La brisa marina de La Malagueta se mezclará el próximo lunes 8 de julio con el rugido de motores y el despliegue de una fuerza de asalto. La Armada Española ha elegido la emblemática playa malagueña para llevar a cabo una espectacular exhibición anfibia, una simulación a gran escala de una operación de rescate de rehenes que promete dejar al público boquiabierto. A partir de las 11:00 horas, el cielo y el mar se convertirán en un teatro de operaciones donde infantes de Marina, aviones, helicópteros, embarcaciones rápidas y lanchas de desembarco demostrarán la potencia y precisión de las fuerzas armadas españolas.
El evento, más allá de su carácter demostrativo, servirá para poner de manifiesto la capacidad de la Armada para proyectar una fuerza expedicionaria desde el mar, una habilidad crucial en el panorama geopolítico actual. No solo se trata de una demostración de músculo, sino también de una reafirmación del compromiso de España con la seguridad y la estabilidad internacional, en colaboración con sus aliados de la OTAN. La exhibición permitirá al público, tanto local como visitante, apreciar de primera mano la complejidad y el rigor del entrenamiento militar, así como la sofisticación de los equipos utilizados.
La magnitud del ejercicio será palpable, con la presencia imponente del portaaviones Juan Carlos I, buque insignia de la Armada, y del buque Galicia. Ambos colosos navales podrán ser admirados desde la costa, ofreciendo una imagen inigualable de la capacidad naval española. Estas unidades, que acaban de regresar de un exigente despliegue en aguas del Atlántico y el Mediterráneo como parte del Grupo de Combate Expedicionario ‘Dédalo 25’, representan la punta de lanza de la Armada Española y su capacidad para operar en escenarios complejos y desafiantes.
La exhibición en Málaga, además, será una oportunidad para mostrar la interoperabilidad de la Armada con otras ramas de las fuerzas armadas españolas, ya que durante el despliegue el Grupo de Combate ha llevado a cabo operaciones conjuntas con el Ejército de Tierra y el Ejército del Aire. Asimismo, se han realizado ejercicios combinados con fuerzas de Portugal, Francia, Eslovaquia, Croacia, Rumanía e Italia, demostrando la capacidad de España para integrarse en operaciones multinacionales y contribuir a la disuasión y defensa colectiva dentro del marco de la Alianza Atlántica. No se pierda la oportunidad de presenciar este despliegue único de capacidades, un evento que promete ser tan espectacular como informativo.

La elección de La Malagueta como escenario para esta demostración anfibia de la Armada Española resulta, cuando menos, cuestionable. En un contexto global marcado por tensiones geopolíticas y un aumento del gasto militar a nivel mundial, transformar una playa pública, un espacio de ocio y encuentro ciudadano, en un simulacro de «teatro de operaciones» envía un mensaje profundamente perturbador. Si bien se argumenta la necesidad de «reafirmar el compromiso de España con la seguridad», es imperativo preguntarse si el despliegue de músculo bélico frente a familias y turistas es la manera más efectiva de fomentar la paz y la estabilidad. ¿No existen acaso otros foros, menos invasivos y más constructivos, para mostrar la «capacidad de proyectar una fuerza expedicionaria desde el mar»? La espectacularidad, en este caso, no justifica el potencial impacto negativo en la percepción pública sobre el papel de las fuerzas armadas y la priorización de la defensa en detrimento de otras necesidades sociales urgentes.
Más allá del despliegue de «titanes» como el ‘Juan Carlos I’ y el ‘Galicia’, cuya presencia imponente busca, presumiblemente, generar admiración y respeto, se echa en falta una reflexión más profunda sobre el significado de la «interoperabilidad» con fuerzas de otros países, especialmente en el marco de la OTAN. ¿Es realmente necesario exhibir esta capacidad de integración en «operaciones multinacionales» en un momento en que la diplomacia y el diálogo deberían ser las herramientas prioritarias para la resolución de conflictos? Si el objetivo es «contribuir a la disuasión y defensa colectiva», convendría recordar que la verdadera seguridad no se construye únicamente con armamento y simulacros, sino con inversión en educación, sanidad, cooperación internacional y una política exterior basada en el respeto al derecho internacional y la promoción de la justicia social. La exhibición en La Malagueta, por muy «espectacular» e «informativa» que pretenda ser, corre el riesgo de banalizar la guerra y normalizar la presencia militar en un espacio que debería estar dedicado al disfrute pacífico de la ciudadanía.
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