Este domingo, el destino de 170 millones de usuarios de TikTok en Estados Unidos se volvió aún más incierto cuando la plataforma comenzó a “apagarse” en reacción a la ley aprobada por el gobierno estadounidense en abril de 2024. Esta legislación exige a TikTok desvincularse de su empresa matriz, ByteDance, o enfrentar la prohibición total en el país. Las decisiones estratégicas de la compañía para ganar tiempo, como llevar el caso ante el Tribunal Supremo y buscar la mediación de políticos influyentes, no parecen haber dado resultado. La tensión entre EE.UU. y China, en términos de seguridad nacional y control de datos, ha llevado a esta situación límite que podría cambiar para siempre el panorama de las redes sociales.
Desde su lanzamiento, TikTok ha capturado la atención de un notable segmento de la población estadounidense, especialmente de los jóvenes. Actualmente, cerca del 60% de los estadounidenses entre 13 y 29 años utiliza regularmente TikTok, convirtiéndose en una fuente primordial de información y entretenimiento. La posibilidad de perder esta plataforma no solo impacta en la manera de comunicarse, sino también en cómo se construyen las narrativas y se difunden los contenidos que afectan sus vidas. Los jóvenes se ven así ante un dilema: migrar a alternativas como Reels de Meta o Shorts de Google, o explorar nuevas plataformas emergentes como RedNote y Lemon8, que están ganando tracción entre los usuarios estadounidenses que buscan una experiencia similar.
A pesar de la situación en EE.UU., expertos consultados aseguran que la experiencia de los usuarios en el resto del mundo no se verá drásticamente alterada. “No prevemos un impacto inmediato fuera de EE.UU., pero el contenido generado por usuarios estadounidenses se volverá menos visible”, comenta Oskar Gstrein, profesor de la Universidad de Groningen. Sin embargo, también se destaca que la ausencia de creadores de contenido estadounidenses podría hacer que el ecosistema de TikTok se torne menos diverso, afectando el flujo de ideas y tendencias en inglés.
Este panorama no es nuevo. En junio de 2020, India prohibió TikTok, lo que llevó a sus 200 millones de usuarios a buscar alternativas. Además, otros países han implementado restricciones similares, como la Comisión Europea, que ha prohibido el uso de la app entre funcionarios. Decisiones basadas en preocupaciones de privacidad y seguridad pueden influir en la percepción y el uso de plataformas de redes sociales a nivel global.
La inminente prohibición también ha dado lugar a un fenómeno que algunos denominan “refugiados digitales”, donde los creadores de contenido estadounidenses están buscando nuevas plataformas para continuar su labor. Este movimiento no solo tiene implicaciones para la cultura digital en EE.UU., sino que también podría dar lugar a un renacimiento de plataformas alternativas con la llegada de una audiencia en busca de nuevas formas de expresión. Se observa que la dinámica de las redes sociales está en constante cambio, impulsada por la evolución de las políticas gubernamentales y las preocupaciones sobre la privacidad.
La situación de TikTok es un recordatorio del delicado equilibrio entre innovación tecnológica, regulación gubernamental y la demanda de los usuarios. A medida que se disipa el futuro de TikTok en EE.UU., los usuarios y creadores de contenido deben adaptarse rápidamente o arriesgarse a perder su plataforma favorita para compartir y descubrir historias en un mundo cada vez más interconectado.
La situación de TikTok en EE.UU. es un claro ejemplo de cómo las tensiones geopolíticas afectan directamente la vida digital de los ciudadanos. Alrededor de 170 millones de usuarios se ven ahora atrapados entre su deseo de acceder a contenido dinámico y la incertidumbre provocada por una legislación que, bajo el pretexto de la seguridad nacional, parece más inclinada a plantear un control sobre la información que a salvaguardar realmente la privacidad de los usuarios. La inminente prohibición de TikTok no solo revela un miedo infundado hacia lo desconocido, sino que pone en entredicho el profundo compromiso de las instituciones gubernamentales con la libertad de expresión y el acceso a la información. La falta de alternativas viables que ofrezcan la misma experiencia que TikTok demuestra que el vacío que dejaría la app podría ser más perjudicial que la amenaza que se intenta mitigar.
Es esencial reflexionar sobre el término “refugiados digitales” que encapsula el éxodo de creadores de contenido hacia nuevas plataformas. Si bien esta migración puede dar pie a un resurgimiento de la innovación en el ámbito digital, también plantea la preocupación de que algunos talentos se pierdan en el proceso, llevando consigo una diversidad de voces y enfoques que enriquecen el espacio digital. Alternativas como Reels o Shorts no parecen prometer una experiencia realmente igualitaria, lo que resalta la necesidad de una regulación que no solo se preocupe por el control, sino que también fomente un ecosistema de redes sociales robusto y diverso. No podemos olvidar que en este conflicto entre países y plataformas, son las experiencias humanas y la creatividad las que corren el riesgo de sacrificar su espacio.
La aviación y el transporte marítimo y terrestre de mercancías no pueden confiar en estos momentos en la electrificación. La densidad energética de las baterías es unas 50 veces menor por kilo que, por ejemplo, el queroseno de los aviones y para este tipo de medios es ineficiente porque un tanque de combustible tendría que ser sustituido por toneladas de pilas. La solución pasa por los biocombustibles producidos a partir de los desechos y la contaminación que generamos para reducir a cero e incluso eliminar parte de las emisiones de nuestro sistema de vida. La receta y la tecnología existen, pero el resultado es caro y difícil de llevar a una escala suficiente para abastecer a esta enorme flota. El grupo de investigación Surfcat (Surface Chemistry and Catalysis), de la Universidad de Sevilla, ha conseguido mejorar la fórmula para obtener biocombustibles a partir de basura urbana, desechos y CO₂, algo que la humanidad genera en exceso. Ha presentado una patente europea y abierto una nueva línea de investigación que incluye el aprovechamiento del hidrógeno.
