Este 6 de febrero de 2025, el Gobierno ha dado un giro significativo en su política de apoyo a la investigación en Inteligencia Artificial (IA), anunciando una nueva convocatoria de ayudas que repetirá las condiciones del plan que fue cancelado inesperadamente el pasado diciembre. La ministra de Ciencia y Universidades, Diana Morant, ha revelado que se asignarán 31 millones de euros para este nuevo esfuerzo, cuyo proceso de selección se llevará a cabo a lo largo de este año, con el objetivo de restañar las heridas provocadas en la comunidad científica por la controversia anterior.
La cancelación de la segunda convocatoria de ayudas en 2023 causó un gran descontento entre los científicos, quienes sentían que sus proyectos e ilusiones habían sido desmantelados sin una explicación adecuada. Morant ha reconocido que la ansiedad y el malestar colectivos surgieron debido a “problemas internos” que impidieron ejecutar la iniciativa original a tiempo, dejando a muchos investigadores en un limbo administrativo.
En su comparecencia en el Congreso, la ministra no solo pidió disculpas a los afectados, sino que también prometió mejoras significativas en la nueva convocatoria. Se establecieron cambios en la duración de los proyectos que ahora podrán extenderse entre tres y cuatro años, en contraposición a los dos años del plan anterior. Además, Morant afirmó que los requisitos serán simplificados, buscando aliviar la carga burocrática que había generado frustración en el pasado.
Sin embargo, el camino hacia la reconciliación no será sencillo. Muchos académicos continúan con dudas, especialmente tras la percepción de que las subvenciones de la primera ronda estaban ya en proceso de adjudicación. Sin embargo, Morant ha asegurado que no se había llegado a designar a ningún beneficiario, dejando abierta la oportunidad para que nuevos proyectos sean considerados en esta segunda etapa.
La nueva oferta de ayudas estará orientada a reemplazar los objetivos de la convocatoria fallida, aunque los investigadores deberán adaptar sus propuestas a un nuevo formato más accesible. Esta flexibilidad se busca como una respuesta a las inquietudes de los académicos, quienes abogan por un entorno más fértil para la innovación en la IA, un campo que no solo tiene potencial científico, sino que también repercute de manera significativa en la economía y la sociedad.
Por otro lado, la ministra ha resaltado que los 31 millones de euros prometidos no se verán mermados por la reciente crisis de la dana en Valencia; más bien, serán redistribuidos estratégicamente para asegurar su utilización efectiva en el marco de proyectos innovadores. Sin embargo, queda el desafío de convertir este impulso en confianza restaurada dentro de una comunidad científica que ha expresado su enfado ante decisiones administrativas que afectan la continuidad de su labor.
La esperanza de un nuevo comienzo está en el aire, y aunque existen resabios de desconfianza, el anuncio de Morant podría marcar el inicio de una era renovada de colaboración entre el Gobierno y la ciencia, crucial para abordar los retos del futuro en el ámbito de la inteligencia artificial.
El reciente anuncio del Gobierno sobre las nuevas ayudas a la Inteligencia Artificial es a la vez una oportunidad y un reto que debemos analizar con frialdad. La asignación de 31 millones de euros es un intento de reparar un daño considerable causado por la cancelación inesperada de la convocatoria anterior. Sin embargo, es difícil no ver en esta decisión una reacción ante la presión y el descontento de la comunidad científica, más que un genuino interés por fomentar un entorno propicio para la innovación. La promesa de mayores plazos y requisitos simplificados es un paso en la dirección correcta, pero ¿será suficiente para reconstruir la confianza de unos investigadores que se sintieron abandonados? La falta de una explicación clara sobre los “problemas internos” que llevaron a la cancelación no puede ser ignorada; la transparencia es un pilar fundamental para cualquier colaboración constructiva entre el Gobierno y la ciencia.
Además, la ministra Diana Morant ha hecho un llamamiento a la esperanza y la reconciliación, pero es fundamental plantear si este nuevo enfoque podrá materializarse en resultados concretos. La comunidad académica tiene un papel crucial al empujar los límites de la investigación, pero para ello necesita un respaldo que trascienda el mero apoyo económico. La nueva convocatoria deberá acompañarse de un compromiso serio por parte del Gobierno para evitar fallos administrativos que desestabilicen proyectos vitales para el avance en el campo de la inteligencia artificial. Sin una auténtica claridad y compromiso, el eco de esta nueva iniciativa podría ser solo un susurro en el viento de promesas incumplidas. La esperanza está ahí, pero construyéndola sobre cimientos sólidos es cómo realmente se logrará un avance significativo hacia un futuro mejor y más innovador.
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