.
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