La tecnología para la síntesis de biocombustibles avanzados mediante la captura y utilización de carbono (CCU, por sus siglas en inglés) permite usar las emisiones de CO₂ como material de partida y lleva una década de intensos estudios en los laboratorios, pero no termina de despegar por las limitaciones de eficiencia energética y barreras técnicas, como la falta de catalizadores adecuados.
Otras rutas de síntesis de biocombustibles a partir de residuos están más establecidas. La técnica y la formulación básica existen desde hace un siglo. De forma muy simplificada, consiste en, mediante procesos de pirólisis (descomposición de un compuesto químico por acción del calor) y gasificación, generar un gas o un líquido del que, tras un proceso de catálisis (reacción con otros elementos), se obtiene un producto deseado. Los investigadores de Surfcat se han centrado en mejorar gran parte del proceso para convertirlo, según el químico líder del grupo, José Antonio Odriozola, en “técnico, económico y socialmente sostenible”.
De entrada, las materias primas no proceden de recursos fósiles, sino de los vertederos de la contaminación que genera la humanidad. El grupo aprovecha residuos urbanos, dióxido de carbono, restos de biomasa (productos de la poda o desechos agrícolas), ropa y hasta los lodos de las depuradoras. Algunos proyectos están probando con algas.
De forma muy resumida, esos compuestos se someten a un tratamiento térmico denominado gasificación. “Es como un horno o el caldero de la poción mágica de Panorámix”, bromea Odriozola. En ese horno o caldero, el calor descompone los compuestos químicos y se genera un gas (el proyecto que reutiliza CO₂ es el denominado BioCAs-CCU) o un líquido (bioaceite). Esta segunda vía es objeto de dos líneas de financiación europea (FLEXBY y CLEVER-FUEL) e incluye el uso óptimo de hidrógeno en el proceso de síntesis de biocombustibles.
Una vez obtenido el gas o el líquido, estos se someten a un proceso catalítico en un reactor, una especie de olla a presión donde se incorporan lo que Tomás Ramírez-Reina, catedrático de Química Inorgánica e incorporado al Surfcat tras pasar por Reino Unido, denomina “sazonadores” para hacerlo comprensible. Estos permiten obtener de forma selectiva el compuesto químico que se desea y acelerar el proceso, reduciendo así la energía requerida y, por lo tanto, los costes.
La base de esa catálisis avanzada (“sazonadores” para alcanzar una reacción química más rápidamente y con menores rangos de temperatura y presión), que ha sido presentada como patente europea se fundamenta en óxidos metálicos, también podría ser utilizada para mejorar procesos de refino actuales.
“El resultado es análogo al combustible de aviones, barcos y camiones. Con los catalizadores conseguimos modificar el compuesto para que se adapte a lo que queremos. La flexibilidad se da desde el principio hasta el final. De esta forma hemos conseguido aportar una solución a los textiles que acumulamos o a los residuos agrícolas y obtener lo que buscamos: combustibles sostenibles de economía circular”, resalta Ramírez-Reina.
«. No uses formato HTML, escribe tu respuesta directa en formato de texto plano. Quiero que el titular sea breve y conciso.Jiqiren lai le! Jiqiren jiayou! (“¡Ya llega el robot! ¡Ánimo, robot!”), grita y vitorea una multitud de niños, adultos y ancianos. Llevan más de una hora esperando este momento: ver a un androide completar los 21 kilómetros de una media maratón. Este sábado, alrededor de 9.000 corredores humanos y 21 robots humanoides han compartido recorrido —aunque cada especie por su carril— en la que los organizadores presentan como la primera prueba de este tipo en el mundo. China ha convertido estas máquinas en un símbolo de su ambición tecnológica y en una pieza clave en su estrategia industrial a futuro. Fueron las estrellas de la Gala de la Fiesta de la Primavera, desfilaron en la Semana de la Moda de Shanghái y, hoy, en el distrito tecnológico de Yizhuang, en el sur de Pekín, se han medido en la misma pista que hombres y mujeres de carne y hueso, zancada a zancada.
El favorito de las apuestas, el Tiangong Ultra, ha sido el único de los bípedos mecánicos capaz de cruzar la meta antes de que lo hicieran sus rivales humanos más rezagados. El individuo mecánico de 1,80 metros y 55 kilos, desarrollado por el Centro de Innovación de Robots Humanoides de Pekín, ha parado el cronómetro en 2 horas, 40 minutos y 42 segundos, casi una hora antes que el modelo N2 de la también pekinesa Noetix Robotics. Aunque sus creadores se han mostrado exultantes con el resultado —tenían por objetivo finalizar en menos de tres horas—, la marca sigue estando lejos del ganador de la categoría humana: el etíope Elías Desta ha terminado en 1 hora y 2 minutos.
La prueba no ha sido un desfile, sino un experimento técnico a cielo abierto para medir hasta dónde puede llegar la robótica en condiciones reales. El circuito urbano incluía curvas cerradas, pendientes de hasta nueve grados, tramos irregulares y paradas técnicas. El campeón robótico ha llegado hasta el final sin errores críticos y con solamente tres cambios de batería, toda una proeza técnica, especialmente si se compara con la actuación de sus contrincantes.
