La reciente investigación de académicos de la Universidad de California en Berkeley y la Universidad del Sur de California ha desatado una profunda preocupación sobre el estado actual de X (anteriormente Twitter), confirmando un alarmante incremento en la propagación de mensajes de odio desde que Elon Musk asumió el control de la plataforma en octubre de 2022. Los datos revelan que la cifra de mensajes de odio se disparó un 50% en solo ocho meses, situando a la red social en un contexto de creciente polarización y desinformación.
Este incremento no solo se refleja en la cantidad de publicaciones, sino también en la interacción que generan. Durante el mismo periodo, los mensajes de odio obtuvieron un 70% más de likes, lo que sugiere que el contenido tóxico no solo se multiplica, sino que también encuentra resonancia en la comunidad. Lo alarmante es que, a pesar de las anteriores afirmaciones de Musk sobre la disminución del discurso de odio, los datos provenientes de esta investigación contradicen abiertamente esas declaraciones, aportando cifras concretas que iluminan el fenómeno.
A pesar de estas evidencias, los autores del estudio aún luchan por identificar las causas exactas detrás de este ascenso de la intolerancia. Dan Hickey, profesor en Berkeley, sugiere que una combinación de reducción en la moderación de contenido y despidos en el equipo de seguridad podría haber propiciado este ambiente hostil. «La falta de un enfoque activo para gestionar el contenido perjudicial permite que este florezca», explica Hickey, destacando que las decisiones de los administradores de la plataforma son clave para mitigar el fenómeno del odio.
Por otra parte, el estudio también aborda la actividad de bots en la red, señalando que su presencia permanece constante e incluso podría haber crecido tras la implementación de políticas que prometían su eliminación. Esto plantea un dilema fundamental sobre la efectividad de las medidas adoptadas por Musk y su equipo en el manejo de cuentas falsas y contenido de baja calidad, que muchas veces es el vehículo propagador de discurso de odio.
Más allá del simple análisis cuantitativo, otro estudio reciente señala que el contacto frecuente con mensajes de odio no provoca en los usuarios una reacción evidente, como ansiedad o rechazo. Al contrario, este contenido parece haberse banalizado y normalizado en la experiencia diaria de quienes navegan por la red. Pablo Madriaza, un académico que ha explorado la influencia del discurso de odio, plantea que «los individuos modifican sus opiniones sobre las minorías afectadas sin experimentar un desafío consciente hacia el contenido que consumen». Este fenómeno de desensibilización plantea serias preguntas sobre la responsabilidad de las plataformas sociales en la configuración de las actitudes sociales.
La investigación revela que la capacidad de una plataforma como X para influir en la opinión pública no se limita a la viralidad de los mensajes, sino que también afecta el tejido social en su conjunto, deteriorando la percepción que se tiene de las minorías y escalando tensiones dentro de la sociedad en general. Las redes sociales, por tanto, se convierten en un espejo distorsionado de la realidad, donde el odio y la división están al alcance de un clic, y su impacto puede ser más profundo de lo que los usuarios son capaces de reconocer.
El alarmante incremento del discurso de odio en X, evidenciado por el estudio de las universidades de California, pone de manifiesto una crisis profunda en la gestión de contenido dentro de esta red social. La falta de moderación y el despido de personal encargado de la seguridad han permitido que el odio prospere, transformando la plataforma en un terreno fértil para la intolerancia. Es preocupante observar cómo la retórica de libertad de expresión, promovida por Elon Musk, se ha traducido en un contexto donde las voces más dañinas encuentran refugio, y los discursos de odio ganan popularidad y aceptación. Este fenómeno no solo impacta a los usuarios individuales, sino que también deteriora la cohesión social, desdibujando la línea entre el debate sano y la irrespeto hacia las minorías, lo que demanda una reflexión seria sobre el papel que las redes sociales deberían desempeñar en nuestra sociedad.
Además de las responsabilidades que recae sobre los administradores de X, es crucial considerar la desensibilización generalizada hacia el contenido tóxico. El hecho de que la exposición frecuente a mensajes de odio normalice estas narrativas es un indicativo de cómo las plataformas pueden manipular la percepción pública y hacer que los usuarios internalicen actitudes perjudiciales sin una confrontación consciente. Esto no solo es un reto para la salud mental de los individuos, sino que también representa un peligro para el tejido social en su conjunto. Para combatir este fenómeno, urge la implementación de políticas y tecnologías más eficaces que no solo regulen la desinformación, sino que fomenten un ambiente positivo y respetuoso. La responsabilidad debe ser compartida entre las plataformas, los legisladores y los propios usuarios, quienes también tienen el deber de cuestionar y desafiar el contenido que consumen.
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