La Costa del Sol, refugio dorado para muchos, se convirtió en escondite fallido para un asesino británico. Tras más de tres años de fuga desde Portugal, donde acuchilló brutalmente a su compañero de piso, el prófugo, que se hacía llamar «Dean Brennan», ha sido finalmente capturado en Benidorm gracias a una investigación de la Guardia Civil en colaboración con la NCA británica y la Policía Judiciaria de Braga.
La detención, lejos de ser fruto de una búsqueda directa por el homicidio, surgió de una investigación paralela sobre una red de robo de vehículos con matrículas falsificadas. Según fuentes cercanas al caso, fue el seguimiento de esta trama lo que permitió dar con la pista del fugitivo en la provincia de Málaga. «De no ser por esta investigación, probablemente seguiría en paradero desconocido», aseguran.
La huida del prófugo fue digna de una película de acción. Tras cometer el brutal asesinato con un cuchillo de cocina en el Algarve portugués, donde propinó 24 puñaladas a su compañero de piso, el británico huyó a España, buscando mimetizarse entre la numerosa comunidad de expatriados. Nerja fue su primer refugio conocido. Sin embargo, su estancia allí no pasó desapercibida. Durante un operativo relacionado con la trama de robo de vehículos, el fugitivo no dudó en intentar atropellar a varios agentes antes de darse a la fuga, confirmando su peligrosidad y desesperación por evitar la justicia.
Tras su incidente en Nerja, el prófugo se trasladó a una urbanización de lujo en Benidorm, donde alquiló una vivienda con vistas a la bahía por 1.300 euros al mes. Vivía solo, pero recibía apoyo logístico de familiares y compatriotas, quienes le facilitaban alojamiento y sustento económico. Su habilidad para cambiar de identidad y su red de apoyo le permitieron evadir la acción de la justicia durante más de tres años. El detenido está acusado de haber perpetrado el asesinato de su compañero en abril de 2022. La víctima, tras recibir las puñaladas, intentó escapar por la ventana del apartamento, pero falleció poco después debido a la gravedad de las heridas. Ahora, tras su detención, deberá responder por el atroz crimen que cometió en Portugal y por su intento de eludir la justicia.
La rocambolesca detención de este prófugo británico en la Costa del Sol pone de manifiesto una realidad incómoda: la facilidad con la que individuos con un pasado oscuro pueden encontrar refugio y prosperar en entornos aparentemente idílicos. No es casualidad que la investigación sobre el asesinato quedara relegada a un segundo plano, y que fuera una trama de robo de vehículos la que finalmente desenmascarara al criminal. Esto, lamentablemente, sugiere una posible laxitud en los mecanismos de control y seguimiento de individuos extranjeros en nuestro país, especialmente aquellos que se integran en comunidades de expatriados donde la discreción y el anonimato pueden ser una valiosa herramienta para eludir la justicia.
Más allá del éxito policial, es necesario cuestionar la existencia de una infraestructura de apoyo que facilitó la vida de este prófugo durante años. ¿Cómo pudo mantener un nivel de vida elevado, con alquileres de lujo y asistencia logística, sin levantar sospechas? La respuesta probablemente reside en la complicidad de una red de contactos que, ya sea por ingenuidad o por interés, contribuyó a su ocultamiento. Este caso debería servir como catalizador para una mayor cooperación internacional y una revisión exhaustiva de los protocolos de intercambio de información, no solo para capturar a fugitivos, sino también para desmantelar las redes que les permiten operar impunemente en nuestro territorio.
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