“No quiero presumir, pero creo que ninguna empresa de robótica en Occidente ha logrado hazañas deportivas comparables a las de Tiangong”, ha manifestado Tang Jian, director de tecnología responsable de este robot. Tampoco ha disimulado su entusiasmo el CEO de la empresa, Xiong Youjun: “No es solo una carrera, es una validación técnica real”. Aunque ha evitado dar fechas, asegura que los humanoides están cada vez más cerca de operar en entornos reales, especialmente en tareas peligrosas, repetitivas o poco atractivas para los humanos. El objetivo, ha detallado, es que “empiecen a aportar valor allí donde las personas no quieren o no pueden estar”.
Pero no todos los robots han demostrado la agilidad de Tiangong. Muchos habían sido concebidos para caminar, no para correr, y los ingenieros han tenido que enseñarles a trotar, mantener el equilibrio y adaptarse a superficies reales en cuestión de semanas. Los técnicos calculan que aún hacen falta cinco años para que puedan ir a la par de los humanos.
Aunque a un ritmo bastante lento, alrededor de la mitad ha conseguido caminar a paso constante, con zancadas torpes pero decididas, como si intentaran no perder la compostura en medio del asfalto. Solo un puñado —entre ellos, el imbatible Tiangong— consiguió realmente echar a correr, gracias a algoritmos de locomoción más avanzados y, en su caso, a unas piernas largas que imitaban la biomecánica humana. Todos los androides han ido acompañados por técnicos que actuaban como mecánicos de Fórmula 1, listos para intervenir con baterías, recambios o herramientas.
El ambiente ha sido festivo. Algunos robots, en un gesto inesperado de deportividad programada, saludaban con el puño en alto antes de que sonase el pistoletazo de salida para desear suerte a sus compañeros humanos. Las liebres, encargadas de marcar el ritmo de la carrera, llevaban orejas de conejo y globos rojos en forma de corazón que especificaban los tiempos de forma visible. En los primeros compases, una de las escenas más repetidas era la de los participantes deteniéndose para hacerse selfies con los humanoides, que iban saliendo uno a uno como estrellas de cine en intervalos de alrededor de un minuto.
Las máquinas, algunas ataviadas con chándal y zapatillas deportivas (y una incluso con guantes de boxeo), han regalado momentos casi teatrales. Uno de los corredores de silicio, tal vez abrumado por la expectativa o simplemente por un error de cálculo, se quedó tumbado en el suelo a la espera de que sonase el pitido que lo invitaba a comenzar. Se levantó tras superar los nervios y tomar una decisión. Otros, sin embargo, no han logrado avanzar con mucha dignidad. La única humanoide con rasgos femeninos (una cabeza moldeada al estilo de una muñeca), protagonizó uno de los episodios más dramáticos: tras unos pocos metros, perdió el equilibrio y se estampó contra una barandilla, provocando también la caída de uno de sus acompañantes humanos.
«. No uses formato HTML, escribe tu respuesta directa en formato de texto plano. Quiero que el titular sea breve y conciso.Juli Ponce Solé (Barcelona, 57 años) es catedrático de Derecho Administrativo de la Universitat de Barcelona. Acaba de publicar un manual sobre el uso adecuado y razonable de la inteligencia artificial (IA) en las administraciones públicas con un título larguísimo: El reglamento de inteligencia artificial de la Unión Europea de 2024, el derecho a una buena administración digital y su control judicial en España. Como en muchos otros oficios, los funcionarios van a aprovechar y sufrir la IA. Pero por su tipo de trabajo delicado, los requisitos para las máquinas son más exigentes. Ponce Solé cree que su “falta de empatía y otras emociones hace que no puedan tomar decisiones que afecten a humanos”.
Pregunta. ¿Cómo usa ChatGPT un catedrático de derecho administrativo?
Respuesta. Lo uso, y animo a mis estudiantes a que lo usen, porque sé que lo van a utilizar en cualquier caso. Les doy pautas sobre sus posibilidades y límites. Para los juristas es importante la jurisprudencia. ChatGPT se la inventa o es más sincero y te dice que no tiene acceso a bases de datos de jurisprudencia, lo que es una laguna importante. Sirve mucho, sobre todo, para situarte.
P. No parece tan útil.
R. Alguna revista jurídica de la que soy miembro del consejo editor ya nos ha hecho alguna consulta discreta sobre qué uso hacemos en las universidades porque se están encontrando cada vez más artículos científicos de investigación hechos con IA. No sé el porcentaje, pero es algo que existe y preocupa.
P. ¿Los funcionarios también usan estas herramientas?
R. Estamos en un momento de Far West. En mi universidad pregunté si había algún criterio, algún protocolo ético para el uso de IA y me contestaron que no. Creo que es algo general. No me consta que haya ninguna guía o indicación. Cada cual hace lo que le parece. Queda en manos de cada servidor público.
P. ¿Teme este descontrol con la IA en la administración pública?
«. No uses formato HTML, escribe tu respuesta directa en formato de texto plano. Quiero que el titular sea breve y conciso.Comienza con un tanteo, a veces inocente, y del coqueteo escala al envío de fotos o vídeos de contenido erótico. El ritual de apareamiento digital, el famoso sexting, tiene características similares en todas las latitudes, pero también alguna que otra diferencia. Un nuevo estudio ha encontrado que, por ejemplo, las mujeres jóvenes españolas lo practican más que las colombianas y las mexicanas. O que en México, el peso del prototipo del macho latino se refleja en que ellos tengan una visión más positiva del intercambio de mensajes eróticos que los chicos colombianos o españoles de su edad.
