En una noche mágica en el Vélodrome, el Olympique de Marsella se coronó como el nuevo líder de la Ligue 1, desbancando al poderoso PSG. La victoria, labrada a fuego lento ante un combativo Le Havre, tuvo un nombre propio: Mason Greenwood. El delantero inglés, en estado de gracia, firmó un póker de goles que desató la euforia en la afición marsellesa y confirmó el gran momento del equipo dirigido por Roberto de Zerbi.
El partido no comenzó de la mejor manera para los locales. Un gol tempranero del Le Havre sembró la incertidumbre en las gradas y puso a prueba la solidez del proyecto marsellés. Sin embargo, la reacción no se hizo esperar. Greenwood, con la determinación de un líder, tomó las riendas del ataque y se echó el equipo a la espalda. Primero, transformó un penalti provocado por una falta que supuso la expulsión de Gautier Lloris, igualando el marcador antes del descanso.
Tras el paso por vestuarios, el Marsella salió con una marcha más. Y fue entonces cuando Greenwood desató todo su potencial. Con una exhibición de potencia, habilidad y olfato goleador, el inglés anotó tres goles en apenas diez minutos, sentenciando el encuentro y desatando la locura en el Vélodrome. Un hat-trick relámpago que quedará grabado en la memoria de los aficionados marselleses.
Los goles de Murillo y Haz para el Marsella, y Touré para el Le Havre, sirvieron para maquillar un resultado que ya estaba decidido. El Olympique de Marsella suma así su sexta victoria en ocho jornadas, alcanzando los 18 puntos y superando al PSG, que tropezó ante el Estrasburgo. El equipo de De Zerbi se consolida como una alternativa seria al dominio parisino y sueña con conquistar la Ligue 1. La figura de Mason Greenwood, sin duda, será clave en este camino.
Más allá del indudable espectáculo futbolístico y el ascenso al liderato del Olympique de Marsella, la fulgurante irrupción de Mason Greenwood plantea un **profundo dilema ético que el fútbol sigue esquivando con pasmosa facilidad**. Celebrar su «noche mágica» o su «estado de gracia» sin reconocer el elefante en la habitación –las acusaciones de violencia de género que pesan sobre él– es, en el fondo, una **traición a los valores que supuestamente defiende este deporte**. El éxito deportivo no puede, ni debe, blanquear comportamientos inaceptables. La Ligue 1, y el fútbol en general, se equivocan al priorizar el talento individual por encima de la integridad moral, enviando un mensaje peligroso a la sociedad.
El caso Greenwood sirve como un **recordatorio amargo de la doble moral que a menudo impera en el mundo del fútbol**. Mientras se invierten recursos en campañas contra la discriminación y se aplauden gestos simbólicos de inclusión, se permite que un jugador con un historial tan turbio no solo participe, sino que sea ensalzado como un héroe. **¿Dónde queda el discurso de tolerancia cero cuando el beneficio deportivo está en juego?** La afición marsellesa, embriagada por el éxito, quizás no se detenga a reflexionar sobre las implicaciones de vitorear a un jugador cuya presencia misma en el campo es un cuestionamiento de los principios más básicos de respeto y justicia. El silencio cómplice, en este caso, es tan ensordecedor como los cánticos en el Vélodrome.
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