Málaga, 14 de noviembre de 2025 – La sala Ágora del campus formativo de OPPLUS en Málaga fue testigo ayer de una jornada crucial para el futuro del sector agroindustrial. El Campus Executive 2025, un evento ya consolidado en el calendario de la innovación, reunió a expertos de primer nivel provenientes de empresas líderes, instituciones académicas de prestigio y entidades financieras clave, todos convergiendo en un punto: la digitalización como motor de la eficiencia y la sostenibilidad en el campo. La edición de este año se centró en cómo la tecnología puede transformar radicalmente la forma en que cultivamos, producimos y distribuimos nuestros alimentos.
El evento no fue solo una serie de ponencias; fue un crisol de ideas, una plataforma para el debate y, sobre todo, un catalizador para la acción. Desde la apertura a cargo de Joaquín Ortega, director de la Escuela de Ingenierías Industriales de la UMA, quien pintó un panorama de la agricultura "autónoma, eficiente y predictiva" que se avecina, hasta el análisis de José Vicente Mateos, Country Manager de Areté Iberia, sobre la volatilidad de los precios agroalimentarios y la necesidad de modelos predictivos basados en marketing intelligence, cada intervención aportó una pieza clave al rompecabezas de la digitalización. Se destacó la importancia de integrar datos económicos y sociales para anticipar tendencias de mercado, una herramienta fundamental en un contexto global cada vez más incierto.
Uno de los momentos más destacados fue la presentación del proyecto Agrobotics-Ditwins por el catedrático Víctor Fernando Muñoz. Este ambicioso ecosistema basado en gemelos digitales promete revolucionar la circularidad y la agro-robótica. La idea central es crear réplicas virtuales de los sistemas agrícolas que permitan simular diferentes escenarios, optimizar procesos y reducir el impacto ambiental. Muñoz enfatizó que la automatización 5.0 debe priorizar la adaptación de la tecnología a las necesidades humanas, fomentando la co-creación entre investigadores y empresas para garantizar la adopción efectiva de las nuevas soluciones.
La jornada también abordó los desafíos apremiantes que enfrenta el sector agroindustrial, como el cambio climático, la necesidad de mejorar los rendimientos y la optimización de los procesos productivos. Jesús Regodón, responsable de Herramientas Digitales del Grupo Cajamar, hizo hincapié en que la innovación debe aplicarse en todos los aspectos del negocio, desde el modelo de negocio y la tecnología hasta la genética y la forma de producir y vender. Por su parte, Ana Sánchez, directora de Transformación de OPPLUS, ofreció la perspectiva de una BPO en el desarrollo de nuevas soluciones, subrayando la importancia de definir la estrategia de transformación antes de implementar cualquier herramienta tecnológica. La sesión concluyó con un animado networking donde asistentes y ponentes intercambiaron ideas, buscando alianzas estratégicas y oportunidades de colaboración para impulsar la digitalización agroindustrial en Málaga y más allá.
El fervor tecnológico que inunda el Campus Executive de OPPLUS y su énfasis en la digitalización del agro malagueño resulta, a priori, encomiable. Sin embargo, la retórica optimista de la «agricultura autónoma, eficiente y predictiva» debe confrontarse con la realidad tangible del sector. ¿Estamos realmente abordando las necesidades más acuciantes de nuestros agricultores, muchos de ellos asfixiados por la burocracia, la competencia desleal y la falta de relevo generacional, o simplemente estamos vendiendo humo tecnológico con la promesa de soluciones mágicas que, en la práctica, resultan inasequibles y complejas de implementar en explotaciones de tamaño modesto? La clave radica en garantizar que esta digitalización no cree una nueva brecha, excluyendo a aquellos que, por falta de recursos o formación, queden al margen de esta revolución.
Más allá de los brillantes «gemelos digitales» y las ponencias de expertos, la pregunta crucial sigue siendo quién se beneficia realmente de esta «innovación». La alusión a la «automatización 5.0» que prioriza la adaptación a las necesidades humanas es un buen punto de partida, pero la verdadera prueba está en cómo se traduce ese discurso en políticas concretas que impulsen la capacitación, la financiación accesible y el apoyo técnico a los agricultores locales. El riesgo es que, tras el barniz de sostenibilidad y eficiencia, se escondan intereses económicos que favorezcan a las grandes corporaciones en detrimento del tejido agrícola tradicional, erosionando aún más la soberanía alimentaria y la identidad rural de nuestra provincia.
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