El objetivo de la investigación —con una muestra de 3.726 hombres y mujeres de entre 17 y 25 años— fue conocer cómo la cultura de España, México y Colombia influye en la frecuencia, las actitudes y los motivos que llevan a los jóvenes a interactuar sexualmente a través de las redes sociales. Así, los investigadores encontraron que el sexting es común entre jóvenes adultos, con una prevalencia alta en los tres países. Sin embargo, es en México donde los adolescentes lo practican más y, como sucede con los españoles y colombianos, ellos suelen tener actitudes más favorables que ellas hacia esta interacción que sus pares mujeres. Además, los varones del país norteamericano tienen una visión más positiva que el resto de la muestra y suelen asociar el sexo virtual con diversión y placer. Lo mismo que las chicas españolas, que son menos reticentes a estas interacciones. Entre todas las personas encuestadas, la principal motivación expresada para practicar el sexting fue fortalecer la intimidad de la pareja.
Ricardo Fandiño Pascual, psicólogo clínico y autor de La lucha sexual de los adolescentes en la hipermodernidad, no participó del estudio, pero asegura, luego de leerlo, que los resultados no son sorprendentes para alguien que viene siguiendo el tema desde hace décadas. “La conducta sexual siempre está condicionada por la cultura y regulada por una determinada moral que tiene que ver con la época y con determinados contextos sociales. No me resulta extraño que el sexting tenga diferencias por género y nacionalidad”, asegura. A fin de cuentas, añade, una práctica concreta como esta, “lo que refleja es un patrón más general de conducta y moral sexual”.
Silvia Sanz, psicóloga y sexóloga madrileña, explica que “en contextos de más libertad sexual femenina, las mujeres se sienten mucho más cómodas también en el plano de la interacción digital”. En cambio, en sociedades más conservadoras o misóginas, “la mujer que toma la iniciativa o que exhibe su cuerpo es mucho más fácil que se vea juzgada”. Es decir, que las mujeres latinoamericanas limiten o inhiban sus ganas de practicar sexting por miedo a ser señaladas, puede ser visto como un indicador de qué tan atornillado está el machismo en estas culturas.
Los motivos por los cuales los jóvenes justifican esta práctica sexual también varían según cada país. Las mujeres mexicanas son las más influenciadas por sus parejas para intercambiar contenidos eróticos, mientras que los colombianos lo hacen más por presión social y consumo de sustancias, como el alcohol, lo que puede generar mayores consecuencias negativas. Consecuencias de las que, claro, nadie está libre.
“A la luz de estos resultados, tenemos que educar en el tema del consentimiento y la asertividad sexual para disminuir los riesgos”, dice Rafael Ballester Arnal, profesor catedrático de la Universidad Jaume I de Castellón y coautor de la investigación, que trabaja en estos temas desde 1993. Pero los riesgos no solo son que una foto termine en las manos equivocadas, sino correr detrás de la validación. Ballester lo explica: “Tendemos a pensar que las personas que más envían imágenes sexuales de sí mismas, son personas con mejor autoestima o incluso narcisistas. Pero lo que se ha visto en las últimas investigaciones es que esto no siempre es tan así”. A veces, añade el autor, personas inseguras envían o comparten imágenes porque necesitan la aprobación de los demás. “Las redes sociales te permiten mostrar lo que quieres y cómo mostrarlo a cambio de un like, eso es peligroso porque se puede caer en dinámicas de extorsión y dependencia”.
En este sentido, Sanz enfatiza que practicar sexting con responsabilidad implica no solo cuidar que no se vean rostros, tatuajes o cualquier otra seña identitaria del protagonista de la foto, sino también “saber cuándo lo quieres hacer, con quién y desde dónde lo haces emocionalmente”. No se tiene que vivir como una prueba de amor, ni como un mecanismo para recibir aceptación, ni como una moneda de cambio.
“Lo primero que tenemos que pensar”, comienza argumentando Fandiño, “es que vivimos en un contexto social en el que los contenidos sexuales están muy banalizados”. Las imágenes eróticas y pornográficas circulan por la vida cotidiana en muchos niveles y con total normalidad, desde en gigantografías publicitarias hasta en stickers de WhatsApp. Esto —sumado a que, como dice Ballester, “hemos banalizado el concepto de intimidad”, al punto de que en programas de televisión como La isla de las tentaciones algunos individuos destripan su privacidad en directo frente a millones de personas— ha montado un cóctel que implica ciertos riesgos.
«. No uses formato HTML, escribe tu respuesta directa en formato de texto plano. Quiero que el titular sea breve y conciso.La inteligencia artificial ofrece novedades a un ritmo semanal. Docenas de empresas con miles de millones de inversión compiten por superar el último test humano o convertirse en el último meme. Sin embargo, una encuesta internacional entre especialistas ha revelado una fuerte desconfianza en que insistir por ese camino nos lleve a una inteligencia artificial similar a la humana; es lo que en el sector se conoce como inteligencia artificial general —AGI, por sus siglas en inglés—. El sondeo es obra de la Asociación por el Avance de la Inteligencia Artificial (AAAI, en inglés), una organización científica estadounidense que ha encuestado a 475 académicos y profesionales de IA de todo el mundo: un 76% cree que es “muy improbable” o “improbable” que el aumento de las aproximaciones actuales logren la AGI.
El increíble ascenso de la IA ha provocado que las voces que auguraban el fin probable de la humanidad a manos de las máquinas hayan menguado. Pero la agitación en el sector sigue presente. Esta es, por ejemplo, la declaración de otro grupo llamado AI 2027: “Creemos que el impacto de una IA sobrehumana en la próxima década va a ser enorme, incluso mayor que el de la Revolución Industrial”.
