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Iñigo Martínez: De la estelada culé a la selección española sin renunciar a sus ideales.

Iñigo Martínez defiende desde Riad su derecho a ser independentista y a jugar con España, tras la polémica por sus celebraciones con la estelada en Barcelona. El central vasco reabre el debate sobre política y fútbol.

Iñigo Martínez y la Estelada: Del Camp Nou a Riad con la Selección Española en el Horizonte

Desde las doradas arenas de Riad, donde ahora comparte vestuario con Cristiano Ronaldo en el Al Nassr, Iñigo Martínez sigue generando debate en España. El central vasco, protagonista de celebraciones controvertidas con la estelada catalana durante los festejos del FC Barcelona por LaLiga el año pasado, ha roto su silencio sobre la polémica. En una entrevista concedida a El Partidazo de la COPE, Martínez defendió su derecho a ser independentista sin que esto afecte a sus aspiraciones de vestir la camiseta de la selección española.

«Yo creo que no tiene nada que ver ser independentista y jugar con España«, declaró el defensor. Esta afirmación, lejos de calmar las aguas, ha reavivado el debate sobre la compatibilidad entre la ideología independentista y el compromiso con la selección nacional. Martínez argumenta que su apoyo a la independencia, o a «que cierto grupo, que es la mayoría o casi la mayoría, maneje a su antojo el país, la ciudad o el territorio en el que estén», no implica una falta de deseo de representar a España en el ámbito internacional.

Un Vasco en el Ojo del Huracán

Las palabras de Iñigo Martínez han resonado con fuerza en el panorama futbolístico español, especialmente en un contexto donde las tensiones políticas y territoriales son palpables. Su pasado en la Real Sociedad, sumado a su breve pero intenso paso por el FC Barcelona, lo han convertido en una figura controvertida. Ahora, desde Arabia Saudí, el central intenta desligar su ideología política de su carrera deportiva. «Si no, hubiese sido yo el primero en rechazar la convocatoria desde que empecé a ir con la Sub-20″, aseveró, buscando acallar las críticas.

El jugador también intuyó que su origen vasco podría ser un factor determinante en la percepción pública de su postura. «Seguramente la gente relaciona estas cosas porque soy vasco, seguramente venga por eso», reflexionó. La realidad es que la controversia en torno a Iñigo Martínez plantea interrogantes sobre la libertad de expresión de los deportistas y la influencia de la política en el deporte. ¿Será capaz Luis de la Fuente, seleccionador nacional, de separar la ideología del rendimiento deportivo a la hora de convocar al central? Solo el tiempo dirá si Martínez volverá a defender los colores de España, demostrando que, según sus palabras, la independencia y el compromiso con la selección pueden coexistir.

La justificación de Iñigo Martínez, desde la lejanía dorada de Riad, resulta, cuanto menos, forzada. Su insistencia en la compatibilidad entre el independentismo y el patriotismo deportivo español suena a intento desesperado por controlar una narrativa que se le ha escapado de las manos. Si bien es innegable el derecho de cualquier individuo, deportista o no, a expresar sus ideas políticas, la exhibición de símbolos como la estelada durante celebraciones de un club como el FC Barcelona, con una historia tan imbricada en el nacionalismo catalán, inevitablemente genera controversia. El problema no reside tanto en la ideología en sí, sino en la lectura pública y en el impacto que estas acciones tienen en un país ya de por sí polarizado. ¿Realmente cree Martínez que su defensa de la independencia es un acto inocuo, desprovisto de resonancia política y social?

Más allá del debate sobre la legitimidad de sus aspiraciones deportivas, la cuestión central reside en la coherencia y la responsabilidad. Defender un proyecto independentista, aunque sea «simplemente» aspirar a que un «grupo maneje a su antojo un territorio», conlleva una serie de implicaciones éticas y políticas que no pueden ser obviadas. Si Martínez realmente cree en la construcción de una nación diferente, ¿cómo justifica entonces su deseo de representar a un estado que, precisamente, niega ese proyecto? Su argumento de que su origen vasco alimenta la controversia es una cortina de humo que desvía la atención del verdadero problema: la dificultad de conciliar posturas antagónicas en un contexto de máxima visibilidad. El fútbol, nos guste o no, es política, y pretender separar ambas es, en el mejor de los casos, ingenuo.

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