En un mundo donde la inteligencia artificial (IA) se presenta como la solución a múltiples problemas tecnológicos, pocos se detienen a reflexionar sobre el arduo trabajo humano que se encuentra detrás de esta avanzada tecnología. Desde la etiquetación de imágenes hasta la captación de voz, los trabajadores de datos son fundamentales para el entrenamiento y la precisión de los sistemas de IA. Sin embargo, este sector permanece en gran medida desatendido y mal remunerado, lo que plantea serias preguntas sobre la ética de su explotación.
Milagros Miceli, cuya trayectoria la ha posicionado como una voz líder en este campo, sostiene que la labor de los anotadores de datos es esencial para que la inteligencia artificial pueda aprender y evolucionar. Estos trabajadores, a menudo en condiciones laborales precarias, realizan tareas que son fundamentales para que los algoritmos adquieran la capacidad de reconocer patrones y tomar decisiones. “La gente necesita entender que este no es un proceso automático. Cada sistema de IA que conocemos hoy en día depende de su trabajo meticuloso”, señala Miceli durante su participación en las III Jornadas sobre Justicia Digital Global en Barcelona.
La socióloga argentino-italiana no solo investiga este fenómeno; también desafía la noción errónea de que los trabajadores de datos carecen de cualificación. “Estos son individuos que, en muchos casos, poseen títulos universitarios y, sorprendentemente, incluso algunos tienen doctorados. La complejidad de su labor requiere un nivel significativo de conocimiento”, afirma Miceli, destacando la paradoja de tener personal altamente capacitado trabajando en condiciones precarias.
La situación de los trabajadores de datos plantea una serie de cuestiones éticas. A medida que las empresas tecnológicas avanzan y generan cada vez mayores beneficios gracias a la inteligencia artificial, el aprovechamiento de estos trabajadores no es solo una cuestión económica, sino también moral. “No se puede hablar de avances en IA sin considerar el costo humano que conllevan”, subraya Miceli. La creciente automatización cambia la naturaleza del trabajo, llevando a muchos a confrontar un sistema que permite el éxito empresarial a expensas de la dignidad y el reconocimiento de las personas detrás de la pantalla.
La visibilidad que Miceli y otros investigadores están dando a los trabajadores de datos es un primer paso hacia la transformación de este panorama. Al poner de relieve su crucial contribución y presionar por mejores condiciones laborales, se busca reequilibrar una industria que se ha beneficiado enormemente de su trabajo invisible durante demasiado tiempo. La pregunta ya no es solo ¿quién ejecuta estos trabajos?, sino ¿qué medidas se tomarán para garantizar que se les reconozca y se les respete?
La invisibilidad de los trabajadores de datos no solo representa una falla en la valoración de un sector fundamental para el desarrollo de la inteligencia artificial, sino que refleja una cultura empresarial profundamente arraigada en la deshumanización del trabajo. Este fenómeno, expuesto y ejemplificado por la socióloga Milagros Miceli, resalta como estos profesionales altamente cualificados son relegados a un segundo plano, mientras las empresas tecnológicas capitalizan los beneficios generados por su esfuerzo. El hecho de que sus contribuciones sean consideradas meras tareas de etiquetado y anotación no solo subestima la complejidad de su labor, sino que ignora la imponente carga ética que conlleva: una industria floreciente construida sobre condiciones laborales precarias y escaso reconocimiento.
Mientras la inteligencia artificial avanza imparablemente, la cuestión de la dignidad laboral y la remuneración justa no puede ser ignorada. La creciente automatización del trabajo trae consigo un riesgo inminente de que estas dinámicas predatory no solo se perpetúen, sino que se amplifiquen. Las empresas tienen la responsabilidad ética de no solo buscar ganancias, sino de asegurar que quienes desempeñan roles cruciales en el proceso de desarrollo de sus productos sean tratados con el respeto y la consideración que merecen. La responsabilidad social debe ser un cimiento en la construcción de un futuro donde la tecnología y la humanidad coexistan equilibradamente, y para ello es crucial que todas las voces sean escuchadas y valoradas, haciendo de la visibilidad de los trabajadores de datos una prioridad en la agenda del siglo XXI.
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