A la vez que se dan estas grandes declaraciones, Meta ha presentado sus dos últimos modelos: uno pequeño (Llama 4) y otro mediano llamado Maverick. En las clasificaciones comparativas que se hacen de los modelos principales, Maverick saltó al segundo puesto, justo debajo de Gemini 2.5 Pro y por encima de ChatGPT-4o. Pero, con un poco de esfuerzo, un puñado de especialistas han descubierto que la versión de Maverick que compitió estaba específicamente entrenada para superar las pruebas. Meta no cumplió las pruebas de la competición entre modelos.
Con estas trampas sutiles, la dificultad para definir el umbral de la inteligencia puramente humana y saber cómo llegar complican el panorama. “Mi definición de inteligencia artificial general es una IA con el mismo nivel de competencia y complejidad que la inteligencia humana, incluyendo conceptos tan difíciles como la autoconciencia”, dice Nuria Oliver, directora científica y cofundadora de la Fundación Ellis Alicante. “Estamos muy lejos de alcanzarla y desconozco si algún día lo conseguiremos”, añade.
EL PAÍS ha preguntado a un grupo de científicos de IA españoles por sus impresiones sobre este umbral y cómo será superado. Como en la encuesta de AAAI hay variedad de respuestas. “Tenemos los ingredientes, aunque no sean óptimos, para conseguirlo, pero requieren ciertas combinaciones incrementales que hay que explorar y todavía más cómputo”, dice José Hernández-Orallo, investigador del Centro Leverhume para el Futuro de la Inteligencia de Cambridge (Reino Unido). “Si se podría hacer con menos, muy posiblemente, pero la pregunta que se nos hace es si se podría lograr escalando las aproximaciones actuales, y creo que sí”.
En cambio, el catedrático de la Universidad de Santiago de Compostela, Senén Barro, cree que la aproximación actual no bastará: “La vía de llegar a una inteligencia artificial general no es sin más la de los modelos que ahora tenemos, aunque los aumentemos de tamaño, les demos mejores capacidades de inferencia y los especialicemos en arquitecturas de agentes. Eso permitirá avances significativos en sus competencias, pero lo que entendemos por AGI es mucho más”, explica.
Barro compara la inteligencia artificial general con la exploración de Marte: “Sabemos qué camino seguir para llevar personas a Marte, aunque no podría ser hoy; y hay ciertos temas de I+D+i pendientes, que no son menores. En todo caso, sabríamos cómo afrontarlo. No ocurre lo mismo con la AGI: todavía no sabemos qué camino, aún lejano, nos llevaría a ella, y no parece nada probable que sea el de mejorar los modelos”.
Otros científicos añaden una capa más de dificultad a este camino: la corporal. “Para avanzar hacia la AGI, es necesario que la IA sea corporal y dotarla de capacidad de razonamiento y aprendizaje simbólico”, dice Carme Torras, investigadora del Institut de Robòtica i Informàtica Industrial. “Cuando digo corporal, no me refiero solo a los robots, sino también a otros objetos con capacidad de percibir, procesar e interactuar”, añade.
«. No uses formato HTML, escribe tu respuesta directa en formato de texto plano. Quiero que el titular sea breve y conciso.La empresa sueca de servicios de música por internet Spotify experimenta este miércoles problemas técnicos que impiden a sus clientes hacer un uso normal de sus productos. Mensajes como “no se pudo cargar la página” o piezas musicales que quedan sin poder reproducirse son algunos de los problemas que experimentan los usuarios de la plataforma, que aún no ha dado explicaciones sobre lo ocurrido.
Las notificaciones por problemas en el uso de la plataforma se dispararon a partir de las 12.00 GMT (dos de la tarde en hora española), según informa el portal Downdetector, a través del cual usuarios de aplicaciones pueden informar en tiempo real de fallos en servicios digitales como Spotify, una de las plataformas musicales más populares.
Problemas de “aplicación”, “conexión de servidor” y en su “página web” fueron los mensajes más reportados, según Downdetector, que llegó a registrar en menos de dos horas, entre las 12.00 GMT y las 14.00 GMT —las dos y las cuatro de la tarde en la península—, más de 16.800 notificaciones de problemas con Spotify en Alemania, la mayor economía de Europa y la tercera del mundo.
El servicio comenzó a recuperarse en torno a las seis de la tarde, hora peninsular española.
A través de la red social X (antes Twitter), la firma nórdica ha indicado que están trabajando para resolver la interrupción del servicio “lo antes posible”. Además, enfatizaron en que no se trata de un hackeo y que la información que anda circulando en internet sobre unos supuestos informes es “falsa”.
Spotify es una plataforma de streaming de música, pódcasts y contenido de audio digital que permite a los usuarios acceder a millones de canciones y programas desde cualquier dispositivo. Según datos de la compañía, tiene 675 millones de usuarios a nivel mundial y opera en más de 180 países.
Ramon López de Mántaras (Sant Vicenç de Castellet, Barcelona, 72 años) puede decir que se dedicaba a la inteligencia artificial (IA) antes de que se pusiera de moda. Mucho antes, de hecho: lleva cincuenta años en ello, lo que le convierte en uno de los pioneros patrios de la disciplina. Cuenta como anécdota que, cuando Yann LeCun, actual científico jefe de IA en Meta y considerado uno de los padres del aprendizaje profundo (machine learning), estaba haciendo la tesis doctoral en la Universidad Sorbona de París, él fue catedrático invitado allí y le dio un curso.
