El Metropolitano, un volcán a medio gas, presenció anoche una victoria agridulce del Atlético de Madrid ante un Union Saint-Gilloise que, lejos de amilanarse ante la magnitud del escenario, desplegó un fútbol atrevido y descarado. El 2-1 final, un marcador engañoso, no refleja la angustia que sintió la parroquia rojiblanca, obligada a encomendarse a un Jan Oblak celestial para evitar un empate que habría sabido a derrota.
El partido comenzó con un guion inesperado. Los belgas, cual ejército insurgente, tomaron el control del mediocampo, asfixiando la salida de balón del Atlético y generando peligro constante con las internadas de Niang y Kevin Rodríguez. El «Cholo» Simeone, nervioso en la banda, veía cómo su equipo se desdibujaba ante un rival sin complejos. La lesión de Le Normand, un mazazo inesperado, obligó al técnico argentino a recomponer la defensa, dando entrada a un Giménez que no terminaba de encontrar su sitio. Fue entonces, en el momento más crítico, cuando apareció la luz. Una jugada trenzada, un destello de calidad, culminó con un golazo de volea de Julián Álvarez, desatando la euforia en las gradas.
La segunda mitad prometía ser un paseo triunfal, pero el Union SG no estaba dispuesto a rendirse. Simeone, consciente de la necesidad de agitar el avispero, recurrió a un triple cambio que revitalizó el ataque rojiblanco. La entrada de Gallagher y Sorloth, dos portentos físicos, dio un nuevo aire al equipo. Precisamente, una jugada entre ambos culminó con el 2-0, un gol que parecía sentenciar el partido. Sin embargo, los belgas, lejos de bajar los brazos, acortaron distancias con un cabezazo imponente de Sykes, sembrando el pánico en el Metropolitano.
Los últimos minutos fueron un ejercicio de resistencia. El Union SG se volcó al ataque, buscando desesperadamente el empate. Oblak, erigido en héroe, detuvo dos disparos a bocajarro que valieron una victoria que, aunque sufrida, permite al Atlético seguir sumando en su camino hacia la clasificación. El partido dejó claro que, en el fútbol actual, no hay rival pequeño y que la valentía, a veces, puede ser más efectiva que el talento. El Atlético ganó, sí, pero necesita mejorar si quiere aspirar a cotas más altas. El Union Saint-Gilloise, por su parte, demostró que tiene madera de equipo grande y que dará mucha guerra en esta competición.
Si el Atlético de Madrid logró sumar los tres puntos anoche, fue gracias a la actuación estelar de su portero, Jan Oblak. El esloveno, con intervenciones providenciales, evitó el empate del Union Saint-Gilloise, confirmándose como uno de los mejores porteros del mundo. Sus reflejos felinos y su seguridad bajo los palos fueron determinantes en un partido que se complicó más de lo previsto. Sin duda, Oblak es el seguro de vida de este Atlético de Madrid.
La victoria agónica del Atlético ante el Union Saint-Gilloise deja al descubierto las costuras de un proyecto que, por momentos, se asemeja más a un espejismo que a una realidad tangible. Si bien la resiliencia del equipo, demostrada en los minutos finales, es digna de elogio, no puede eclipsar la preocupante fragilidad defensiva y la alarmante dependencia de las individualidades. **Simeone debe replantear urgentemente la estrategia**, dejando atrás el conservadurismo excesivo que, en lugar de fortalecer al equipo, lo atenaza y lo convierte en predecible para rivales, a priori, inferiores. La valentía del Union SG, un equipo sin complejos, debería servir como toque de atención: el fútbol evoluciona y el Atlético, si quiere seguir compitiendo en la élite, debe hacerlo a la par.
Más allá de la victoria, que alivia momentáneamente la presión, la figura de Jan Oblak se erige como el verdadero salvavidas del Atlético. Su actuación, sencillamente magistral, enmascara carencias evidentes y plantea una pregunta inquietante: ¿hasta cuándo podrá el esloveno sostener por sí solo las aspiraciones de un equipo que, en demasiadas ocasiones, se diluye en el campo? La inversión millonaria en refuerzos no se está traduciendo en un salto cualitativo, y la sombra del conformismo planea sobre el Metropolitano. Urge un cambio de timón, una apuesta decidida por un fútbol más atrevido y propositivo, o el Atlético corre el riesgo de convertirse en un equipo irrelevante, condenado a vivir de glorias pasadas.
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