Málaga, 25 de septiembre de 2025 – El sector aéreo europeo se encuentra en estado de máxima alerta tras una serie de incidentes que han puesto en jaque la seguridad y la confianza de los viajeros. El pasado fin de semana, un ciberataque sin precedentes paralizó los sistemas de check-in y embarque de aeropuertos clave como Bruselas, Berlín, Heathrow y Dublín, generando retrasos masivos y cancelaciones que afectaron a miles de pasajeros. Este incidente, calificado por algunas autoridades como un ataque de ransomware, presenta características inusuales que han despertado sospechas sobre la posible implicación de actores estatales.
La situación se agrava al considerar una serie de eventos recientes que podrían estar interconectados. A finales de agosto, el avión de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, experimentó interferencias en su sistema de GPS, un incidente que la Comisión atribuyó a Moscú. Semanas después, el avión de la ministra de Defensa española, Margarita Robles, sufrió un intento de perturbación similar al sobrevolar Kaliningrado. Estos incidentes, sumados a las violaciones del espacio aéreo por parte de cazas rusos denunciadas por Polonia y Estonia, y al cierre temporal de los aeropuertos de Copenhague y Oslo por la presencia de drones, configuran un panorama preocupante que apunta a una posible campaña de desestabilización orquestada.
El ciberataque a los aeropuertos destaca por su peculiar modus operandi. A diferencia de los ataques de ransomware convencionales, ningún grupo de ciberdelincuentes ha reivindicado la autoría, ni se han revelado detalles sobre el rescate exigido. Esta falta de transparencia ha llevado a expertos en ciberseguridad a sospechar que el objetivo principal no era económico, sino causar disrupción y sembrar el caos en infraestructuras críticas. El hecho de que el ataque se haya dirigido a un proveedor de software específico, Collins Aerospace, sugiere que los atacantes buscaban un punto de impacto centralizado para maximizar el daño.
La Guardia Civil y el Centro Criptológico Nacional (CCN) están colaborando con las autoridades europeas para investigar el ciberataque y determinar su origen. Aunque la policía británica ha arrestado a un sospechoso, no hay pruebas concluyentes que apunten a la implicación de un estado nación. La complejidad del ciberespacio dificulta la atribución de los ataques, lo que permite a los actores maliciosos operar bajo capas de opacidad. En este contexto, no se descarta la posibilidad de una operación de bandera falsa, en la que un estado financia y apoya a un grupo de hackers para llevar a cabo un ataque sin dejar rastro de su implicación.
La vulnerabilidad de la cadena de suministro tecnológica, que depende de un número reducido de empresas, ha quedado patente con este incidente. Las autoridades europeas están trabajando para fortalecer la ciberseguridad de las infraestructuras críticas y mejorar la cooperación entre los estados miembros en la lucha contra el cibercrimen. Sin embargo, la amenaza persiste, y es probable que veamos nuevos intentos de desestabilización en el futuro. La guerra fría digital ha comenzado, y Málaga, como puerta de entrada a Europa, debe estar preparada para afrontar los desafíos que plantea.
La concatenación de incidentes que apuntan a una desestabilización orquestada del sector aéreo europeo exige una reflexión profunda, más allá de la mera condena. Si bien la investigación debe esclarecer la autoría del ciberataque y los incidentes aéreos, la vulnerabilidad sistémica que revelan es innegable y exige una respuesta coordinada y contundente. No basta con reforzar la ciberseguridad de las infraestructuras críticas; es imperativo diversificar la cadena de suministro tecnológica, reduciendo la dependencia de un puñado de empresas que, como Collins Aerospace, se convierten en puntos de fallo catastróficos. La «guerra fría digital» no es una metáfora alarmista, sino una realidad que impacta directamente en la seguridad y la confianza de los ciudadanos europeos, y que exige una estrategia a largo plazo que combine la protección de infraestructuras con la disuasión efectiva de potenciales agresores.
Más allá del quién y el cómo, preocupa la falta de transparencia y la lentitud en la comunicación de riesgos a la ciudadanía. Si el objetivo del ataque era sembrar el caos y la desconfianza, el silencio y la opacidad iniciales de las autoridades europeas han contribuido, involuntariamente, a amplificar el efecto. Málaga, como puerta de entrada al continente y destino turístico de primer orden, debe exigir mayor celeridad y transparencia en la información, así como protocolos de actuación claros y coordinados para afrontar futuras crisis. La ciberseguridad no es solo un problema técnico; es un asunto de seguridad pública que exige una respuesta política y social a la altura del desafío.
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