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Ronda rinde homenaje a María, la del quiosco, con un árbol del amor en la Alameda.

Ronda honra a «María, la del quiosco», figura emblemática de la Alameda, con un emotivo homenaje que incluye la plantación de un árbol del amor y la instalación de una placa conmemorativa.

Ronda rinde tributo a ‘María, la del quiosco’, un símbolo de la Alameda

En una emotiva ceremonia que resonó con recuerdos y afecto, Ronda ha rendido homenaje a María Crespillo Ruiz, cariñosamente conocida como ‘María, la del quiosco’, una figura emblemática de la Alameda del Tajo. El acto, organizado por el Ayuntamiento, congregó a familiares, amigos, vecinos y autoridades locales para honrar la memoria de esta rondeña que, durante décadas, endulzó las tardes de generaciones de niños.

El corazón de la Alameda, testigo mudo de innumerables juegos y risas, fue el escenario elegido para el tributo. Allí, junto al quiosco que María regentó casi toda su vida, se plantó un árbol del amor, un símbolo de la vitalidad y el cariño que ella irradiaba. Este árbol, de vibrantes flores rosadas, se alza ahora como un recuerdo perenne de su presencia y una promesa de primavera constante en el corazón de Ronda.

La alcaldesa, Mari Paz Fernández, visiblemente emocionada, pronunció unas palabras que calaron hondo entre los presentes. "María era mucho más que la quiosquera de la Alameda", afirmó. "Era la sonrisa que nos recibía, la mano amiga que ofrecía un caramelo, el rostro familiar que nos hacía sentir en casa. Su cariño ha sido el acompañamiento de la infancia de muchos rondeños, y por eso hoy la recordamos aquí, en su sitio, con este árbol que simboliza su fuerza y su amor incondicional".

La historia de María está íntimamente ligada a la del quiosco, un pequeño refugio de golosinas y recuerdos que sus padres abrieron en 1940. Desde muy joven, María colaboró con ellos, aprendiendo el oficio y tejiendo lazos invisibles con los niños que acudían a comprar sus dulces favoritos. El quiosco, bajo su gestión, se convirtió en un punto de encuentro, un lugar donde las preocupaciones se diluían entre chucherías y las sonrisas florecían con facilidad. Ahora, es su marido, José Manuel Sánchez, Mane, quien mantiene viva la llama de este legado.

Además del árbol del amor, se descubrió una placa conmemorativa en honor a María, un recordatorio permanente de su impacto en la comunidad. La placa, grabada con un mensaje de agradecimiento, se erige como un testimonio del cariño que María sembró a lo largo de su vida y que sigue floreciendo en el corazón de Ronda. El homenaje a ‘María, la del quiosco’, es un recordatorio de que las pequeñas acciones, llenas de afecto y dedicación, son las que realmente dejan huella y construyen la historia de un pueblo.

El homenaje a «María, la del quiosco» en Ronda, aunque revestido de buena intención y palpable afecto, plantea una cuestión relevante sobre la gestión de la memoria colectiva y el papel de las instituciones en su preservación. Si bien es loable reconocer la labor de figuras locales que contribuyen al tejido social, es necesario evitar caer en la hiperbólica exaltación de lo cotidiano, convirtiendo un gesto de cariño en un acto institucional que, por exceso, podría trivializar otros méritos quizás más trascendentes para la comunidad. La alcaldesa, al elevar a María a la categoría de «acompañamiento de la infancia de muchos rondeños», corre el riesgo de simplificar la complejidad de las experiencias formativas de la niñez y de desviar la atención de otros problemas sociales que demandan soluciones más allá de la nostalgia.

La plantación de un «árbol del amor» y la instalación de una placa conmemorativa, aunque simbólicas, podrían ser mejor complementadas con acciones concretas que verdaderamente honren el espíritu de servicio y cercanía que se atribuye a María. Quizás, en lugar de perpetuar el recuerdo a través de objetos, sería más significativo invertir recursos en programas sociales que beneficien a la infancia rondeña, como becas para actividades extraescolares o mejoras en las infraestructuras de los parques y zonas de juego. De esta forma, se traduciría el cariño y la dedicación de «María, la del quiosco» en un legado tangible que continúe impactando positivamente en la vida de las generaciones futuras, en lugar de limitarse a un simple gesto ornamental.

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