El Hospital Regional Universitario de Málaga y el Hospital Clínico Universitario Virgen de la Victoria podrían estar a punto de experimentar una revolución en sus departamentos de radiodiagnóstico. Una innovadora investigación financiada por la Unión Europea, denominada SiNfONiA, ha culminado con el desarrollo de un sistema de inteligencia artificial capaz de personalizar la dosis de radiación administrada a cada paciente durante las pruebas de radiodiagnóstico. Este avance promete minimizar la exposición a la radiación, tanto para pacientes como para los profesionales sanitarios que trabajan diariamente con estas tecnologías.
La iniciativa SiNfONiA, liderada por el profesor John Damilakis de la Universidad de Creta, aborda un problema crucial: la estandarización de las dosis de radiación. Actualmente, los hospitales suelen utilizar valores promedio basados en grupos demográficos amplios, lo que significa que pacientes con características físicas diferentes pueden recibir la misma dosis, incluso cuando no es necesaria. Imagine el impacto en un niño o en una persona de baja masa muscular recibiendo la misma radiación que un adulto corpulento. El riesgo, aunque mínimo, se multiplica innecesariamente.
La clave de SiNfONiA reside en su capacidad para crear modelos complejos que analizan individualmente las características de cada paciente. Factores como el peso, la altura, el historial médico (incluyendo intervenciones quirúrgicas previas como mastectomías) son tenidos en cuenta por la IA para determinar la dosis mínima necesaria para obtener imágenes de calidad. Esto no solo reduce la exposición a la radiación, sino que también optimiza la precisión del diagnóstico, al asegurar que la imagen obtenida sea lo más clara posible con la menor radiación posible.
Pero la IA no solo está transformando la radiología. En un evento reciente en Bruselas, la Comisión Europea destacó el papel de la "inteligencia atómica" en diversos campos, desde la agricultura hasta la exploración espacial. Incluso la seguridad de las centrales nucleares se beneficia de estos avances, como demuestra el trabajo del equipo El-Peacetolero de la Universidad Sorbona de París, que utiliza la IA para mejorar las inspecciones y garantizar la seguridad de estas instalaciones. La tecnología nuclear, combinada con la potencia de la inteligencia artificial, está abriendo un nuevo abanico de posibilidades que podrían mejorar la vida de los malagueños en muchos aspectos.
Aunque la investigación de SiNfONiA concluyó en diciembre de 2024, aún no hay una fecha concreta para la implementación de esta tecnología en los hospitales de Málaga. Sin embargo, el Servicio Andaluz de Salud (SAS) ha mostrado interés en explorar las posibilidades de la IA en el ámbito sanitario. La reducción de la exposición a la radiación y la mejora de la precisión diagnóstica son objetivos prioritarios para el SAS, lo que hace que la iniciativa SiNfONiA sea una opción muy atractiva para el futuro de la radiología en la provincia. Es probable que en los próximos meses se realicen pruebas piloto y estudios de viabilidad para evaluar la implementación de esta tecnología en los hospitales malagueños.
La noticia del posible aterrizaje del sistema SiNfONiA en los hospitales malagueños es, sin duda, un rayo de esperanza en un sistema sanitario constantemente tensionado. Sin embargo, la euforia debe contenerse. Celebrar la mera existencia de un proyecto financiado por la UE, que promete personalizar las dosis de radiación en radiodiagnóstico, sin un cronograma claro de implementación es, cuanto menos, ingenuo. El «interés» del SAS, como se menciona, es una declaración vaga que contrasta con la urgencia de reducir la exposición a la radiación, especialmente en los pacientes más vulnerables. La verdadera prueba de fuego no reside en la investigación, sino en la voluntad política y la inversión real para traducir esta innovación en beneficios tangibles para los ciudadanos malagueños. ¿Cuántos meses, quizás años, pasarán antes de que veamos esta tecnología operativa, mientras los pacientes siguen expuestos a dosis estandarizadas potencialmente innecesarias?
Más allá de la comprensible preocupación por la demora, el relato que equipara la «inteligencia atómica» con un elixir universal para todos los males, desde la agricultura hasta la seguridad nuclear, resulta peligrosamente simplista. Celebrar acríticamente la aplicación de la IA en la tecnología nuclear sin un debate público robusto sobre sus riesgos y beneficios es una negligencia. La inteligencia artificial no es una panacea, y su aplicación en campos tan delicados como la energía nuclear exige una vigilancia constante y la participación activa de expertos independientes y la sociedad civil. La narrativa optimista de la Comisión Europea, replicada sin cuestionamiento, corre el riesgo de normalizar una tecnología con implicaciones profundas, sin garantizar la transparencia y la rendición de cuentas necesarias.
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