La plataforma de redes sociales Instagram, propiedad de Meta, se enfrenta a nuevas acusaciones sobre la ineficacia de sus medidas de seguridad para proteger a los usuarios más jóvenes. Un extenso informe, titulado «Cuentas de adolescentes, promesas rotas», elaborado por un grupo de investigadores liderados por el exempleado de Meta, Arturo Béjar, ha desatado una tormenta de controversia, poniendo en entredicho la supuesta dedicación de la compañía a la seguridad infantil en línea.
El estudio, que analizó 47 de las más de 50 medidas de seguridad implementadas por Instagram a lo largo de los años, arroja resultados alarmantes: 30 de estas funciones son inoperantes, obsoletas o fácilmente eludibles. Además, otras 9 presentan limitaciones significativas, dejando solo 8 que funcionan según lo previsto. Estas revelaciones contradicen las afirmaciones de Meta sobre la efectividad de sus herramientas de protección para menores.
El informe detalla cómo las medidas diseñadas para impedir el acceso de menores a contenidos inapropiados, como aquellos relacionados con violencia, dietas extremas o sexo, fallan estrepitosamente. También expone la facilidad con la que adultos con intenciones sospechosas pueden contactar con menores, o cómo jóvenes menores de 13 años pueden crear cuentas y difundir vídeos sin restricciones. La gravedad de estas fallas se ve agravada por el testimonio de Béjar, quien revela haber encontrado vídeos de niñas pequeñas compartiendo información personal sensible, atrayendo comentarios perturbadores de usuarios adultos.
Las conclusiones del estudio han sido respaldadas por académicos de la Universidad Northeastern de Boston y tres organizaciones de padres preocupados por la seguridad digital de los adolescentes. El análisis empleó una metodología rigurosa, aislando y probando cada función en un entorno controlado para observar el comportamiento de jóvenes y padres. Sin embargo, Meta ha rechazado las conclusiones del informe, acusándolo de «tergiversar» sus esfuerzos para proteger a los adolescentes.
La compañía defiende sus medidas de seguridad, argumentando que las nuevas cuentas para adolescentes han reducido la exposición a contenido sensible, los contactos no deseados y el tiempo dedicado a la plataforma durante la noche. También destaca el alto número de cuentas bloqueadas y denunciadas por adolescentes. No obstante, la cuestión clave radica en la proporción real de estas acciones en relación con el total de cuentas y contenidos potencialmente peligrosos que circulan en la red.
El debate sobre la seguridad en Instagram ha alcanzado un punto crítico, planteando interrogantes fundamentales sobre la responsabilidad de las plataformas de redes sociales en la protección de los menores. Mientras Meta insiste en su compromiso con la seguridad, el informe de Béjar y las evidencias que lo respaldan pintan un panorama preocupante, en el que las promesas de protección se ven sistemáticamente rotas, dejando a los usuarios más vulnerables expuestos a riesgos inaceptables.

El informe sobre la ineficacia de las medidas de protección infantil en Instagram no es una sorpresa, sino la confirmación palpable de una negligencia sistemática. Meta, al igual que otras grandes tecnológicas, parece priorizar el crecimiento y la retención de usuarios, sin importar el coste humano. La retórica de la seguridad infantil suena cada vez más hueca ante la evidencia de un entramado de medidas fácilmente sorteables, diseñadas más para calmar conciencias y evitar regulaciones que para proteger realmente a los menores. ¿Cuántos informes más necesitaremos para que la legislación se ponga al día y exija una responsabilidad real a estas plataformas, con consecuencias económicas y penales para sus directivos?
La defensa de Meta, basada en el número de cuentas bloqueadas o denunciadas, resulta insultante. Es como celebrar la eficacia de un sistema de bomberos por la cantidad de incendios que apagan, ignorando que la prevención es la clave. El problema no es la reacción, sino la falta de proacción: la permisión tácita de un ecosistema digital donde depredadores y contenido dañino campan a sus anchas. La solución no pasa por parchear medidas ineficaces, sino por un cambio radical en el modelo de negocio, priorizando la seguridad sobre el engagement y la privacidad sobre la recopilación masiva de datos. Urge una auditoría externa y continua de las medidas de seguridad, con acceso a algoritmos y datos, para evitar que Instagram siga siendo un peligroso campo de juego para los más vulnerables.
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