Este ingeniero eléctrico, informático y físico catalán es fundador del Instituto de Investigación de Inteligencia Artificial del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), organismo con el que todavía colabora como profesor de investigación emérito. Acaba de presentar en Madrid su último libro, 100 cosas que hay que saber sobre inteligencia artificial (Lectio Ediciones), en el que ofrece un recorrido muy pedagógico a través de la historia de esta disciplina, logrando explicar de manera sencilla ideas que no lo son tanto. A la IA generativa, la que está detrás de herramientas como ChatGPT o Copilot, solo le dedica el epílogo porque irrumpió cuando el manuscrito estaba listo para publicarse.
Pregunta. ¿Cuál ha sido, en su opinión, el impacto de la IA generativa en la disciplina?
Respuesta. Científicamente hablando, yo le veo un interés más bien escaso. Si nos ceñimos a la IA moderna, la gran pregunta científica es si es posible que haya inteligencia en algo que no es biológico. Yo creo que, para comprender realmente el mundo, es necesario tener consciencia. Ese es el objetivo científico desde los tiempos de los pioneros de los años cincuenta y sesenta: hacer máquinas que sean igual o más inteligentes que los humanos en todos sentidos. Mi opinión, y la de otros como Yann LeCun o Demis Hassabis [director general de Google DeepMind], es que la IA generativa no solo no nos hace avanzar hacia esa IA fuerte, sino que, como dice LeCun, nos desvía del camino para lograrla. El argumento es que no pueden comprender el mundo porque no tienen un cuerpo con el que interactuar en este mundo. Yo voy un poquito más allá: tener cuerpo posiblemente permita aprender leyes físicas básicas y las relaciones causa-efecto más elementales que conoce hasta un bebé, como que si sueltas una manzana, se cae al suelo. Pero eso no implica que una IA tenga consciencia.
P. Sin embargo, la IA generativa ha causado fascinación en todo el mundo. El primer aviso fue cuando el ingeniero de Google Blake Lemoine creyó estar chateando con una IA que tenía consciencia. ¿Por qué tendemos a antropomorfizar?
R. Es algo inherente al ser humano. Enseguida proyectamos sujetos en objetos que no tienen cualidades humanas. Eso ha sido siempre así. Pero hay que reconocer que, en este caso, el resultado es impresionante. Tú le preguntas algo a ChatGPT y las respuestas son de una precisión pasmosa, gramaticalmente perfectas, persuasivas y con un discurso bien hecho, aunque a veces suelte falsedades. Yo entiendo que la gente pueda llegar a pensar que detrás de ello realmente hay una inteligencia incluso más potente que la suya. Pero en realidad estás ante un programa de ordenador que detecta y recombina patrones una y otra vez y regurgita los resultados.
P. Hay quien considera que la IA ya es tan inteligente como las personas o incluso consciente. ¿Es posible que una máquina logre cobrar consciencia?
R. Quien afirme que la máquina es inteligente y consciente, ese es quien tiene que demostrarlo. Yo soy de los que creen que ser consciente, comprender el mundo y ser inteligente en el sentido humano del término está profundamente arraigado en el hecho de que somos seres vivos. En que nuestro sustrato es la química del carbono, no la del silicio. Somos tan distintos a las máquinas, con su hardware y su software… La física que hay detrás de los ordenadores está basada en transistores que conducen o no electricidad, los unos y ceros, mientras que nuestros símbolos físicos son los procesamientos que hacemos con las neuronas, que son mucho más complejos que el lenguaje binario. Tenemos actividad eléctrica, pero también química. En fin, es tan incomparable y tan distinta la naturaleza del cerebro y del cuerpo humano respecto a una máquina que, en mi opinión, la consciencia y la inteligencia solo se pueden dar en seres vivos. Otra cosa es que, en un día muy lejano, la bioingeniería evolucionara de tal modo que los replicantes de Blade Runner fueran factibles. Si eso sucede, yo empezaría a admitir que puede que las máquinas puedan llegar a ser conscientes e inteligentes.
«. No uses formato HTML, escribe tu respuesta directa en formato de texto plano. Quiero que el titular sea breve y conciso.Una de las características más aplaudidas del Reglamento Europeo de Inteligencia Artificial (IA) es el régimen sancionador acordado por los 27. Para asegurarse de que las aplicaciones de IA prohibidas o calificadas de alto riesgo no se usen, el reglamento prevé fuertes multas de hasta 35 millones de euros o el 7% de la facturación anual mundial de la empresa infractora. Pero el reglamento deja a la discreción de cada Estado miembro qué tipo de sanciones aplican cuando quien incumple la normativa es la Administración.
El Anteproyecto español de ley para el buen uso y la gobernanza de la IA, que desarrolla el reglamento europeo, es manifiestamente tibio con el control del sector público. Eso es al menos lo que piensan ocho organizaciones y asociaciones en defensa de los derechos digitales, a quienes les preocupa que el texto que prepara el Gobierno solo prevea en esos casos “amonestaciones”, “apercibimientos” y “actuaciones disciplinarias”, tal y como se establece en el apartado 4 del artículo 30 del anteproyecto de ley. Es decir, un mal uso por parte de la Administración de una tecnología prohibida, como los sistemas de identificación biométrica remota en tiempo real, solo comportaría un toque de atención.
