La justicia ha hablado en un caso que ha conmocionado a la sociedad malagueña. El Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) ha condenado a un joven de 19 años a once años de prisión por cometer abusos sexuales de forma continuada a su hermana de tan solo siete años. Los hechos, que ocurrieron entre 2017 y abril de 2018 en el seno del hogar familiar, emplearon la diferencia de edad como un mecanismo de manipulación y explotación.
En su sentencia, el tribunal reconoce que el condenado, además de la prisión, se enfrenta a medidas como la libertad vigilada durante diez años, donde se evaluará su posible necesidad de entrar en un programa de reeducación para infractores de delitos sexuales. La calificación de los hechos como delito continuado de abusos sexuales evidencia no solo la gravedad de los actos perpetrados, sino también el profundo impacto que han dejado en la víctima. La menor, que ha tenido que lidiar con complicaciones emocionales significativas, recibirá una indemnización de 12.000 euros por daños morales, una decisión que busca compensar, aunque sea de manera parcial, el sufrimiento que ha atravesado.
La sentencia también incluye una prohibición de acercamiento a su hermana que se extiende por doce años, limitando su proximidad a menos de 500 metros de su hogar, lugar de estudios y cualquier otro sitio que la niña frecuentase. Esta medida pretende garantizar la seguridad y bienestar de la menor, que ha manifestado síntomas de psicosis, como culpa y negación, debido a la violación de su confianza familiar.
El tribunal ha tomado en cuenta el historial del acusado, quien presenta un trastorno mental y de comportamiento asociado al consumo de drogas. A pesar de estas condiciones, los magistrados han determinado que esto no impide su comprensión sobre la ilicitud de sus actos. La justicia, al revocar parcialmente una decisión anterior de la Audiencia Provincial de Málaga, ha hecho hincapié en las dilaciones procesales, pero reafirma la severidad de la pena impuesta.
Este caso, que expone la dura realidad del abuso familiar, es un recordatorio de la importancia de visibilizar y sancionar estos crímenes, así como de proteger a los más vulnerables en su entorno más cercano. La sentencia ha generado un fuerte eco en la comunidad, donde se demanda una mayor protección y concienciación sobre la temática del abuso sexual infantil. La lucha contra este flagelo social continúa siendo una prioridad.
La condena de **once años de prisión** para el joven que abusó sexualmente de su hermana menor refleja una resolución judicial que, aunque insuficiente en términos de verdadera justicia para la víctima, envía un mensaje contundente: el abuso sexual, especialmente en el ámbito familiar, no puede quedar impune. La calificación de los actos como **delito continuado** no solo hace eco de la gravedad de estos delitos, sino que también abre la puerta a un debate necesario sobre cómo tratamos y prevenimos tales atrocidades en nuestra sociedad. La decisión de imponer **libertad vigilada** y un programa de **reeducación** para infractores, aunque loable, culmina en la frustración de que la verdadera rehabilitación no dependa solo de la voluntad de un sistema que a menudo falla en el seguimiento efectivo de los casos. Resulta alarmante pensar que la vida de una niña ha sido marcada para siempre por el abuso en un entorno que se supone debía ser seguro.
A pesar de que la indemnización de **12.000 euros** es un paso en el reconocimiento del sufrimiento infligido, no hay dinero que pueda reparar el daño emocional y psicológico que ha enfrentado la menor. La **prohibición de acercamiento** por **doce años** es un intento de proteger su bienestar y demostrar que la justicia ha tomado en serio su dolor; sin embargo, también es un recordatorio sombrío de la traición que ha sufrido por parte de su propia familia. Este caso debe ser un llamado urgente a la acción para fortalecer los mecanismos de protección infantil y asegurar que los abusos ocurridos en el núcleo familiar sean visibilizados y abordados con la seriedad que requieren. La sociedad malagueña y, por extensión, toda la comunidad, deben unirse para que la lucha contra el abuso infantil no se detenga en este tribunal, sino que continúe en la conciencia colectiva, buscando la prevención y el amparo de los más vulnerables a cualquier costo.
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