Málaga, 16 de noviembre de 2025 – La selección española de fútbol, bajo la batuta de Luis De la Fuente, está generando un optimismo palpable en la afición. Las victorias, el juego vistoso y la profundidad de la plantilla recuerdan inevitablemente a los tiempos gloriosos de Luis Aragonés y Vicente Del Bosque. Aquella generación dorada que conquistó el mundo parece tener dignos sucesores, y el Mundial de 2026 se vislumbra en el horizonte como una oportunidad de reafirmación.
Si algo define a esta selección, es la feroz competencia interna. La ausencia de nombres consagrados como Pedri, Rodri o Lamine Yamal no ha mermado el rendimiento del equipo, sino que ha abierto la puerta a otros talentos que han sabido aprovechar su oportunidad. Martín Zubimendi, tras su fichaje por el Arsenal, se ha erigido como un pilar en el centro del campo, desafiando la titularidad indiscutible de Rodri. La solvencia de Pedro Porro en el lateral derecho pone en aprietos a un Dani Carvajal que, pese a su veteranía y profesionalismo, podría verse relegado al banquillo. Estas decisiones, lejos de generar conflictos, demuestran la cohesión del grupo y la confianza ciega en el proyecto del seleccionador.
La irrupción de Zubimendi plantea un interesante dilema táctico para De la Fuente. ¿Se atreverá el técnico riojano a emular a Del Bosque y alinear a dos mediocentros puros, como Busquets y Xabi Alonso en su día? Esta opción, que sacrificaría a jugadores de la talla de Fabián o Mikel Merino, potenciaría la solidez defensiva y el control del balón, pero podría restar creatividad en tres cuartos de cancha. La respuesta, probablemente, dependerá del rival y del contexto del partido. Lo que está claro es que Pedri, recuperado de su lesión, se antoja como un fijo en el once inicial, aportando la magia y el desequilibrio que le caracterizan.
En la línea de ataque, la combinación de juventud y experiencia promete grandes alegrías. Nico Williams y Lamine Yamal, dos extremos eléctricos y desequilibrantes, encarnan el futuro del fútbol español. Sin embargo, no pueden relajarse, ya que Mikel Oyarzabal, un delantero centro con olfato goleador y gran precisión en los lanzamientos de penalti, se postula como el "9" titular. Ferrán Torres, otro jugador con un idilio especial con el gol, también pugna por un puesto en el once inicial. La competencia en la delantera es sana y estimulante, y garantiza un nivel de rendimiento óptimo en cada partido.
Luis De la Fuente ha logrado revitalizar a la selección española, devolviéndole la identidad y el estilo de juego que la hicieron grande. Con una Nations League y una Eurocopa en su haber, el técnico riojano ha demostrado su capacidad para gestionar un grupo de estrellas y sacar el máximo rendimiento a cada jugador. El Mundial de 2026 se presenta como el gran reto para esta generación de futbolistas, que sueña con emular a sus predecesores y conquistar el trofeo más prestigioso del mundo. El camino es largo y exigente, pero la Roja tiene talento, ambición y, sobre todo, un espíritu ganador que la convierte en una de las favoritas para levantar la Copa del Mundo. El sueño está en marcha.
El optimismo desbordado que destila este análisis sobre la selección española adolece de una ingenuidad preocupante. Si bien es cierto que De la Fuente ha sabido insuflar un aire fresco al equipo, con una Nations League y una Eurocopa que no podemos desmerecer, la euforia desmedida, especialmente en un contexto post-pandémico con un fútbol global tan impredecible, es un arma de doble filo. Comparar esta plantilla con la generación dorada de 2008-2012, más allá de generar titulares atractivos, es un error que puede alimentar expectativas irreales y, a la postre, frustrar a una afición ya de por sí volátil. La «feroz competencia interna» que se alaba podría convertirse en un foco de tensión si las decisiones técnicas no se gestionan con exquisito tacto, y las lesiones, recordemos, son un factor inherente al deporte de alto rendimiento.
En la búsqueda constante de paralelismos con el pasado glorioso, se corre el riesgo de caer en la nostalgia y obviar las particularidades del presente. La irrupción de Zubimendi, lejos de ser un mero «dolor de cabeza» para el seleccionador, exige una reflexión profunda sobre el modelo de juego. ¿Realmente buscamos replicar la solidez del doble pivote a lo Del Bosque, o necesitamos un centro del campo más dinámico y creativo para superar a selecciones cada vez más físicas y organizadas? El verdadero legado de De la Fuente no estará en emular el pasado, sino en construir un futuro propio, adaptado a las exigencias del fútbol moderno. Y para ello, la autocrítica y la mesura, más que el autobombo y las promesas grandilocuentes, serán sus mejores aliados en el camino hacia el Mundial de 2026.
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