Málaga, 20 de agosto de 2025. ¿Alguna vez te has preguntado qué precio pagas por la comodidad de tener un asistente virtual a tu disposición? La inteligencia artificial (IA), esa herramienta omnipresente que promete simplificar nuestras vidas, se alimenta de un recurso tan valioso como volátil: nuestros datos personales. Pero, ¿estamos siendo conscientes de la cantidad de información que compartimos y de las posibles consecuencias?
Un reciente estudio presentado en el simposio de seguridad USENIX en Seattle ha desvelado prácticas preocupantes por parte de las extensiones de IA para navegadores. Investigadores de University College London (UCL) y la Universidad Mediterránea de Reggio Calabria han constatado que estos asistentes virtuales rastrean, elaboran perfiles y personalizan la experiencia del usuario de manera sistemática, planteando serias dudas sobre la protección de nuestra privacidad.
Los hallazgos son alarmantes. Durante las pruebas realizadas, los asistentes de IA transmitieron a sus servidores no solo datos de búsqueda, sino también información sensible como datos de formularios bancarios y de salud, además de la dirección IP del usuario. La capacidad para inferir atributos como la edad, el sexo, los ingresos y los intereses de las personas quedó demostrada, y esta información se utilizó para personalizar las respuestas, incluso en diferentes sesiones de navegación.
Anna Maria Mandalari, autora principal del estudio por parte del departamento de Ingeniería y Electrónica de la UCL, advierte: "Estos asistentes de navegador de IA operan con un acceso sin precedentes al comportamiento en línea de los usuarios en áreas de su vida que deberían permanecer privadas. Si bien ofrecen comodidad, nuestros hallazgos muestran que, a menudo, lo hacen a costa de la privacidad del usuario, sin transparencia ni consentimiento".
El problema no se limita a la simple publicidad dirigida. Hervé Lambert, gerente de operaciones de servicio al cliente en Panda Security, alerta sobre los riesgos de manipulación comercial o geopolítica, exclusión, extorsión y suplantación de identidad. "Las tecnológicas están recopilando datos de los usuarios, incluso personales, para entrenar y mejorar modelos de aprendizaje inteligentes y automáticos. Al final, no sabemos cómo las empresas y sus sistemas inteligentes están utilizando a nuestros datos personales", explica.
¿Y qué papel jugamos nosotros, los usuarios? En muchos casos, aceptamos las condiciones de privacidad sin leerlas, cediendo el control de nuestra información a cambio de la comodidad que ofrece la IA. Las plataformas actualizan constantemente sus políticas, incluyendo cláusulas que les permiten el uso de nuestros datos.
Incluso gigantes como Google han modificado sus condiciones de privacidad, admitiendo el uso de las interacciones con sus aplicaciones de IA para "mejorar los servicios". Ante la creciente preocupación, la compañía ha lanzado la función "Conversación Temporal", que permite eliminar consultas recientes y evitar que se utilicen para personalizar futuras consultas o entrenar modelos. ¿Será suficiente para devolvernos el control de nuestra información?
El titular de esta noticia, por desgracia, ya no sorprende. Vivimos en una era donde la comodidad digital se ha convertido en la moneda de cambio para nuestra privacidad. La proliferación de extensiones de IA, diseñadas para hacernos la vida más fácil, operan bajo la premisa de que estamos dispuestos a renunciar a parcelas importantes de nuestra intimidad. La investigación de UCL y la Universidad Mediterránea de Reggio Calabria no hace más que confirmar nuestras peores sospechas: estamos siendo espiados, perfilados y, lo que es peor, manipulados a través de herramientas que, paradójicamente, consideramos aliadas. La clave ahora reside en si la «Conversación Temporal» de Google y otras iniciativas similares son meros parches para acallar las críticas o un verdadero intento de devolver el control al usuario.
La cuestión fundamental es si realmente entendemos la magnitud del intercambio que estamos realizando. Aceptamos términos y condiciones sin leerlos, confiando ciegamente en que las empresas tecnológicas actuarán de buena fe. Pero, como apunta acertadamente Hervé Lambert, las consecuencias van mucho más allá de la publicidad dirigida. La manipulación comercial y geopolítica, la exclusión, la extorsión y la suplantación de identidad son riesgos reales y tangibles. Es imperativo que las autoridades reguladoras actúen con mayor firmeza, estableciendo límites claros y transparentes al uso de nuestros datos. De lo contrario, la inteligencia artificial, que prometía revolucionar nuestras vidas para bien, se convertirá en un instrumento de control y opresión sin precedentes.
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