Una operación internacional de gran envergadura ha culminado con la desarticulación de una organización criminal dedicada al tráfico de drogas, que contaba con sedes en Marbella, y cuyas ramificaciones se extendían hasta el norte de Francia y otros países europeos. La intervención fue coordinada por la Policía Nacional, la Gendarmería francesa, Europol y Eurojust, y resultó en la detención de 24 personas, seis de ellas en España y 18 en suelo francés.
La investigación se inició en mayo de 2024, cuando las autoridades comenzaron a rastrear los movimientos de una red que presuntamente abastecía de drogas a varias regiones del norte de Francia. El líder de esta organización eligió la Costa del Sol, específicamente Marbella, como base de operaciones, donde estableció laboratorios de cocaína y una sofisticada plantación subterránea de marihuana que alcanzaba los 1.000 metros cuadrados. La elección de este enclave no fue fortuita; Marbella ofrece un entorno propicio para el ocultamiento de actividades ilícitas, gracias a su geografía y el movimiento constante de turistas.
Las investigaciones revelaron un intrincado sistema de transporte de drogas, en el que se utilizaban vehículos caleteados con sofisticados sistemas hidráulicos para el traslado de los estupefacientes hasta Francia. Aparte de la cocaína, la organización también gestionaba el tráfico de hachís, marihuana y sustancias sintéticas, todas ellas cuidadosamente envasadas y ocultas para evadir a las autoridades.
El golpe decisivo se produjo cuando las fuerzas policiales localizaron un convoy que se disponía a partir hacia el norte. En una operación simultánea en varios puntos de España y Francia, se ejecutaron arrestos y registros que llevaron a la captura del líder de la red, quien intentó escapar a Tailandia desde el aeropuerto de Madrid, evidenciando la desesperación y la extensión de su red.
En el despliegue realizado en España se llevaron a cabo nueve registros en localidades como Torremolinos, Marbella, Coín, Almogía, Málaga, Lucena y Aguilar de la Frontera. Los agentes encontraron y desmantelaron no solo los laboratorios de cocaína, sino también tres plantaciones de marihuana, incluida una de ellas oculta a gran profundidad con una infraestructura ingeniosa de doble altura.
El balance final del operativo fue contundente: se confiscó un total de 17 kilos de cocaína, 155 kilos de hachís, 15 kilos de marihuana, 5 kilos de drogas sintéticas y 100 litros de precursores químicos. Además, se intervinieron armas de guerra, 60 teléfonos móviles que presuntamente facilitaban la comunicación entre miembros de la red, seis vehículos de alta gama y 225.000 euros en efectivo, que se presume eran ganancias del negocio delictivo. Con esta operación, las autoridades no solo han desmantelado un importante punto de distribución de drogas, sino que también han enviado un claro mensaje sobre la lucha contra el narcotráfico en la región.
La desarticulación de esta red de narcotráfico en Marbella no solo pone de manifiesto la capacidad operativa de nuestras fuerzas de seguridad, sino que también revela una cruda realidad: la Costa del Sol se ha convertido en un epicentro de actividades ilícitas. El hecho de que un enclave tan turístico y atractivo haya sido elegido para establecer laboratorios de droga y plantaciones subterráneas habla de un profundo desajuste en la percepción pública de seguridad en la región. Es necesario cuestionar qué mecanismos han permitido que tales organizaciones prosperen en un espacio que debería ser sinónimo de lujo y belleza. La comunidad local, lejos de ser ajena a esta problemática, se encuentra atrapada entre el deseo de desarrollo turístico y la irrupción de crimen organizado que socava la confianza en la convivencia social.
A pesar del éxito de esta operación internacional, que ha llevado a la detención de 24 personas y la incautación significativa de estupefacientes, es crucial mirar más allá de las cifras y los arrestos. ¿Qué medidas se están implementando para prevenir que estas redes vuelvan a establecerse? La lucha contra el narcotráfico no puede ser vista como un mero ejercicio de contención; debe incluir estrategias a largo plazo que aborden las raíces sociales y económicas que alimentan este tipo de criminalidad. El desafío, por tanto, es fomentar un entorno donde la economía local no dependa de la ilegalidad y crear oportunidades reales para los jóvenes, que son los que más necesitan alternativas al flagelo del narcotráfico. Sin una inversión decidida en educación y en el desarrollo social, es probable que la desarticulación de esta red sea solo una victoria temporal en una guerra prolongada y compleja.
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