La apacible urbanización Elviria Las Chapas, en Marbella, ha amanecido teñida de luto y consternación. Lo que se presumía como una tranquila convivencia entre dos octogenarios, ha escalado a la más terrible de las realidades: un asesinato machista que engrosa las estadísticas y nos recuerda la persistencia de esta lacra. Eva, de 83 años, fue hallada sin vida el pasado viernes en el chalé que compartía con su pareja, un hombre de 84 años, presuntamente autor del crimen.
La confirmación oficial por parte del Ministerio de Igualdad ha sacudido a la comunidad marbellí. La noticia ha corrido como la pólvora, dejando tras de sí un reguero de incredulidad e indignación. ¿Cómo es posible que, a estas alturas, el horror de la violencia de género siga cebándose con mujeres vulnerables, incluso en la tercera edad? Este caso eleva a 29 el número de mujeres asesinadas por violencia machista en lo que va de año en España, una cifra que nos debería avergonzar como sociedad. Desde que se iniciaron los registros oficiales en 2003, son ya 1.324 las vidas truncadas por esta execrable forma de violencia.
El silencio es, a menudo, el cómplice más cruel de la violencia machista. En este caso, la ausencia de denuncias previas y la no inclusión de la pareja en el sistema Viogén pintan un cuadro desolador. ¿Cuántas mujeres, especialmente las de mayor edad, sufren en silencio, aisladas y sin saber dónde acudir? La ministra de Igualdad, Ana Redondo, ha subrayado la «urgencia de reforzar la prevención y la detección temprana en todos los ámbitos, especialmente entre las mujeres mayores». Un llamado a la acción que resuena con fuerza ante la crudeza de este suceso.
Mientras, la investigación policial continúa, tratando de reconstruir los últimos días de Eva y desentrañar los motivos que llevaron a este trágico final. El presunto agresor permanece bajo custodia policial, a la espera de comparecer ante la justicia. Los vecinos, atónitos, describen a la pareja como «tranquila y discreta», sin que se conocieran conflictos previos. La realidad, sin embargo, ha demostrado que tras esa fachada de normalidad se ocultaba una espiral de violencia que acabó con la vida de Eva.
Este crimen en Marbella es un nuevo mazazo a la conciencia colectiva. Nos recuerda que la violencia machista no entiende de edades, clases sociales ni geografías. Es un problema estructural que requiere un abordaje integral y una respuesta contundente por parte de toda la sociedad. No podemos permitir que más mujeres, jóvenes o ancianas, sigan siendo víctimas de esta lacra. Es fundamental denunciar cualquier sospecha de violencia, ofrecer apoyo a las víctimas y trabajar en la prevención desde la educación y la sensibilización. El Ministerio de Igualdad recuerda que el 016 atiende a las víctimas de violencia machista y a su entorno las 24 horas del día y en 52 idiomas. No están solas.
La noticia del asesinato de Eva en Marbella, a manos de su pareja octogenaria, no es solo un dato estadístico macabro; es un estrepitoso fracaso de nuestra sociedad en su conjunto. No basta con lamentar y sumar a la lista de víctimas. La aparente normalidad, la discreción vecinal, la falta de denuncias previas… todos estos elementos que rodean el caso son señales de alarma que llevamos demasiado tiempo ignorando. La violencia machista se disfraza, se esconde tras muros de silencio, especialmente entre las mujeres mayores, a quienes a menudo se les niega incluso la posibilidad de ser consideradas víctimas. El sistema Viogén, por muy útil que sea, demuestra una vez más su incapacidad para alcanzar a quienes viven sumidas en la invisibilidad de la soledad y el aislamiento, un problema estructural que requiere una revisión profunda y urgente de los protocolos y recursos destinados a la prevención y detección de la violencia de género en la tercera edad.
Si bien es positivo el énfasis puesto por el Ministerio de Igualdad en reforzar la prevención y la detección temprana, es imprescindible ir más allá de las declaraciones y los números de teléfono de ayuda. Necesitamos un cambio cultural profundo que combata los estereotipos de género arraigados y que fomente la denuncia y el apoyo a las víctimas, independientemente de su edad o condición. La educación, la sensibilización y la formación de profesionales en contacto con personas mayores (médicos, trabajadores sociales, personal de residencias) son cruciales. Pero, sobre todo, necesitamos una sociedad que no mire hacia otro lado, que se involucre activamente en la lucha contra esta lacra y que entienda que la violencia machista no es un problema individual, sino una responsabilidad colectiva. Solo así podremos evitar que tragedias como la de Eva se sigan repitiendo y que la apacible Marbella, o cualquier otro rincón de Málaga, vuelva a teñirse de luto por un crimen que nunca debió ocurrir.
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