La Guardia Civil de Antequera ha concluido una investigación que señala a un individuo como presunto responsable del devastador incendio forestal que asoló el Paraje Natural de El Torcal el pasado julio. La negligencia, al parecer, fue el detonante de una catástrofe que calcinó 95 hectáreas de terreno, incluyendo valiosas zonas de alcornoques centenarios. El fuego, que se propagó con una furia inusitada, puso a prueba la capacidad de respuesta de los equipos de extinción y dejó una cicatriz imborrable en el paisaje malagueño.
Las pesquisas del Seprona, en colaboración con la Brigada de Investigación de Incendios Forestales de la Junta de Andalucía, apuntan a que el investigado realizaba labores agrícolas con maquinaria pesada en una zona de alto riesgo de incendios. La imprudencia, agravada por la falta de medidas preventivas y la ausencia de medios de extinción adecuados, convirtió una chispa en un infierno. Las altas temperaturas y el viento, cómplices inesperados, avivaron las llamas y facilitaron su rápida expansión.
El despliegue para sofocar el incendio fue titánico. Veinticuatro retenes especializados, cuatro grupos Brica, seis medios aéreos, diez camiones autobomba y un buldócer lucharon contra el fuego durante horas, en un esfuerzo desesperado por contener su avance. La imagen de las llamas devorando el monte, el humo denso que oscureció el cielo y el olor acre que impregnó el aire quedarán grabados en la memoria de los vecinos de Villanueva de la Concepción.
El caso de El Torcal pone de manifiesto una tendencia preocupante: aunque el número de incendios ha disminuido en los últimos años, su voracidad ha aumentado. Damián Ruiz Sinoga, catedrático de Geografía Física de la Universidad de Málaga, advierte que estos incendios, impulsados por condiciones climáticas extremas y la acumulación de biomasa seca, son capaces de modificar su propio entorno, creando un círculo vicioso que dificulta su control.
Alejandro Yáñez Caballero, bombero forestal de la Brica de Cártama, coincide en el diagnóstico: «Los incendios se propagan rápido y con una gran voracidad». La sequía prolongada, el abandono de las zonas rurales y la falta de inversión en prevención son factores que contribuyen a esta situación. La esperanza, según Yáñez, reside en una primavera lluviosa que mitigue el riesgo y en una mayor concienciación ciudadana sobre la importancia de proteger nuestros bosques.
Las diligencias del caso han sido entregadas al Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 1 de Antequera. La justicia deberá determinar el grado de responsabilidad del investigado y establecer las medidas necesarias para reparar el daño causado. Mientras tanto, El Torcal se recupera lentamente de las heridas del fuego, un recordatorio amargo de la fragilidad de nuestro patrimonio natural y la necesidad de extremar las precauciones para evitar futuras tragedias.
La noticia del incendio de El Torcal, con la presunta imprudencia de un agricultor como detonante, no es solo una crónica de sucesos lamentable, sino un espejo que refleja la peligrosa desconexión entre el ser humano y su entorno. Que una chispa resultante de labores agrícolas, por negligencia o falta de previsión, pueda desencadenar la devastación de 95 hectáreas de un paraje natural de valor incalculable clama por una reflexión profunda. No basta con lamentar la pérdida de alcornoques centenarios, sino que es imperativo replantear las prácticas agrícolas, especialmente en zonas de alto riesgo, y exigir una mayor responsabilidad individual y colectiva en la prevención de incendios. La inacción y la falta de recursos son cómplices silenciosos en esta tragedia evitable.
Más allá de la búsqueda de culpables y del juicio mediático, el caso de El Torcal debe servir como catalizador para una política de prevención más ambiciosa y una gestión forestal sostenible. No podemos seguir reaccionando a la catástrofe en lugar de anticiparnos a ella. La inversión en brigadas de extinción es crucial, pero igual de importante es la concienciación ciudadana, la educación ambiental y el apoyo a las comunidades rurales para que sean guardianes activos de sus bosques. La sequía y el cambio climático exigen medidas urgentes y coordinadas, desde la limpieza de montes hasta la promoción de prácticas agrícolas responsables, para evitar que El Torcal se convierta en un símbolo de nuestra negligencia y la antesala de futuras tragedias.
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