Los agentes del Grupo de Menudeo de Fuengirola han llevado a cabo una operación que ha sacudido los cimientos de un narcoclán en el barrio de Los Núcleos, donde se identificó un mercado de droga abierto 24 horas. En este inusual y alarmante centro de operaciones, se constató la presencia de dos narcopisos que operaban con una crudeza sorprendente, atendidos incluso por menores de edad, lo que evidencia la creciente normalización de esta actividad ilícita en la comunidad.
La situación en estos hogares ocupados era tan crítica que se ha descrito como un “mercado de la droga” donde jóvenes, de solo 15 y 17 años, se desempeñaban como vendedoras. Según fuentes policiales, clientes de todos los perfiles, incluidos menores, hacían fila para adquirir hachís y cocaína, un fenómeno que subraya la impunidad y el desafío que representa el tráfico de estupefacientes en esta provincia.
La investigación, que comenzó tras detectarse irregularidades en la zona, reveló detalles escalofriantes sobre el modus operandi de esta organización. Los miembros del clan se organizaban por turnos, permitiendo una actividad continua que garantizaba su éxito. Interesantemente, además de realizar transacciones en efectivo, ofrecían a los compradores la posibilidad de canjear drogas por productos robados, desde patinetes hasta televisores, haciendo aún más complicado el control de este comercio ilegal.
“Lo que hemos descubierto es muy preocupante”, señaló el líder del equipo de investigación, quien explicó que su unidad había dedicado incontables horas a la vigilancia antes de proceder al desmantelamiento. En numerosas ocasiones, el equipo tuvo que lidiar con puertas blindadas y sistemas de seguridad que complicaban el acceso, lo que demuestra el esfuerzo que la banda estaba dispuesta a invertir para proteger su negocio ilícito.
Al poco de irrumpir en los narcopisos, la policía se enfrentó a una situación desesperada; los involucrados trataban de deshacerse de las pruebas. Las sustancias estupefacientes a menudo eran arrojadas por inodoros o en desagües, mientras que el operativo policial revelaba todavía un arsenal en forma de un arma de fuego encontrada en las instalaciones. Además, esta no es la primera vez que las autoridades tienen que encarar a este clan, que ha sido objeto de intervenciones anteriores en múltiples ocasiones.
Con una representación familiar que se ha ido modificando pero, sin embargo, sigue persistiendo en el tiempo, parece que sus métodos se han vuelto más sofisticados. “El cabecilla ya no maneja la mercancía personalmente, sino que emplea a otros para llevar a cabo sus operaciones”, comentó un investigador, enfatizando la urgencia de continuar con los esfuerzos de control y desmantelamiento.
A pesar de que todos los detenidos fueron posteriormente puestos en libertad, la policía no bajará la guardia. “Esto no debe desmotivarnos. Debemos seguir vigilantes y trabajando para detectar los puntos más vulnerables de cada núcleo,” concluyó el jefe del grupo, subrayando la necesidad de una colaboración comunitaria para erradicar estos focos que amenazan la convivencia.
La reciente desarticulación de una red de narcotráfico en Fuengirola, que involucraba a menores en su operación, pone de relieve una realidad inquietante: lo que debería ser un refugio familiar se ha convertido en un terreno fértil para el crimen organizado. Este fenómeno no es nuevo, pero la normalización de la actividad delictiva, evidenciada por la presencia de adolescentes como vendedoras en un “mercado de droga” que opera a toda hora, refleja un problema socioeconómico más profundo. La utilización de menores no solo expone a las comunidades a un ciclo de violencia y explotación, sino que también indica una grave falla en la protección de la infancia y en la intervención social. Es imperativo que las instituciones estatales y locales analicen con urgencia su capacidad para proteger a la juventud y no limpien la paja cuando el trigo debe ser cuidado y cultivado adecuadamente.
Esta situación no solo requiere acciones contundentes por parte de las fuerzas del orden, sino también una revisión crítica de las políticas sociales y educativas que actualmente rigen nuestra comunidad. La recidiva de este narcoclán, cuya actividad es combativa y adaptativa, sugiere que desmantelar la infraestructura de la droga es solo un primer paso; la verdadera batalla radica en ofrecer alternativas viables a los jóvenes que sucumben a aquello que podría parecerles la única salida. La colaboración entre la policía, los servicios sociales y la comunidad es esencial para crear un entorno donde los menores no solo tengan la oportunidad de desarrollarse, sino que además sean protegidos de caer en manos de redes corruptoras. Así como disuadir el consumo de drogas mediante la educación y la concienciación, también debemos construir un tejido social fuerte que enarbole la esperanza en lugar del desamparo. Aquí radica la verdadera responsabilidad que tenemos como sociedad.
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