En las alegaciones que han presentado estas agrupaciones de forma conjunta, se quejan de que la exclusión de las autoridades y organismos del sector público de la imposición de multas administrativas, “copiada de la Ley Orgánica de Protección de Datos, no solo representa un agravio comparativo respecto de las empresas, sino también una falta de ejemplaridad pública y, sobre todo, un grave riesgo para los derechos de los ciudadanos, porque, en la práctica, deja sin sanción los usos prohibidos y de alto riesgo de la IA por las Autoridades y organismos públicos”.
Por ello, proponen que se les apliquen multas administrativas por los malos usos (prohibidos o de alto riesgo) de la IA y que se concreten las “actuaciones disciplinarias” de las que habla el texto. Exigen también que se sustituya la amonestación a las autoridades y al personal directivo por la inhabilitación (temporal o definitiva) para ejercer un cargo público.
El anteproyecto de ley está ahora mismo en fase de consulta pública. Según fuentes del Ministerio de Transformación Digital y de la Función Pública, “se ha recibido un volumen muy alto de alegaciones”, que se están estudiando. Algunas de ellas son muy técnicas, explican esas mismas fuentes, por lo que es difícil saber cuánto tardarán en procesarlas. Una vez completado ese proceso, el Ministerio deberá juzgar si incluye o no en el texto final las propuestas recibidas por esa vía. Cuando esté listo, el proyecto de ley se tramitará en el Congreso de los Diputados, donde deberá aprobarse por mayoría.
El anteproyecto de ley establece una graduación de penalizaciones que van desde las “muy graves” a las “leves”. Las más severas supondrán una multa de entre 7,5 y 35 millones de euros, o entre el 2% y el 7% del volumen de negocios anual mundial de la empresa infractora. Entran en este supuesto el uso de tecnologías prohibidas, de sistemas de identificación biométrica remota en tiempo real no autorizados, no eliminar los datos de esa identificación si lo requieren las autoridades o no notificar que se está usando esa tecnología.
Pero, si el infractor es un organismo público, se apercibirá a la entidad actuante y se podrán establecer “las medidas que proceda adoptar para que cese la conducta o se corrijan los efectos de la infracción que se hubiese cometido, excluyendo la imposición de multas administrativas”. Asimismo, se contemplan “actuaciones disciplinarias cuando existan indicios suficientes para ello”. Y en caso de que alguna autoridad pública haga un mal uso de la IA desoyendo informes técnicos previos, se “amonestará” a los responsables.
“Mi principal preocupación en torno al anteproyecto de ley es la siguiente: ¿quién protege mis derechos como ciudadano? Sabemos que la Administración está usando la IA para vigilarnos. ¿Por qué no podemos vigilar nosotros a la Administración?”, resume Borja Adsuara, experto en derecho digital. Este jurista ha sido el impulsor de las alegaciones centradas en la ausencia de castigos tangibles al sector público presentadas por ocho asociaciones y entidades, entre ellas OdiseIA, Enatic, Asociación Española de Profesionales de la Privacidad (APEP), España Digital o Internautas.
«. No uses formato HTML, escribe tu respuesta directa en formato de texto plano. Quiero que el titular sea breve y conciso.Abrir una aplicación, ver un vídeo y consumir imágenes pasivamente hasta el infinito. Las redes sociales son parte de la vida diaria de la gran mayoría de los jóvenes españoles. En esas plataformas se entretienen compartiendo memes, pero también en la mitad de los casos se convierten en la única fuente de información a la que acceden, de acuerdo a diversos estudios realizados en Europa, EE UU y Australia. La realidad es que los hábitos de consumo de noticias han cambiado. Solo un 20% de los chavales acude a la prensa o las plataformas de noticias. Y el 56% de chicos y chicas, según un análisis de Save the Children, se siente más cómodo recurriendo a familiares y amigos para comprobar la veracidad de un dato.
La búsqueda incesante de vídeos cortos ha transformado la forma de consumir contenidos en los medios tradicionales. Cristina, una chica de 20 años que estudia en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), asegura que algunas de sus amigas son capaces de pasar al menos cinco horas ininterrumpidas en TikTok. “Tienen que bloquear la aplicación o no pararían”, cuenta. O el caso de Alejandro, que cursa la carrera de arquitectura y que con 20 años le apetece mirar videos sobre fútbol en las redes muchas veces al día. Esta es la segunda red social preferida por los jóvenes, solo después de Instagram.
Pero la generación joven no estaría más desinformada que los mayores. Esa es la lectura entrelíneas que realiza la abogada Siana Kalinova, experta en desinformación y redes sociales. “Hay una tendencia a pensar que la juventud cae fácilmente en cualquier tipo de bulo. No estoy de acuerdo y más bien, han pasado a informarse de otra manera”, plantea. Lo que ella observa es más bien un problema de alfabetización mediática y “es algo educativo, no generacional”, reitera la abogada.
Esta habilidad, según una definición de la Comisión Europea, ayuda a contrarrestar los efectos de las campañas de desinformación y la difusión de noticias falsas, pues permite “navegar por el entorno de noticias moderno y tomar decisiones informadas”. Los chicos y chicas, sin embargo, pueden ser engañados por fotos, videos u otros contenidos generados, de acuerdo a un análisis a más de 1.000 adolescentes estadounidenses entre 13 y 17 años. El mismo reporte de Save the Children evidencia que más de la mitad de los jóvenes españoles tiene dificultades para identificar cuándo una noticia es falsa.
“Si no fuera por TikTok e Instagram no me enteraría de nada. A veces nos la cuelan fácil”, reconoce Marta (19 años), otra estudiante de la UCM. Ella espera la siguiente clase junto a Andrea ―también de 19 años― que explica que si le aparece una noticia en TikTok, prefiere mirar algún periódico “para saber si es verdad”. Paula, otra chica que las acompaña, dice que a veces ocupa X para “revisar el estado del Metro”. “Nos salen [las noticias], no las buscamos”, aclara Marta.
