El panorama digital se prepara para un cambio significativo con la inminente actualización de los términos de servicio de importantes plataformas sociales como Instagram y Facebook, programada para el 1 de enero de 2025. Esta medida forma parte de un movimiento más amplio dentro del sector tecnológico, que involucra la integración de herramientas de inteligencia artificial (IA) generativa directamente en las plataformas, permitiendo a los usuarios generar contenido de forma más accesible y eficiente. Sin embargo, estas novedades no están exentas de controversia.
Las actualizaciones de los términos de uso han surgido en respuesta a la creciente necesidad de establecer directrices claras sobre el uso de tecnologías emergentes. En el caso de Instagram y Facebook, Meta ha introducido sus propios sistemas de IA, destinados a facilitar la creación de contenido. Esta estrategia refleja la tendencia general de las redes sociales, que buscan no solo atraer a más usuarios, sino también mantener la relevancia en un ecosistema digital en constante evolución.
A pesar de las ventajas que estas herramientas prometen, las plataformas como LinkedIn también han dejado clara la responsabilidad del usuario. Los nuevos términos advierten que el contenido generado puede ser impreciso o incluso ofensivo, y enfatizan que la revisión previa al compartir es esencial. Esto plantea un dilema ético significativo: ¿hasta qué punto los usuarios deben aceptar la culpa por posibles errores en el contenido que ellos mismos no han creado?
Sara Degli-Esposti, investigadora del CSIC, apunta que esta situación es preocupante. Según ella, al introducir estas tecnologías sin una supervisión adecuada, las plataformas están trasladando el riesgo al consumidor. “Se ofrece una herramienta que puede ser defectuosa, pero se minimiza la responsabilidad de quienes la proporcionan”, destaca. Este enfoque podría desincentivar la confianza del usuario en plataformas que históricamente han sido vistas como recursos fiables.
Con el auge de la IA generativa en plataformas como LinkedIn, donde la funcionalidad sólo está disponible para usuarios de pago y actualmente en inglés, y la oferta diversificada de Meta AI en Instagram y Facebook, el futuro parece lleno de posibilidades. Sin embargo, queda una pregunta vital: ¿están listas estas tecnologías para su uso generalizado? La advertencia en los nuevos términos de Meta, que destaca que no se puede garantizar la seguridad ni el correcto funcionamiento de estas herramientas, plantea un desafío directo a la comunidad de usuarios.
El desarrollo de estas tecnologías continúa en una fase temprana, lo que significa que los usuarios se convierten en cobayas digitales en un experimento masivo. Con tensiones entre la innovación y el riesgo inminente, el surgimiento de la IA generativa en redes sociales nos invita a reflexionar sobre cómo debería articularse la relación entre la tecnología y su uso social responsable. Mientras tanto, usuarios y expertos deben permanecer alertas y exigentes en cuanto a las políticas y consecuencias de estas nuevas integraciones.
El inminente cambio en los términos de uso de plataformas como Instagram y Facebook representa un punto de inflexión alarmante en la relación entre los usuarios y la inteligencia artificial. Se está promoviendo una tecnología emergente que, si bien tiene el potencial de facilitar la creación de contenido, se presenta rodeada de un manto de incertidumbre y responsabilidades a menudo desproporcionadas para los usuarios. Al exigir que los mismos usuarios sean los responsables de revisarlo antes de compartirlo, se está trasladando el riesgo al consumidor, un movimiento que no solo es éticamente cuestionable, sino que también socava la confianza en las plataformas que durante años han sido consideradas fuentes de información confiables.
Este juego de poder entre la innovación tecnológica y la seguridad del usuario plantea una serie de cuestiones fundamentales que deben ser abordadas: ¿Cómo podemos confiar en herramientas cuyo funcionamiento ni siquiera está garantizado? Promover herramientas defectuosas sin una supervisión seria es un camino peligroso. Necesitamos un marco más claro que regule no solo el uso de estas tecnologías, sino también la obligación de sus creadores para garantizar prácticas seguras y responsables. En este sentido, se hace urgente que tanto usuarios como expertos demanden un cambio significativo en las políticas de las plataformas antes de que su experimento digital se convierta en una trampa para incautos.
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