Desde la soleada Málaga, la redacción de eldiariodemalaga.es sigue con lupa el meteórico ascenso de Carlos Alcaraz. Hoy, domingo 28 de septiembre de 2025, el joven murciano ha vuelto a dejar constancia de su innegable talento y ambición, conquistando un lugar en las semifinales del ATP 500 de Tokio tras un sólido triunfo sobre el estadounidense Brandon Nakashima (6-2, 6-4). Un partido que, a diferencia del susto sufrido hace unos días, transcurrió sin sobresaltos y demostró que la torcedura de tobillo sufrida ante Báez es cosa del pasado. Alcaraz se movió con soltura, desplegando un juego agresivo y efectivo que dejó sin opciones a su rival en apenas una hora y 21 minutos.
La victoria no solo consolida su presencia en la élite del tenis mundial, sino que también le permite igualar su mejor registro anual de triunfos (65), una marca que ya alcanzó en 2023. Alcaraz, un torbellino de energía y talento, suma ya nueve semifinales consecutivas, un hito que habla por sí solo de su consistencia y dominio en el circuito. La sombra de terminar la temporada como número uno del mundo, como ya hiciera en 2022, se alarga cada vez más, impulsándolo a dar lo mejor de sí en cada partido. Además, el fantasma de la historia le acecha: Alcaraz aspira a inscribir su nombre junto a los de Manolo Orantes, David Ferrer y Rafa Nadal como campeones españoles en la capital nipona.
El destino ha querido que su rival en semifinales sea el noruego Casper Ruud, un viejo conocido con el que ha protagonizado intensas batallas en el pasado. Aunque el cara a cara favorece al español (4-1), Ruud se llevó la victoria en el último enfrentamiento, en las Finales ATP de 2024. Un precedente que, sin duda, añadirá picante a un encuentro que promete ser vibrante. Alcaraz deberá mostrar su mejor versión para superar a un Ruud que, tras vencer a Aleksandar Vukic, llega con la moral alta y dispuesto a dar la sorpresa. La semifinal se prevé como un choque de titanes, un duelo estratégico y físico que pondrá a prueba la resistencia y el talento de ambos jugadores. El público de Tokio, sin duda, será testigo de un espectáculo de primer nivel.
Mientras Alcaraz celebra en Tokio, no todo fueron buenas noticias para el tenis español. Alejandro Davidovich se despidió prematuramente del torneo de Pekín al caer en octavos de final ante el implacable Daniil Medvedev (6-3, 6-3). Una derrota que complica sus opciones de clasificarse para las Finales ATP de Turín. El marbellí, a pesar de su esfuerzo y dedicación, no pudo hacer frente al sólido juego del ruso y deberá seguir luchando para asegurar su presencia en el prestigioso torneo de final de temporada. Desde Málaga, le enviamos todo nuestro apoyo y confianza para que continúe trabajando duro y cosechando éxitos en el futuro.
El omnipresente Carlos Alcaraz sigue siendo, lo queramos o no, el baremo con el que medimos el éxito del tenis español. Su fulgurante victoria en Tokio, aunque celebrada, me deja una sensación agridulce. Mientras Alcaraz acapara portadas y titulares, la sombra de la excesiva dependencia de un solo jugador se alarga sobre el futuro del tenis nacional. Es innegable su talento y la alegría que brinda a los aficionados, pero ¿no deberíamos estar prestando más atención a los jóvenes talentos que luchan por emerger, en lugar de celebrar una y otra vez el enésimo triunfo de una estrella ya consolidada? La cantera española necesita un impulso, un foco que vaya más allá del brillo deslumbrante de Alcaraz, so pena de encontrarnos en un futuro no muy lejano huérfanos de un relevo generacional sólido.
El contraste con la derrota de Davidovich Fokina en Pekín, y la consecuente complicación de su clasificación para Turín, es un claro ejemplo de esta disparidad. Mientras la maquinaria mediática se centra en Alcaraz, otros jugadores, también con potencial y méritos propios, quedan relegados a un segundo plano. No se trata de restar importancia al logro de Alcaraz, sino de equilibrar la balanza y ofrecer una visión más completa del panorama tenístico español. La insistencia en comparar constantemente a Alcaraz con Nadal, además, añade una presión innecesaria sobre el joven murciano y, al mismo tiempo, invisibiliza el esfuerzo y la trayectoria de otros deportistas que merecen reconocimiento. Urge, por tanto, un cambio de enfoque que permita valorar en su justa medida el talento colectivo, y no solo la genialidad individual.
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