La omnipresencia de las afirmaciones engañosas ha dejado estragos en la esfera pública. En el mundo, la invasión a Ucrania no solo ha causado consecuencias económicas y humanas, también ha puesto en relieve la fácil masificación de las fakes news. Mismo efecto ―aunque bajo otros parámetros― causó la dana de Valencia, ocurrida en octubre pasado, que destapó la peor oleada de bulos del país en el último tiempo (al menos, desde la pandemia), pero este fenómeno trascendió edades.
“Ahora mismo hay gente que no ha sido nativa digital y que no está siendo capaz de identificar fácilmente qué noticias son veraces”, ejemplifica la abogada. Jesús Conde, catedrático de la Facultad de Ciencias de la Educación en la Universidad de Sevilla, opina que los jóvenes sí son más propensos a caer en engaños porque “llevan más tiempo conectados” y su consumo es más activo.
La desinformación viene en diferentes formatos: desde leyendas en algunos casos, teorías de conspiración e incluso piezas humorísticas. “La literatura científica en los últimos años habla incluso del concepto de injertos digitales. Es decir, la desinformación se presenta de forma atractiva a los jóvenes, en un formato que parece veraz y que conecta con sus intereses”, sostiene Jesús Conde.
«. No uses formato HTML, escribe tu respuesta directa en formato de texto plano. Quiero que el titular sea breve y conciso.Te invitamos a hacer una prueba: consulta en tu teléfono móvil cuánto tiempo lo usas de media al día. El resultado probablemente te sorprenderá, porque en muchas ocasiones no somos conscientes de la cantidad de horas que pasamos navegando por internet o en las redes sociales saltando de un contenido a otro sin ningún objetivo particular: los españoles dedicamos una media del 35% de nuestro tiempo al móvil.
¿Qué podemos hacer para reducir el uso que hacemos de nuestros dispositivos? La psicóloga Gabriela Paoli —que en 2020 publicó el libro Claves para un uso saludable de la tecnología— recordaba hace unos meses en EL PAÍS las recomendaciones principales. Lo primero, tomar conciencia del tiempo que se le dedica al móvil cada día y, después, tomar algunas medidas “empezando con pequeños pasos”: limitar el tiempo de uso de las aplicaciones, desactivar notificaciones, establecer tiempos y espacios de desconexión —por ejemplo, el dormitorio— que “no sean no negociables” o activar el modo de concentración.
Aunque pueda parecer contradictorio, la propia tecnología puede ayudarnos en el objetivo de usar menos el móvil. De hecho, los teléfonos vienen ya con herramientas pensadas para ello. Los Android, por ejemplo, las tienen dentro de un espacio llamado Bienestar Digital, en el que es posible limitar el uso que se hace de cada aplicación de forma individual o silenciar las notificaciones cuando llega la hora de irse a dormir. Como curiosidad, además, permite crear dos perfiles: uno personal y otro profesional, con diferente configuración entre uno y otro. Así, por ejemplo, no te avisaría de los mensajes de WhatsApp personales en horario de trabajo, o del correo profesional una vez terminada la jornada laboral.
Los iPhone, por otro lado, tienen Tiempo de uso, con unas funciones muy similares: bloquea apps y notificaciones durante periodos en los que quieras evitar usar tus dispositivos; y define un límite de tiempo para una categoría de apps (por ejemplo, juegos o redes sociales) y para apps individuales.
Además, hay otras muchas aplicaciones de terceros que añaden la gamificación a la ecuación, haciendo que sea más fácil pasar menos tiempo con el móvil. Así, Forest convierte el tiempo de desconexión del móvil en árboles virtuales que van creciendo cuanto más tiempo pases sin usarlo, pero que se marchitan si abandonas la app; Digital Detox propone desafíos (no usar el móvil durante 2 horas, 2 días…) que, si no cumples, penalizan con una pequeña tarifa; y Activity Bubbles sustituye el fondo de pantalla por otro en color negro al que se le van añadiendo burbujas cada vez que se desbloquea el smartphone.
Un paso más allá dan apps como Minimalist Phone en Android o Dumb Phone en iOS, que cambian por completo la apariencia del teléfono, eliminando los iconos, los fondos… las apps aparecen en un listado por su nombre, ordenadas alfabéticamente y sin nada que llame la atención. La teoría dice que, como es menos atractivo y tan minimalista que casi no hay opciones, se usa menos. Es exactamente lo mismo que mostró David Broncano en La Resistencia y que convirtió al programa en tendencia, aunque la app que usa él se llama Dumbify.
Aquí es precisamente donde ganan puntos los llamados dumbphones (teléfonos tontos, por su traducción del inglés): teléfonos móviles que carecen de conexión a internet y, por lo tanto, impiden la instalación de aplicaciones y el uso de redes sociales. Por eso, solo sirven para llamar, recibir llamadas y enviar SMS. En este sentido, el Estudio Generación SPCial sobre hábitos de desconexión digital de los jóvenes españoles de SPC ha confirmado que en nuestro país esta opción está en auge, ya que un 12,2% de la población ha optado por cambiar su smartphone por un teléfono sin internet y un 19,5% conoce a alguien que lo ha hecho.
«. No uses formato HTML, escribe tu respuesta directa en formato de texto plano. Quiero que el titular sea breve y conciso.El Diario de Málaga es el periódico digital dónde podrás seguir toda la actualidad malagueña al minuto.
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